El director rumano Cristian Mungiu consiguió el pasado año con 4 meses, 3 semanas y 2 días,
una meritoria Palma de Oro en Cannes. Exacto y preciso, el filme se
centra en el aborto de una joven. Poco sabemos del antes. Solo interesa
el ahora. Buena parte de la acción acontece en la habitación de hotel
donde un tipo sin escrúpulos realiza el rudimentario aborto.
Sorprendentemente la película está planteada desde el punto de vista de
la amiga de la embarazada, que está con ella durante el aborto y
protagoniza después una secuencia de "pesadilla", la de la cena en casa
de los padres de su novio, de una tensión y virulencia moral
insoportables. Un retrato social que recuerda al cine del austriaco Michael Haneke.
Está rodada con poquísimos medios y presupuestos, pero lo hace jugar a su favor, produciendo un realismo impactante—de realidad vivida, más que de documental. Ayudan a eso la cámara manual, las tomas atípicas y largas, a veces larguísimas, pocos cortes y poco artificio de montaje. Ejemplo, la escena de la cena con los padres del novio, con un larguísimo plano inmóvil donde toda la animación la ponen las palabras, gestos y contraste de actitudes de personas dándose ínfulas en un comedor diminuto, en un ambiente franquista diríamos aquí. La protagonista, Otilia, y su novio, están silenciosos aguantando mecha en el centro de la imagen, y adivinamos que éste día en que conoce a la familia será el último día de novios. Porque es el día en que madura Otilia, a golpes, y se da cuenta de que la vida no es como pensaba, y de que la gente (incluido su novio) no es absurdamente desinteresada y generosa como ella.
Generosa hasta la abyección y la estupidez: lo que ha hecho Otilia un rato antes (la acción transcurre en un solo día) es dejar que se la tirase en una habitación de hotel el abortero ilegal que le está practicando un aborto a Gabita, su compañera de residencia de estudiantes. Les faltaba dinero, o eso les dice el tipo, y la condición es dejarlas colgadas o beneficiárselas a la dos allí mismo, así como suena. Y luego el aborto. Absurdamente (pero a veces la gente es absurda) aceptan. Y luego a cenar con los futuros. El choque resulta demasiado brutal, sobre todo habida cuenta del ambiente opresivo, hipócrita y falso hasta la náusea de la Rumania de Ceaucescu, que queda retratado con todas las verrugas. También ayuda a entender ese ambiente enclaustrado, asfixiante, cómo una persona decente como Otilia puede acabar protagonizando semejantes pesadillas neorrealistas. Y luego salir corriendo de su patético novio, volver al hotel donde se ha practicado el aborto, temiendo que su amiga podría haber muerto. Para coger el feto que está tirado en el suelo del cuarto de baño, metérselo en el bolso y salir temiendo que le pidan el carnet a cada momento, a ver dónde lo tira. Sugiere una historia de maduración a través de la violencia psicológica, un día en el que el mundo cambia para Otilia, y la experiencia se nos transmite muy en vivo y en directo. Aunque hay espectadores que no entienden por qué las escenas son así de inmóviles a veces, o por qué la gente habla de cosas que no tienen que ver... A ésos, les recomiendo Mortadelo y Filemón.
Si es indicativa la relación con el novio, que va a lo suyo, y sólo se preocupa por quedar bien ante los padres, también lo es la actitud de su "amiga" Gabita. Ésta está paralizada y con los plomos fundidos, comprensible, pero también se adivina en ella una indiferencia y pasividad, un dejarse querer irresponsable, que acaba por abrirle los ojos a su amiga. Apenas acierta a decirle "gracias" después de que ésta se baje valiente y estúpidamente las bragas para que el abortero la pase por la piedra. Y termina la película con Gabita que se ha bajado a cenar, ya tranquilamente, mientras la otra corría por la oscuridad con su feto en el bolso. La única preocupación de la Gabita (y poca, sólo por decir) era que le diesen sepultura al feto—aunque acaba en un colector de basuras. Y es que se respiran también clases sociales y buenos quedares en esta Rumanía supuestamente comunista—Otilia es de peor familia que su novio y que Gabita, cosa de matices, y se afana por agradar y por ser servicial; los otros van a lo suyo, y sobre todo a salir todo lo indemnes que puedan, haciendo que el vecino pague el pato si es posible. Cenando con Gabita, Otilia propone no hablar más del tema, pero adivinamos que también su amistad con ella ha terminado, con esta nueva perspectiva sobre la vida que ha descubierto.
¿Es antiabortista la película? Su aspecto general no parece indicarlo, y no veo que la crítica la interprete como un alegato contra el aborto. Como digo, parece una tranche de vie. Pero sí tiene una significación, y se subraya la irresponsabilidad moral de los personajes envueltos en este aborto en concreto—llegando hasta extremos que serían grotescos si la ilusión de realidad no fuese tan grande, los diálogos tan bien llevados y los actores tan excelentes. Magistral por ejemplo la escena en la que el abortero las va atornillando hasta ponerlas en una situación en las que se las tira una tras otra, sin contemplaciones y hasta como quien les hace un favor. ¡Evidentemente no es un alegato en pro del aborto ilegal! En todo caso vemos aquí una caricatura de éste, tanto más efectiva por no parecerlo, de la manera en que el aura de ilegalidad de los abortos pringa y ensucia moralmente a quienes se ven involucardos en esta situación, aunque no acaben físicamente follados. Por eso se centra la película precisamente en la amiga que ayuda (situación de tantísima gente...) y no de la propia abortadora, que, como digo, es un modelo de irresponsabilidad e hipocresía así por lo bajini y con aires de mosquita muerta. Buenas piernas, por cierto—son lo menos neorrealista de la película.
Así que, sí: en conjunto una película sobre el pringue moral del aborto—además de otras cosas como el idealismo mal orientado, la hipocresía bajo las tiranías, etc. La chica empieza diciendo que estaba de dos meses, luego resulta que eran cuatro—el abortero sube el precio, al ser entonces ya "asesinato" segun las leyes rumanas. Pero todo era vaguedad sobre las fechas: nadie sino el título, la voz autorial de la película, nos dice eso tan preciso de "4 meses, 3 semanas y 2 días". Lo cual implica un cierto comentario, una llamada de atención al fetillo muerto, una atención que quieren evitar tanto Gabita como Otilia, pero que queda subrayada durante uno de esos planos atípicos y no hollywoodienses—en el que Otilia va a por algo para envolver al feto, pero la cámara se queda enfocándolo inmóvil, mostrándonos sus bracillos y su cara cubierta de cuajarones de sangre—señalando así a la manera directa y eficaz de la película que ésta es la historia de Otilia, una chica que abre los ojos, pero también, como no, la de otro que no llegará a abrirlos, en parte gracias a la colaboración prestada por Otilia no se sabe muy bien por qué.
4 meses, 3 semanas y 2 días. Director: Cristian Mungiu. Interpretes: Anamaria Marinca, Laura Vasiliu, Vlad Ivanov, Alex Protocean... Rumania, 2007.
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