martes, 3 de noviembre de 2009

Acumulando méritos



Los propios méritos son algo que los académicos tenemos muy cerca del corazón—algunos hasta el extremo de Poulantzas, aquel crítico marxista que se suicidó tirándose por la ventana abrazado a sus obras completas.

Los méritos hay que acumularlos y luego reacumularlos. Aparte de acumularlos por la vía de hacerlos, luego hay que acumularlos registralmente en carpetas y clasificadores y currícula. Pocas cosas más características de la vida académica que llevar un registro ordenado y ridículum bitte de los méritos so-called que han ido cayendo sobre la carrera de uno. Es una mezcla entre pesadilla y orgía egocéntrica—como es por obligación, se dice, pues se hace, y hasta se le saca gustillo. Es una incitación al ombliguismo. Un gustillo peligroso quizá–como cuando empecé yo a hacer the bibliography to end all bibliographies precisamente porque aborrecía las bibliografías, por quitármelas de enmedio para siempre... y luego seguí haciéndola toda la vida, previsiblemente.

Bueno, pues hoy me ha llegado noticia de una reseña de un volumen colectivo en el que participé el año pasado, Paradojas de la interculturalidad: Filosofía, lenguaje y discurso; publicada en Daímon: Revista Internacional de Filosofía no. 46 (2009). Reseña favorable, así que es indicio de calidad—al montón que va.

Llevo una semana especialmente dedicada al estudio y clasificación de mis méritos, más de lo habitual, porque del departamento nos han solicitado que presentemos nuestro currículum y méritos y justificantes aledaños, para ver si deciden si me asignan una asignatura a mí, o a otra profesora que la quería dar también. En otros departamentos esto se decide por categoría académica y antigüedad de los interesados, pero el nuestro, buscando la calidad, estableció esta normativa propia—posiblemente absurda en su aplicación, pero es la norma que tenemos.

Digo posiblemente absurda porque esta normativa convierte la elaboración del plan de ordenación docente en una especie de concurso de méritos, o de oposición múltiple. Gracias que no se ha aplicado nunca hasta ahora (aunque lleva vigente la norma más de diez años...) —y es que la mera idea de lo que podría pasar si a la gente le diese por pedir la asignatura que ha pedido el vecino, vamos... que sería un caos. De hecho aquí estamos a mitad de curso y con la docencia sin asignar todavía.

No deja de hacerme cierta gracia que sea yo precisamente el que estrene esta norma inaudita e inédita... cualquiera diría que en esta universidad todo lo que sucede por primera vez últimamente me viene sucediendo a mí. Bueno, la estreno como sujeto pasivo—que yo no he solicitado la misma asignatura que algún otro profesor más antiguo. (De hecho, aunque lo hiciese, no se aplicaría si el profesor era catedrático—que en todo hay clases, hasta en esta normativa). Lo que sí sé es que cuando comento con algún profesor de otro departamento estas cosas de las normativas propias de nuestro departamento—la exigencia de pertenecer a grupos de investigación, o esto de aplicar baremos para asignar la docencia, alucinan en colores.

—Desde luego vuestro departamento es de lo que no hay.

Porque podías tener todos los méritos del mundo, pero resulta que si no tenías la piedra filosofal de todos los méritos, la llave de todas las meritologías, el mérito meritorum que los activaba todos— que era la pertenencia a los grupos de investigación de los coordinadores, —pues si no tenías ése, todos los demás méritos no valían nada; ni te aplicaban baremo ni leches; eliminado de entrada, y como si querías tirarte por una ventana abrazado a tus clasificadores. Esto de los méritos prioritarios con truqui parecía lógico y razonable—y en la Matrix departamental lo sigue pareciendo, sólo que llegó la cosa al juzgado y allí la prohibieron, menos mal. También eso me pasó a mí por primera vez.

Bueno, voy a ver si encuentro algún mérito más detrás de alguna esquina, y algo habremos hecho por currarnos el currículum.

Autobombo Project

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