jueves, 9 de junio de 2016

Retropost #987 (9 de junio de 2006): Monólogo sobre mis monólogos



Al hilo del post anterior, aún añadiré alguna reflexión más sobre los choques entre las tradiciones universitarias y la existencia de la web, y más en concreto de los blogs. Esto va cambiando día a día, claro, pero en principio se trata de dos ámbitos de la realidad que se tocan lo menos posible (un poco como si les diese asquito). Y eso que Internet se desarrolló en las universidades. Claro, toda universidad tiene su página web, y ahora ya todo departamento, etc. Pero mientras la cosa vaya en un sentido unidireccional (de emisor Universidad a receptor Público) aún vamos bien. Peligra más el aura académica, o incluso el orden público de la academia, cuando hay posibilidad de feedback, intercambio de ideas: los foros y los blogs allí son bastante más revolucionarios que las páginas web institucionales y magistrales. 

En la Universidad de Zaragoza ya he criticado el funcionamiento del supuesto foro llamado Rincón de Opinión, en el cual han desaparecido como en un sumidero la mayoría de las opiniones que he vertido, sin respuesta ni aclaración por parte de los editores. En fin, espero que otras personas tengan mejores experiencias que yo. Blogs institucionales no parece que los vaya a haber, de momento, dado el recelo que hay ante la opinión. Y no precisamente porque la gente se mate por opinar, ése parece ser el tema precisamente, un exceso de prudencia y sabiduría llevado hasta la parálisis. 

Yo llevo opinando así en plan monólogo desde 2004, en una época bastante movidita para nuestra disciplina: con reformas de planes de estudios, amenaza de supresión de nuestra titulación, cambios de estatutos y reglamentos, etc. He sido de las personas más activas en opinar sobre la situación de la Filología Inglesa y el proceso de reforma de su titulación. Y mi blog no anda mal de visitas, para lo que da el panorama: unas cien visitas diarias en la primera fase, y últimamente 400-500 casi todos los días. Ahora bien, me extraña como decía el otro día la escasez de comentarios en relación al número de visitas. Y aún me extraña más otra cosa: que jamás (que yo recuerde) haya hecho ningún comentario ningún colega, y muy escasos estudiantes (si alguno, que no estoy seguro del todo). Esto es extraño. Y desde luego, no cabe sino proclamar el fracaso absoluto del blog como herramienta de diálogo a nivel profesional. No digo de los blogs, sino del mío: quizá por mi tono irritante y autosuficiente, aunque la mitad sea de broma (siempre está la mitad indeseable); quizá por hiperprudencia del personal. . . no sé. La verdad es que me resulta un poco pasmante. Quizá me equivoco y muy pocos colegas conocen mi blog, por otra parte; entra dentro de lo posible. Sin comentarios, no es fácil saberlo. 

Hay que decir que la profesión anglística no es muy dada en general a opinar ni a conversar sobre cuestiones profesionales en público. De las listas de distribución que se usan, la de Estudios Ingleses Ya, quizá por ser circunstancial, no ha acabado de cuajar y es muy poco usada. La de AEDEAN lleva años, y es prácticamente un tablón de anuncios para publicaciones, cursos y calls for papers. Pocas personas la han usado para intercambiar ideas sobre la profesión. Quizá yo el que más, y otros más o menos azuzados por mi ejemplo; pero no acaba de cuajar. Como digo, demasiada poca opinión allí, si pensamos en lo que podría ser. En Granada se abrió una página en defensa de Filología Inglesa, con un foro, donde tampoco participaba nadie; el blog abierto por los alumnos en Córdoba tampoco ha cuajado. 

No hay ganas de opinar en público (¡ni siquiera anónimamente!), o no hay opiniones. Es curioso.

- O sintomático, más que curioso - me dicen. - Yo creo que es sintomático de que no se valora la opinión. No se considera que tenga ningún valor de por sí la opinión de nadie. En todo caso, se considerará a alguien prepotente por atreverse a opinar, como si su opinión pudiese ser de interés para alguien. Esto es típico de los clubs cerrados, y los pequeños corrillos, donde no hace falta decir las cosas porque se dan por sobreentendidas, y donde la gente no tiene la misma capacidad de opinar. Para algunos no es necesario hablar, y para otros es más prudente no hacerlo.
 
PS.: Como contraste ambiental, compárese la Declaración de Zaragoza sobre bitácoras y derecho, por ejemplo este párrafo:

Por último constatamos que las bitácoras personales se presentan como una herramienta fundamental para el desarrollo de la democracia participativa y para la necesaria interrelación entre la administración y los ciudadanos, en los mecanismos de participación ciudadana, transparencia de la gestión pública y acceso a la información.



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