Capítulo 6 de la segunda parte de la Historia General Índica de Pedro Sarmiento de Gamboa (1572), recogido en Crónicas Fantásticas de las Indias.
Como estas naciones bárbaras de indios carecieron siempre de letras, no tuvieron cómo poder conservar los monumentos y memorias de sus tiempos, edades y mayores vera y ordenadamente. Y como el demonio, que siempre procura el daño del linaje humano, viese a estos desventurados fáciles en el creer y tímidos para obedecer, introdújoles muchas ilusiones, mentiras y fraudes, haciéndoles entender que él los había creado al principio, y que después, por sus maldades y pecados, los había destruido con diluvio y los había tornado a crear y dádoles comidas y modos de conservarse. Y como por ventura antes tenían alguna noticia, que de boca en boca hasta ellos había llegado, de sus primogenitores, de la verdad de lo pasado, y mezclándola con los cuentos del demonio y con otras cosas que ellos mudarían, compodrían y añadirían, como suele hacerse en todas las naciones, hicieron una ensalada graciosa, aunque notable en algunas cosas para los curiosos que saben considerar y discurrir por las cosas humanas.
Una cosa se debe notar entre otras muchas, que las cosas que aquí van notadas por fábulas, como lo son, ellos las tienen por tan verdades como nosotros las de fe, y como tales las afirman y confirman unánimes, y las juran, aunque ya por la misericordia de Dios algunas van abriendo los ojos y conociendo lo que es cierto y lo que es falso acerca de estas cosas. Mas, pues hemos de escribir lo que ellos dicen y no lo que nosotros entendemos en esta parte, oigamos lo que tienen de sus primeras edades, y después vendremos a la envejecida y cruel tiranía de los incas tiranos, que tantos tiempos tuvieron opresos estos reinos del Perú. Todo lo cual por mandado del excelentísmo don Francisco de Toledo, virrey de estos reinos, yo he inquirido con suma diligencia, de tal manera que se puede esta historia llamar probanza averiguada, por la generalidad de todo el reino, viejos y mozos, incas y tributarios indios.
Dicen los naturales de esta tierra, que en el principio, o antes que el mundo fuese creado, hubo uno que llamaban Viracocha. El cual creó el mundo oscuro y sin sol ni luna ni estrellas. Y por esta creación le llamaron Viracocha Pachayachachi, que quiere decir "creador de todas las cosas". Y después de creado el mundo formó un género de gigantes disformes en grandeza, pintados o esculpidos, para ver si sería bueno hacer los hombres de aquel tamaño. Y como le pareciesen de muy mayor proporción que la suya, dijo:
—No es bien que las gentes sean tan crecidas. mejor será que sean de mi tamaño.
Y así creó los hombres a su semejanza, como los que ahora son, y vivían en oscuridad. A estos mandó el Viracocha que viviesen sin se desavenir, y que le conociesen y sirviesen. Y les puso cierto precepto que guardasen, so pena que, si lo quebrantasen, los confundiría. Guardaron este precepto, que no se dice qué fuese, algún tiempo. Mas como entre ellos naciesen vicios de soberbia y codicia, traspasaron el precepto del Viracocha Pachayachachi, que, cayendo por esta transgresión en la indignación suya, los confundió y maldijo. Y luego fueron unos convertidos en piedras y otros en otras formas; a otros tragó la tierra y a otros el mar; y, sobre todo, les envió un diluvio general, al cual ellos llaman unu pachacuti, que quiere decir "agua que trastornó la tierra." Y dicen que llovió 60 días y 60 noches, y que se anegó todo lo creado, y que solo quedaron algunas señales de los que se convirtieron en piedras, para memoria del hecho y para ejemplo a los venideros, en los edificios de Pucara, que es 60 leguas del Cuzco.
