O: el Ebro pasa por Biescas, al menos según Miguel de Unamuno. Del artículo "La selección de los Fulánez", donde Unamuno denuncia nuestra "fatal tendencia itineraria", la propensión mental a convertir en un trayecto lineal los fenómenos que se representarían mucho más adecuadamente con una estructura en red o en árbol:
En realidad, eso de la transmisión en línea masculina del apellido paterno es una convención que induce a errores, porque José López, hijo de Pedro López, hijo a su vez de Martín López y éste hijo de Manuel López, y el Manuel de Tomás, no es más descendiente de este Tomás López, su tatarabuelo, que de Rufino Rufilanchas, otro de sus ocho tatarabuelos, y esto despreciando en el cálculo a las hembras, que no es poco despreciar.
Sucede con esto como con los ríos: que se empeñan los manuales en que tengan una sola fuente, como si no nacieran de toda una cuenca; y así enseñan que el Ebro nace en Fontibre, cerca de Reinosa, como si no naciese lo mismo en casi toda la vertiente española de los Pirineos. Al llegar a Tortosa es tan Cinca, Segre, Erga, Gállego, etcétera, como Ebro.
Lo que va acrecentando el Ebro en cada casamiento con otro confluente no es tanto su caudal acuoso como su nombre. Cada sobrevivencia de éstas le pone en mejores condiciones de sobrevivir en el próximo encuentro. ¡Y aquí sí hay que estudiar, amigos sociólogos!
Y aquí conviene advertir que esta representación lineal de la genealogía humana o fluvial se fomenta con la fatal tendencia itineraria de nuestro espíritu, tendencia que nos lleva a representarnos linealmente los procesos ramificados, ó, más bien, tejidos en complicadísima urdimbre. ¿Qué otra cosa que fruto de esa tendencia mental itineraria es el figurarnos las opiniones políticas en serie lineal, desde la que llamamos más avanzada, el anarquismo, hasta la que se nos antoja más retrógrada, el integrismo? De esta representación serial nace aquella inmensa tontería de que los extremos se tocan. ¡Efecto acaso todo esto en gran parte de nuestra educación con antojeras, que nos impiden ver los senderos y veredas que, festoneados de verdura y fronda, parten del camino de herradura por que nos guían, a la vez que abocan a él! Pero no debo abusar yo tampoco de mis tendencias ramificantes, y aun de vagabundeo y divagación, y sin andarme en ires y venires, a diestro y siniestro, como perro de ojeo, me vuelvo al carril; quiero decir , que voy a ver si atrapo el hilo central de mi tan festoneada disertación. Pero antes permítaseme exclamar por vía de desahogo: ¡Cuán grata me es, ay, la errática divagación sugestiva, y cuán insoportable la metódica disertación instructiva!
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