sábado, 2 de mayo de 2009

No es país para viejos

Me gustó mucho esta película de los hermanos Coen; está a la altura de Fargo, o mejor aún... cosa que no es poco decir. Desde luego no tiene color a su lado otro de de sus últimos esfuerzos, Quemar después de leer—la diferencia entre ésta y No es país para viejos es como entre una película hecha por un muerto viviente y otra por un vivo. Para leer una reseña introductoria y muy acertada, aquí está la de Roger Ebert, No Country for Old Men.

De lo que me llamó la atención: a ver... lo primero, lo redondo de todo, el toque infalible que hace que la película esté viva de principio a fin, la perfección en la actuación, en la fotografía, en la caracterización de los personajes, en el ritmo... Una obra maestra, en suma, que combina elementos de cine negro, road movie, western, y película sobre psicópatas, todo un género muy demandado éste. El arte está en la manera en que se cogen ingredientes de todos estos géneros y se usan con destreza e inteligencia, para guiarnos la atención a la vez que se evita que la película se quede en los tópicos de los géneros, y se nos torean las expectativas a los espectadores con la misma sencillez con que un sicario experimentado hace su trabajo.

Básicamente lo que la hace distinta de Fargo es que en Fargo vence, quizá contra toda expectativa, la gente decente y eficaz; la mujer polícía embarazada hace su día de trabajo y arresta a los criminales que parecían superiores a ella. Pero que una película de policías acabe con el asesino capturado no es realmente inesperado. Aquí en No es país para viejos se juega con las expectativas de otra manera más cruel.

Un tipo corriente, oportunista, un cazador "duro" como es Llewellyn Moss encuentra, en el desierto de Texas, el dinero de unas bandas de traficantes de droga que se han matado entre sí. Y decide quedárselo, pero comete dos errores. El primero, de carácter humanitario (y nos lo dice él mismo que es un error): le remuerde la conciencia y decide volver a la escena del crimen para llevarle un bidón de agua a un gángster moribundo que había quedado en un coche. Y allí le localizan su coche los socios criminales de una de las bandas, y empieza una persecución... hasta que lo maten en un motel de El Paso, siguiéndole la pista cuando llama a su familia para quedar allí con ellos. El otro fallo es que el maletín del dinero llevaba un trazador electrónico, y Moss tiene detrás de sí a un matón contratado por los dueños del dinero... pero un matón que de repente decide trabajar solo, y mata a sus socios, para seguir a Moss y hacerse con la pasta. Este es Anton Chigurh, un psicópata eficaz, encarnación aquí del ángel de la muerte para muchos; va dejando cadáveres por donde pasa. No alcanzará a Moss, aunque le anda cerca; hasta le roza con algún disparo; y llega a hablar con él y le asegura que aunque él, Moss, va a morir, si le entrega el dinero Chigurh no matará a su esposa. Moss, hombre de combate, ex-veterano de Vietnam, decide pelear, pero muere... a manos de los mexicanos de la droga, inesperadamente.

Chigurh llega tarde, pero se hace con el dinero pues sabía dónde solía esconderlo Moss, en los tubos de aire acondicionado de los moteles. Y luego va a cumplir su promesa al muerto, a matar a su esposa. Y lo hace... sólo para ser víctima de un accidente estúpido, cuando lo embiste un coche que se salta un semáforo. Se va Chigurh de la película con una fractura espantosa con un hueso saliendo del brazo... pero sobrevivirá, y se va, no sabemos a dónde, al final. Ha sobrevivido al ordinary guy de la película, el tejano duro y americano cien por cien que debería haber acabado con él en otra película cualquiera... aquí Moss plantea pelea, con valentía y mediana eficacia, pero sabemos que no es enemigo para Chigurh, que es una especie de Terminator. También se quita de enmedio Chigurh, con facilidad, a otro tipo duro, el cazador de recompensas Carson Wells, contratado por los del dinero para reconducir la situación. Otro personaje excelentemente retratado: parecía que iba a ser quien salvase la situación, más duro que el duro... pero no. Chigurh se los lleva por delante a él y luego, a domicilio, al magnate que los había contratado a los dos en un principio.

