jueves, 22 de abril de 2010
De oposiciones
Por alguna razón, bajo las antiguas leyes y estatutos universitarios no me tocó jamás estar en un tribunal de oposiciones ("concursos" los llaman). Aunque había bombo para sortearnos, no se sabe si real o mítico, resulta que mi bolita debía ser muy gordita, y no pasaba nunca por el tubo. Con el cambio de leyes a la LOU y a la LOMLOU y demás, y la autonomía total ya de las universidades y su rarefacción absoluta, ya pensaba yo que no me iba a tocar en toda mi carrera, lo de estar en una oposición. (Y poca pena que tenía– hay quienes se crecen en un tribunal, sobre todo presidiéndolo, pero yo prefiero buscar mis expansiones egóticas por otro lado).
Pero resulta que no: sigue existiendo el Bombo de las Oposiciones... Hay universidades que, aun con sus nuevos estatutos y las ricas posibilidades que abren a la endogamia, han establecido procedimientos de designación de tribunales menos endogámicos que los de la la nuestra. En la nuestra, se propone a los miembros del tribunal, normalmente por afinidades y buena sintonía con el Departamento y con las fuerzas vivas que apadrinan o promueven la plaza, y al emplazado. Pero parece que en algunas universidades, y la de Santiago de Compostela está entre ellas, aún recurren al sorteo impersonal entre todos los profesores del área de conocimiento, para formar el tribunal. Al menos lo hacen para nombrar algún miembro. (Imagínense, recurrir al área de conocimiento–ese concepto desfasado y desacreditado. Si es que dicen que en Galicia se lleva lo tradicional...).
Así que, con ganas o sin ganas, a Galicia que me voy en un par de semanas. Me acercaría a ver mis propiedades allí, de paso, pero lo cierto es que hasta ahora Hacienda no me ha descubierto ninguna, ni yo tampoco.
Por cierto, un chiste oposicional que he oído hoy, sobre el honrado presidente del Congreso, Bono, y sus crecientes fortunas y fincas:
—¿En qué se parece Bono al aloe vera?—¿? Me lo diga.
—Pues en que cuanto más le investigan, más propiedades le descubren.
Iré en tren. El avión he decidido ignorarlo. Hale, a Galicia otra vez, que la veo poco. Igual me quedo allí, en una de éstas. Pero no será opositando... Lo que es a una oposición me parece que no me vuelvo a presentar yo: si le tengo repelús al asiento del tribunal, al del opositor ya va convirtiéndose en fobia. Así que no accederé al Cuerpo de Catedráticos, snif. Me conformaré con estar en la oposición.
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