jueves, 2 de febrero de 2017

Retropost #1347 (1 de febrero de 2007): Wash your hands, put on




Aunque aún seguimos sin clases, en la "pausa de exámenes", tampoco estoy mano sobre mano. Para empezar, hoy madrugo excesivamente, para llevar a Abo en moto al autobús; se iban de excursión colegial a Candanchú. Y luego llevo a Pibo al cole, en un segundo viaje. Parece la Hormiga Atómica con el casco. Se lo pone pocas veces, pero hoy estaba Otas malito, se ha quedado en casa y he podido llevar a Pibo en moto en vez de en coche. Luego me releo un ratito a Goffman, para hacer mañana quizá un post sobre la internalización del teatro social cotidiano como origen de la subjetividad. Seguidamente, un café con churros en el Universal, y una visita a la asesora jurídica de la Universidad, y al Secretario General. Para aclarar que el célebre recurso que ganamos sí tiene consecuencias, y que el Departamento ya sabe oficialmente que tiene que modificar el programa de doctorado del cual pretendía excluirnos a unos cuantos. Aunque no sé si va a haber muchos doctorandos en el futuro. Luego, más Goffman y más Pibo, y a casa a comer. Y otra vez en la moto con Pibo; en la gasolinera me encuentro a mi banquero, que me alaba la moto. "Ya tiene añicos..." le digo, pero bonita sí que es. Luego, examen sobre Shakespeare, tres horas de la tarde. Aprovecho para leerme la mitad de The End of the Affair, de Graham Greene, una autor que ya no se lleva. Bonitas maniobras temporales de retrospección larga y corta, pero este narrador no piensa nunca en el presente, ni en el futuro; yo sí, por mucho que me inquieten, y por más que prefiera la retrospección. Más curioso aún el juego del autor entre su propia vida y la de su personaje.. al que presenta como aficionado a maniobras arriesgadas. Anochece mientras hacemos el examen. Catorce se han presentado. En la pizarra quedan como huella de nuestro paso unas palabras de Macbeth, que aparecían mal escritas en el texto: "Wash your hands, put on". Y así se genera una de esas frases curiosas que a veces descubrimos en las pizarras. La Facultad, un desierto. La semana que viene se anima más la cosa. Abo ha vuelto sin novedad de Candanchú; único accidente, que se ha llevado a Amalia por delante en el trineo, no sabemos si calculadamente o no. Por la noche, vamos de propio al garaje a coger la lectura favorita de Pibo, Gerónimo Stilton, que se lo había dejado en el coche. Tenemos la calle invadida de largas filas de Ferraris rojos, todos (menos uno histórico) idénticos para mí. Yo preferiría uno verde uva. Optar por tanta exquisitez para acabar en tal uniformidad. No somos nadie.

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