También dicen algunas naciones, fuera de los cuzcos, que se salvaron de este diluvio algunos para propagación del siglo venidero. Y en cada nación hay fábula particular, que ellos cuentan, de cómo sus padres primeros, después del diluvio, se salvaron de las aguas. Y para que se vea el orden que tienen en sus ceguedades, pondré una sola, de la nación de los cañaris, tierra de Quito y Tumipampa, 400 leguas del Cuzco y más. Dicen que en tiempo del diluvio unu pachacuti, en la provincia de Quito, en un pueblo llamado Tumipampa, estaba un cerro llamado Guasano, y hoy lo muestran los naturales de aquella tierra. En este cerro se subieron dos hombres cañaris, llamados el uno Ataorupagui y el otro Cuscayo y, como las aguas iban creciendo, el monte iba nadando y sobreaguando de tal manera, que nunca fue cubierto de las aguas del diluvio. Y así los dos cañaris escaparon. Los cuales dos, que hermanos eran, después que el diluvio cesó y las aguas se bajaron, sembraron. Y como un día hubiesen ido a trabajar, cuando a la tarde volviesen a su choza, hallaron en ella unos panecitos y un cántaro de chicha, que es brebaje que en esta tierra se usa en lugar de vino, hecho de maíz cocido con agua; y no supieron quién se lo había traído. Y por ello dieron gracias al hacedor y comieron y bebieron de aquella provisión. Y otro día les fue enviada la misma ración. Y como se maravillasen de este misterio, codiciosos de saber quién les traía aquel refrigerio, escondiéronse un día para espiar quién les traía aquel majar. Y estando aguardando, vieron venir dos mujeres cañaris y guisáronles la comida y pusiéronsela donde solían. Y queriéndose ir, los hombres las quisieron prender, mas ellas se escabulleron de ellos y se escaparon. Y los cañaris, entendiendo el yerro que habían hecho en alborotar a quien tanto bien les hacía, quedaron tristes y pidiendo al Viracocha perdón de su yerro. Le rogaron que les tornase a enviar aquellas mujeres a darles el mantenimiento que solían. Y el hacedor se lo concedió, y tornando otra vez las mujeres, dijeron a los cañaris:
—El hacedor ha tenido por bien de que tornemos a vosotros, porque no os muráis de hambre.
Y les hacían de comer y servían. Y tomando amistad las mujeres con los hermanos cañaris, el uno de ellos hubo ayuntamiento con la una de las mujeres. Y como el mayor se ahogase en la laguna, que allí cerca estaba, el que quedó vivo se casó con la una y a la otra tuvo por su manceba; en las cuales hubo 10 hijos, de los cuales hizo dos parcialidades de a cinco y, poblándolas, llamó a la una parte Hanansaya, que es lo mismo que decir el bando de arriba, y al otro Hurinsaya, que significa el bando de abajo. Y de aquellos se procrearon todos los cañaris que ahora son.
Y así, de esta manera, las demás naciones tienen fábulas de cómo se salvaron algunos de su nación, de quien ellos traen origen y descendencia. Mas los incas y la mayor parte de todos los cuzcos y gentes que acá son entre ellos tenidos por de más saber, no dicen que escapó nadie del diluvio, sino que el Viracocha tornó a hacer y crear hombres de nuevo, como abajo diré.
Mas una cosa es averiguada en todas las naciones de estas partes, que tienen y hablan todos de una manera y por muy común del diluvio general, y por eso le llamaron unu pachacuti. De donde entenderemos claro que si acá en estas partes hay memoria del gran diluvio general, que en la primera edad del mundo fue poblada esta gran masa de las islas flotas que después se llamaron Atlánticas, y ahora se llaman Indias de Castilla o América, y que luego inmediatamente tras el diluvio se tornó a poblar, aunque lo cuentan por diferentes términos de los que la verdadera escritura nos lo muestra. Y esto sería por providencia divina hecho por medio de las primeras gentes viniéndose por la tierra de la isla Atlántica, que era firme con esta, como es dicho antes. Y pues los naturales, aunque bárbaros, dan razón de su antiquísima población, señalando el diluvio, no hay necesidad de desvanecerse los escritores en sacar conjeturas de autoridades para deducir este principio. Mas porque vamos siguiendo lo que ellos cuentan de la segunda edad después del diluvio, relatarla hemos en el siguiente capítulo.
Tradiciones orales nativas americanas
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