Este Chigurh es un personaje deliberadamente impenetrable, que asocia sus actuaciones al destino, y disfruta haciendo que sean las víctimas quienes, echando una moneda, decidan si van a vivir o morir. La esposa de Moss se niega a hacerlo por dignidad, pero muere igual. Claro que Chigurh no es el destino, el destino está en manos de los guionistas, que le recuerdan en el accidente final que ningún plan llega a bien, ni siquiera los suyos, y que la lógica cinematográfica no tiene por qué adherirse a esquemas morales, puesto que el mundo no lo hace: son engañosas las películas que nos muestran cómo los acontecimientos del mundo adoptan la forma de una enseñanza moral—pues quizá sean los menos los que lo hacen, tan sujetos estamos a los planes de los demás, que escapan a nuestro control, y a la contingencia de los acontecimientos. Así los Coen desfamiliarizan los guiones moralizantes de las películas de criminales y policías, que vienen a ser intentos, bien intencionados quizá pero engañosos, de creer que hay un orden comprensible en el mundo, o que si no lo hay lo podemos imponer los humanos. Los humanos somos parte del desorden.

Chigurh, por eficaz que sea, no llega nunca a dar caza a Moss que se le va escurriendo, hasta que se escurre más allá de la muerte. Hay aún otro perseguidor que va tras los dos—esta película establece el ritmo sistemático de hacer desfilar ante nosotros los mismos sitios: primero pasa por ellos Moss, luego Chigurh, luego el tercero en discordia, el que debería ser, puesto que no lo es Moss, el garante del orden moral de la película—el sheriff Ed Tom Bell, un viejo veterano a punto de jubilarse... y que se jubila de hecho sin llegar a resolver este caso, por cerca que esté a veces. De hecho se libra por poco del balazo de Chigurh. En cualquier otra película habría resuelto el caso: aquí no puede hacer nada. Bell es eficaz, pero no lo suficiente para poner orden en un mundo que escapa a sus manos. No es país para viejos éste en el que aparece un tipo de crimen organizado que desborda lo que Bell conocía. Pero es que el mundo siempre es igual, y nunca es país para viejos.

Bell tiene conversaciones desengañadas con viejos colegas suyos en las que reconocen que su tiempo ha pasado, que han hecho lo que han podido, pero que en última instancia no han podido estar a la altura. Nadie puede. Hay una evocación muy Cormac McCarthy al final de la película, con Tom Bell ya jubilado, que cuenta un sueño a su mujer: ha soñado con su padre, que también había sido sheriff—en el sueño. su padre, simbólicamente, es el guardián del fuego, lo lleva a él de niño a caballo por la pradera, y hace una hoguera cuando acampan por la noche. Bell acude a esa evocación para consolarse, para compararse a su padre o para intentar ponerse a su altura, pero despierto no se puede— los viejos habitan el país del desengaño, en el que ya se ha perdido la fe en nuestras fuerzas para poner un orden moral en el mundo. Ese orden existe en nuestros recuerdos, en la imagen de nuestros padres cuando somos niños (y siempre lo somos al pensar en nuestros padres, que fueron gigantes)—en los sueños que guardan el fuego... En esta película sólo puede evocarse ese orden sagrado de las cosas, sin hacerlo nunca llegar a materializarse, pues si no el final de la película falsificaría, como siempre hacen todas, lo que hemos visto que sucede durante su desarrollo. La película ni siquiera acaba—se interrumpe, como la vida, con un balance a medio hacer.




No Country for Old Men. Dir. Ethan and Joel Coen. Screenplay by Joel and Ethan Coen, based on the novel by Cormac McCarthy. Cast: Tommy Lee Jones, Javier Bardem, Josh Brolin. Casting by Ellen Chenoweth. Music by Carter Burwell. Ed. Roderick Jaynes. Prod. des. Jess Gonchor. Photog. Roger Deakins. Exec. prod. Robert Graf, Mark Roybal. Prod. Scott Rudin, Ethan Coen, Joel Coen. Scott Rudin / Mike Zoss Production. USA: Paramount / Miramax, 2007. Spanish DVD: No es país para viejos. Madrid: Parmount Home Entertainment Spain, 2008.* (Oscars for best film, direction, best adapted screenplay and best secondary actor, Bardem).








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