domingo, 25 de julio de 2021

Virtud aparente: Dramatismo y detección del hipócrita

Benito Jerónimo Feijóo (el Feijóo bueno) escribe sobre el teatro cotidiano de la hipocresía con la agudeza de un Goffman del siglo XVIII en su Teatro Crítico:

Virtud aparente

Los hipócritas perfectos son pocos. Llamo hipócritas perfectos a aquellos cuya superficie toda es devoción y el fondo todo iniquidad...

No hay que admirar que sean pocos éstos, no obstante ser el camino de la hipocresía el más breve que hay para el templo de la Fortuna. Son pocos los que tienen la robustez de espíritu necesaria para una vida tan trabajosa. Concíbase cuanto se quisiere ardua la virtud, más penosa es la fingida que la verdadera. Es menester un continuo estudio inseparable de un continuo afán; una vigilancia infatigable en reprimir las irrupciones del alma, que sin intermisión pretende campear hacia afuera. No hay pasión que como fiera atada no forcejee por ormper las prisiones en que la pone el disimulo. No late menos la facultad animal del corazón en el semblante que la vital en la arteria. Su movimiento interno es como el del reloj que tiene afuera voz que le publica y mano que le señala. No hay palabra, no hay acción que, si no se rige con contrario ímpetu, no sigue el curso de aquella animada máquina. Solicitan importunamente a los ojos la curiosidad y la lascivia; brma por desahogarse en la voz y en el ceño la impaciencia; la chocarrería oída con gusto provoca a la risa; llama la injuria a la venganza; la lengua y el oído están mal hallados con el silencio; no hay miembro que a su pesar no se haya de dejar regir hacia la representación de compostura; son infinitas las cuerdas de que se compone la armonía de un exteriorior modesto y todas deben estar violentamente tirantes; a las puertas de todos los sentidos dan continuas aldabadas los apetecidos objetos. ¿Qué fuerza hay bastante a resistir tantos impulsos o a manejar a un tiempo tantas riendas?

Añádase a esto el susto de ser cogidos en la trampa. En cuantos ojos la circundan otras tantas espías enemigas temen. Bien conocen la dificultad de conservar siempre inaccesible el alma a la observación ajena. Por más que se cierren las ventanas, quedan en imperceptibles descuidos innumerables resquicios. Cuando logren engañar la multitud, no faltan espíritus trascendentes que distinguen, en cualquier parte que se halle, lo natural de lo artificioso. por más que la afectación remede la realidad, una y otra tienen sus notas, bien que inexplicables, perceptibles; un carácter especial que se sujeta a la inteligencia y se niega a la voz. El mismo cuidado de ocultar al alma la hace visible, porque es visible la cautela y es visible también que los corazones inocentes no usan de este estudio. Todo hombre muy circunspecto se hace sospechoso. El que está asegurado de su conciencia, obra y habla con abertura. Ni le aprovechará al hipócrita ponerse a imitar aquella nativa franqueza, nunca acertará con el punto debido. Siempre los que tienen conocimiento distinguirán entre el original y la copia. Así yo creo que hasta ahora no hubo hipócrita que acertase a engañar a todo el mundo....


(IV, Disc. I).


 

 



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