Cinta en blanco y negro, de Michael Haneke, muy premiada, pero que a mí me ha decepcionado bastante (Das Weisse Band: Eine deutsche kindergeschichte). Aquí hay una reseña de Roger Ebert, siempre equilibrada como las suyas, y que expresa lo que seguramente viene siendo el consenso de la crítica, y la intención del director de la película. Algunos aspectos favorables de la película nos recuerdan a la logradísima Caché, del mismo director: el misterio cuidadosamente irresoluble, la expresión de tensiones psicológicas destructivas bajo una superficie de normalidad. Para mí no va tanto sobre "el origen del nazismo" como se dice por allí, como de la vida asfixiante en una pequeña comunidad donde todos conocen demasiado bien su puesto. Pero igual lo veo así porque soy de pueblo. Como dice Roger Ebert, si este ambiente sofocante de puritanismo hubiese de interpretarse como la antesala del nazismo, todos seríamos nazis. Y bueno, en toda pequeña comunidad cuidadosamente examinada se cuecen habas: tanto más en un pueblo como el de la película, tan dominado por la figura feudal del barón y los próceres locales. Es como si nos presentase el director la otra cara de la moneda de Ordet, de Dreyer, a la que recuerdan sus imágenes y ritmo muchas veces: hay aquí la misma presión religiosa y vida ordenada en la pequeña comunidad, pero vemos también el coste efectivo en opresión y violencia—de tanta pureza y simplicidad. La presión excesiva ha de salirse por las costuras. La violencia cazurra de los niños pasa aquí sin transición a los abusos ocultos de los mayores. Por otra parte, observando los niños de este pueblo, entre la normalidad y los Midwich Cuckoos, podemos ser víctimas—el maestro que percibe y narra la historia, el director Haneke, y nosotros mismos—de la falacia del hindsight bias, impactados por la experiencia del nazismo (esto parece que ha sido determinante en la carrera de triunfos de la película, un tanto errónea creo). Es decir: como luego prendió el nazismo en Alemania, en este pueblo han fumao. Y estas intrepretaciones causa efecto con retrospectivas... pueden ser también muy engañosas. Defectos de la película: demasiado larga. Lenta. Escenas demasiado detenidas. Cine europeo de los años setenta al cuadrado. Me recuerda a las de Wajda. Ironía del director al mostrarnos personajes irritantes o apocados, aplastados por su situación, o atrapados masoquistamente en ellas, sin darnos una salida emocional satisfactoria—lo cual sí expresa la tensión interior de los personajes, o la recrea miméticamente en el espectador, pero no es una experiencia agradable en el cine. Es molesto también el cruce de los puzzles irresolubles de Haneke con lo que debería ser o parece ser una historia contada al modo realista. Para que los autores de los crímenes sean misteriosos, o indeterminables (no parece haber uno sólo, sino una serie de actos diversos que se juntan en una atmósfera opresiva, en la mente del maestro)—para que se produzca eso, digo, hay personajes que no actúan coherentemente. Queda sin explicar que los niños no sepan quién los agredió, o más bien queda raro que no se explique por qué no lo saben, o que no lo explican. Más inexplicable es la desaparición de la comadrona, tras decir que había descubierto al culpable—pues tal como quedan las cosas se vuelve ella misma altamente sospechosa para el espectador. La reacción del maestro, a la vez sospechando de los niños del pueblo, y sin investigar suficientemente la desaparición de médico y comadrona, no parece muy razonable, y resulta más que nada desorientadora para el espectador que se deje llevar por la narración de este personaje. Para estar tan interesado en el tema, parece inconsistente que no informe mejor sobre qué sucedió después con la comadrona y su hijo, si realmente eran una clave. Y así se crea una sensación de investigación cerrada de mala manera. En suma, que quizá tengamos una narración a través de un testigo limitado, demasiado limitado, y que limita de hecho nuestra comprensión de lo que en realidad sucede, y el aprovechamiento e ilustración que se pudiera sacar de ello. La responsabilidad de interpretar se le pasa así al espectador... pero oiga, que nosotros no vivimos en ese pueblo, y nos faltan materiales. Ya tenemos el nuestro, donde tampoco todas las cosas son comprensibles.
