Treinta años después nos siguen vendiendo la versión oficial del Golpe, recalentada y lista para el consumo de nuevas generaciones. En Radio Nacional, claro, y en la SER, faltaría más... pero hasta Carlos Herrera nos recuerda (por si nos fallaba la memoria) que el golpe lo paró el Rey —oye, un dato que se ha dicho poco al parecer.
Pues hala, a celebrar. Aquí hay más lectura y auditura al respecto.
"Narratología del 23-F."
"Ills Like White Elephants."
"23-F, la verdad."
"Vislumbrando más sobre el 23-F."
"El discurso del Rey."
"La versión extraoficial del 23-F."
Un debate de ayer noche:
Y otro de hoy:
PS- Oigo por Radio Nacional que hace diez años uno de cada tres españoles decía tener algún recuerdo claro del 23-F veinte años después. Y que, sorprendentemente, ahora es uno de cada DOS españoles el que dice tener algún recuerdo claro de ese día. Sobre este tema del efecto de los acontecimientos colectivos en la memoria escribí ya algo en "Narratología del 23-F." Está claro que el coro social de recuerdos ayuda a mantener los recuerdos individuales, a reavivarlos, o a inventarlos en caso necesario donde no los había. En la radio interpretaban esto como el efecto de una decisión colectiva de los españoles de recordar esta fecha, como un acontecimiento simbólico.
Yo distinguiría dos ingredientes en este tema del recuerdo del 23-F. Uno, la mitificación de los acontecimientos y la creación de un símbolo con abundantes ingredientes ficcionales: el Rey ganándose la corona con sus propias fuerzas, los españoles rechazando el franquismo, enviando a la cárcel a los franquistas, haciendo suya la Democracia, etc. El relato oficial del 23-F, en suma, que es el que (en tanto que públicamente aceptado) genera una verdad colectiva a la que la gente viene a sumarse. El "yo estaba allí", "yo me acuerdo", viene a ser una participación simbólica del ciudadano en esta construcción colectiva de la identidad nacional, y sería el lado digamos "positivo" (a pesar de las muchas medias verdades o silencios interesados) que tendría esta persistencia del 23-F.
El lado negativo es, claro, el de las mentiras, secetos, cintas ocultas, medias verdades y malas memorias. Sería el lado por el cual el 23-F no es una fiesta de la democracia (escenificada por el lenguaraz Bono), recordada con gusto, sino un acontecimiento traumático—no sólo en lo que fue, sino en lo que ha continuado siendo por los engaños acumulados en su derredor. Un trauma mal curado, un return of the repressed, que viene y viene otra vez, junto con la fiesta, alimentado cada vez que sale a la luz un secretillo más, o se pilla una contradicción más en la versión oficial. Los secretos mal guardados y los traumas persistentes son también un generador de memoria colectiva.
Así que los dos aspectos—el trauma de la manipulación política, y la fiesta de la democracia, van entremezclados en la memoria colectiva del 23-F.
Yo distinguiría dos ingredientes en este tema del recuerdo del 23-F. Uno, la mitificación de los acontecimientos y la creación de un símbolo con abundantes ingredientes ficcionales: el Rey ganándose la corona con sus propias fuerzas, los españoles rechazando el franquismo, enviando a la cárcel a los franquistas, haciendo suya la Democracia, etc. El relato oficial del 23-F, en suma, que es el que (en tanto que públicamente aceptado) genera una verdad colectiva a la que la gente viene a sumarse. El "yo estaba allí", "yo me acuerdo", viene a ser una participación simbólica del ciudadano en esta construcción colectiva de la identidad nacional, y sería el lado digamos "positivo" (a pesar de las muchas medias verdades o silencios interesados) que tendría esta persistencia del 23-F.
El lado negativo es, claro, el de las mentiras, secetos, cintas ocultas, medias verdades y malas memorias. Sería el lado por el cual el 23-F no es una fiesta de la democracia (escenificada por el lenguaraz Bono), recordada con gusto, sino un acontecimiento traumático—no sólo en lo que fue, sino en lo que ha continuado siendo por los engaños acumulados en su derredor. Un trauma mal curado, un return of the repressed, que viene y viene otra vez, junto con la fiesta, alimentado cada vez que sale a la luz un secretillo más, o se pilla una contradicción más en la versión oficial. Los secretos mal guardados y los traumas persistentes son también un generador de memoria colectiva.
Así que los dos aspectos—el trauma de la manipulación política, y la fiesta de la democracia, van entremezclados en la memoria colectiva del 23-F.
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PS, 2021. Diez años después, la cosa no ha mejorado; si acaso empeora con el autoexilio del corrupto rey Juan Carlos—según Herrera en Cope, "el elefante blanco que salvó la democracia". Si es que hay que joderse vivo. Este país está podrido de falsedad. Los vídeos que puse por supuesto hace tiempo que desaparecieron; en el ecosistema de la charca podrida sólo sobrevive lo más adaptado al medio.
Lectura lacaniana del 11-M
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