Según Unamuno—un excurso de En torno al casticismo:
A uno que duerme en el silencio le despierta un ruido, y al que se duerme con éste, le despierta su cesación. El hombre de lo que se da cuenta es del contraste de una ruptura de la continuidad en espacio o tiempo. Es mérito de la psicología inglesa el haber puesto en claro el principio luminoso de que el acto más elemental de percepción, de discernimiento, como ellos dicen gráficamente, es la percepción de una diferencia, y que conocer una cosa es distinguirla de las demás, conociéndola mejor cuanto de más y mejor se la distingue.
Pero tal distinción no podría darse sin una analogía profunda sobre que reposara; la diferencia sólo se reconoce sobre un fondo de semejanza. En la sucesión de impresiones discretas hay un fondo de continuidad, un nimbo que envuelve a lo precedente con lo subsiguiente; la vida de la mente es como un mar eterno sobre que ruedan y se suceden las olas, un eterno crepúsculo que envuelve días y noches, en que se funden las puestas y las auroras de las ideas. Hay un verdadero tejido conjuntivo intelectual, un fondo intra-conciente. en fin (10).
(10) Le llamo así, y no inconciente o sub-conciente, por parecerme estos términos inexactos. Lo que se suele llamar inconciente es, de ordinario, el contenido de lo conciente, sus entrañas, está más bien dentro que debajo de él.
[Se observará que Unamuno escribe "conciente", "inconciente", "conciencia", en lugar de "consciente", "inconsciente", "consciencia"]
Los islotes que aparecen en la conciencia y se separan o aproximan más, uniéndose a las veces, a medida que el nivel de ella baja o sube, se enlazan allá, en el fondo del mar mental, en un suelo continuo. Son voces que surgen del rumor del coro, son las melodías de una sinfonía eterna. Figuraos astros rodeados de una extensa atmósfera etérea cada uno, que se acercan en sus movimientos orbitales y, fundiéndose sus atmósferas, forman una sola que los envuelve y mantiene unidos y concertados, siendo la razón de su atracción mutua. Esta doctrina, que conocen cuantos la han leído, aplicada hermosamente por el P. Secchi a la física toda, es la que mejor aclara metafóricamente la constitución de la mente humana. Cada impresión, cada idea, lleva su nimbo, su atmósfera etérea: la impresión, de todo lo que rodeaba; la idea de las representaciones concretas de que brotó. Aquellas figurillas de triángulos, etéreas y ondulantes, que flotan en nuestra mente al pensar en el triángulo (figurillas de que hablaba Balmes), no son sino parte del nimbo, de la atmósfera de la idea, parte del mar de lo intraconciente, raíces del concepto.
En nuestro mundo mental flotan grandes nebulosas, sistemas planetarios de ideas entre ellas, con sus soles y sus plantas y satélites y aerolitos y cometas erráticos también; hay en él mundos en formación, y en disolución otros, todo ello en un inmenso mar etéreo, de donde brotan los mundos y adonde al cabo vuelven. El conjunto de todos estos mundos, el universo mental, forma la conciencia, de cuyas entrañas arranca el rumor de la continuidad; el hondo sentimiento de nuestra personalidad. En lo hondo, el reino del silencio vivo, la entraña de la conciencia; en lo alto, la resultante en formación, el yo conciente, la idea que tenemos de nosotros mismos.
En este universo hay diferentes sistemas planetarios, y cada planeta, cada idea, es un mundo a su vez, con su organismo. Cogiéndola, podemos analizarlas, separar y distinguir sus componentes, es decir, conocerlos, reconstituirlos, y así, por una síntesis de un análisis, llegar a conocer reflexiva y científicamente la idea en su contenido y entraña. Síntesis de un análisis, esto es la ciencia; su fin, llegar a lo intra-conciente de la continuidad de todo. De las ideas reflejadas y rellenas se eleva la mente a ideas de esas ideas por abstracción.
Paciencia, lector, y tolera aún más indicaciones sobre la abstracción, que más tarde verás adónde van enderezadas. porque en esto de la abstracción suele no verse poco más que el abstraer, la separación, la repulsión ideal, sin fijarse en que brotan de una verdadera fusión. Se suele presentar la abstracción como algo previo a la generalización, cuando es efecto suyo. Recuérdese cómo se hacen fotografías compuestas, para lo cual se toman varios individuos de una familia, por ejemplo, y si son seis, se proyecta a cada uno sobre la placa, con la misma enfocación y postura en todos ellos, la sexta parte del tiempo necesario para obtener una prueba clara y distinta. De este modo se sobreponen las imágenes, los rasgos análogos, los de familia, se corroboran, y los individuales o diferenciales forman en torno de aquéllos un nimbo, una vaga penumbra. Cuanto mayor el número de individuos o el de analogías entre ellos más acusada resultará la imagen compuesta, y el nimbo, más vago; y, por el contrario, cuanto menos los individuos o sus analogías menores, más flotante y vaga la imagen en un nimbo que prepondera. Al tomar luego esas imágenes compuestas para compararlas y combinarlas unas con otras y sobreponerlas a su vez, lo concreto de ellas se define y se desvanece mucho del nimbo. Todo compuesto, al entrar como componente de una unidad suprema a él, acusa su individualidad.
Sobre estas sugestiones metafóricas medite el lector, poniéndose en camino de ver cómo se producen la abstracción y la generalización, no por vía de remoción y exclusión tan sólo, sino fundiendo lo semejante en el nimbo de lo desemejante. Nimbo o atmósfera ideal, que es lo que da carne y vida a los conceptos, lo que les mantiene en conexión: lo que les enriquece poco a poco, irrumpiendo en ellos desde sus entrañas.
Y no debe perderse de vista esto del nimbo, clave de la inquisición que hemos de hacer en la mente castiza castellana, porque es la base de la distinción entre el hecho en bruto y el hecho en vivo, entre su continente y su contenido.
¡Cosa honda y difícil esa de conocer el hecho vivo! Cosa la única importante de la ciencia humana, que se reduce a conocer hechos en su contenido total. Porque toda cosa conocible es un hecho (factum), algo que se ha hecho. El Universo todo es un tejido de hechos en el mar de lo indistinto e indeterminado, mar etéreo y eterno e infinito, un mar que se refleja en el cielo inmenso de nuestra mente, cuyo fondo es la ignorancia. Un mar sin orillas, pero con su abismo insondable, las entrañas desconocidas de lo conocido, abismo cuyo reflejo se pierde en el abismo de la mente.
¡Cosa honda y difícil de conocer el hecho! Conocer el hecho, distinguirle de otros y distinguirlo con vida, rehaciéndolo en nuestra mente. (11)
(11). Cada hecho es tal cual es y no otro como resultado de un proceso, de un hacerse, de una diferenciación; así es que conocerlo con conocimiento vivo es rehacerlo en nuestra mente, reproduciendo su proceso. La representación viva es un hecho rehecho.
(Marzo de 1895)
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