sábado, 23 de enero de 2010
La cinta blanca
Cinta en blanco y negro, de Michael Haneke, muy premiada, pero que a mí me ha decepcionado bastante (Das Weisse Band: Eine deutsche kindergeschichte). Aquí hay una reseña de Roger Ebert, siempre equilibrada como las suyas, y que expresa lo que seguramente viene siendo el consenso de la crítica, y la intención del director de la película. Algunos aspectos favorables de la película nos recuerdan a la logradísima Caché, del mismo director: el misterio cuidadosamente irresoluble, la expresión de tensiones psicológicas destructivas bajo una superficie de normalidad. Para mí no va tanto sobre "el origen del nazismo" como se dice por allí, como de la vida asfixiante en una pequeña comunidad donde todos conocen demasiado bien su puesto. Pero igual lo veo así porque soy de pueblo. Como dice Roger Ebert, si este ambiente sofocante de puritanismo hubiese de interpretarse como la antesala del nazismo, todos seríamos nazis. Y bueno, en toda pequeña comunidad cuidadosamente examinada se cuecen habas: tanto más en un pueblo como el de la película, tan dominado por la figura feudal del barón y los próceres locales. Es como si nos presentase el director la otra cara de la moneda de Ordet, de Dreyer, a la que recuerdan sus imágenes y ritmo muchas veces: hay aquí la misma presión religiosa y vida ordenada en la pequeña comunidad, pero vemos también el coste efectivo en opresión y violencia—de tanta pureza y simplicidad. La presión excesiva ha de salirse por las costuras. La violencia cazurra de los niños pasa aquí sin transición a los abusos ocultos de los mayores. Por otra parte, observando los niños de este pueblo, entre la normalidad y los Midwich Cuckoos, podemos ser víctimas—el maestro que percibe y narra la historia, el director Haneke, y nosotros mismos—de la falacia del hindsight bias, impactados por la experiencia del nazismo (esto parece que ha sido determinante en la carrera de triunfos de la película, un tanto errónea creo). Es decir: como luego prendió el nazismo en Alemania, en este pueblo han fumao. Y estas intrepretaciones causa efecto con retrospectivas... pueden ser también muy engañosas. Defectos de la película: demasiado larga. Lenta. Escenas demasiado detenidas. Cine europeo de los años setenta al cuadrado. Me recuerda a las de Wajda. Ironía del director al mostrarnos personajes irritantes o apocados, aplastados por su situación, o atrapados masoquistamente en ellas, sin darnos una salida emocional satisfactoria—lo cual sí expresa la tensión interior de los personajes, o la recrea miméticamente en el espectador, pero no es una experiencia agradable en el cine. Es molesto también el cruce de los puzzles irresolubles de Haneke con lo que debería ser o parece ser una historia contada al modo realista. Para que los autores de los crímenes sean misteriosos, o indeterminables (no parece haber uno sólo, sino una serie de actos diversos que se juntan en una atmósfera opresiva, en la mente del maestro)—para que se produzca eso, digo, hay personajes que no actúan coherentemente. Queda sin explicar que los niños no sepan quién los agredió, o más bien queda raro que no se explique por qué no lo saben, o que no lo explican. Más inexplicable es la desaparición de la comadrona, tras decir que había descubierto al culpable—pues tal como quedan las cosas se vuelve ella misma altamente sospechosa para el espectador. La reacción del maestro, a la vez sospechando de los niños del pueblo, y sin investigar suficientemente la desaparición de médico y comadrona, no parece muy razonable, y resulta más que nada desorientadora para el espectador que se deje llevar por la narración de este personaje. Para estar tan interesado en el tema, parece inconsistente que no informe mejor sobre qué sucedió después con la comadrona y su hijo, si realmente eran una clave. Y así se crea una sensación de investigación cerrada de mala manera. En suma, que quizá tengamos una narración a través de un testigo limitado, demasiado limitado, y que limita de hecho nuestra comprensión de lo que en realidad sucede, y el aprovechamiento e ilustración que se pudiera sacar de ello. La responsabilidad de interpretar se le pasa así al espectador... pero oiga, que nosotros no vivimos en ese pueblo, y nos faltan materiales. Ya tenemos el nuestro, donde tampoco todas las cosas son comprensibles.
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