viernes, 27 de marzo de 2020

Censura Universal


José Fernández Sánchez, en su Historia de la Bibliografía en España, escribe como sigue de Nicolás Antonio (1617-1684), el gran bibliógrafo español del siglo XVII.


... decidió componer una extensa obra bibliográfica, que llevaría el título de "Censura Universal o juicio crítico de todos los escritores antiguos y modernos". Más tarde tomó la sabia decisión de reducir los marcos de la bibliografía a los escritores españoles desde la época de Octavio Augusto hasta mediados del siglo XVII. Aun en estos límites, la obra sería por su envergadura muy superior a las bibliografías existentes (...). En 1672,  Nicolás Antonio editó en Roma en dos infolios la "Bibliotheca Hispana Nova", donde registraba a los escritores españoles que florecieron entre 1500 y los años del autor. Dejó sin concluir, aunque muy avanzada, la "Bibliotheca Hispana Vetus" (...).

Para todos los que en España han hecho bibliografía, la obra de Antonio se convirtió en patrón, en modelo, en punto de mira. No sólo por su metodología totalmente nueva, que la coloca en el más alto lugar entre todas las bibliografías nacionales hechas por un solo autor, sino por la enorme cantidad de datos biográficos y literarios, que tres siglos después sigue siendo de consulta imprescindible. 

Él fue capaz de realizar su magna empresa porque a una predisposición natural agregó una sólida formación humanística, sensibilidad literaria, perseverancia, y honestidad científica. No poca importancia tiene el sentido de la oportunidad y el saber calcular el tiempo, pues Nicolás Antonio invirtió en su obra treinta y cinco años largos. Son incontables los repertorios que prometían ser útiles, pero se quedaron a mitad de camino porque su autor, desconociendo cómo se gesta una bibliografía, no previó la duración de la obra y las dificultades para culminarla.

(José Fernández Sánchez, Historia de la Bibliografía en España, Madrid: Compañía Literaria, 1994, p. 60, 65)

En este año de 1994 es precisamente cuando hice yo la primera edición en red y en precario de mi propia Bibliografía de Teoría Literaria, Crítica y Filología, a la que a veces llamo Clave de Todas las Mitologías, aunque no sé si la empiece a llamar Censura Universal.

No sé a partir de cuándo empiece a contar, pero si cuento desde 1990 cuando estaba ya en plena faena, llevo ya más de treinta años haciendo esta bibliografía. Ya estoy alcanzando a Nicolás Antonio, en tiempo y también en espacio.
 
Había empezado yo a recopilar referencias desde principios de los 80, sobre todo con vistas a la elaboración de mi tesis doctoral que leí en 1988, y más sistemáticamente, ya clasificándolas por autores y temas, a partir de ese año, en el piso de la calle Albareda. Primero en disketes, luego en disco duro. La imprimí en dos gruesos volúmenes, un palmo de estante, para mi examen de titularidad en 1992.

Diez años después, para una oposición de cátedras que no gané, ya renuncié a imprimir toda la bibliografía, pero una impresión superficial y encuadernación en pasta tenía este aspecto:
La Bibliografía I

Desde entonces, desde el feliz 2002 digo, se ha duplicado o triplicado su tamaño, no sabría decir. Sí me parece que si la imprimiese llegaría al techo dos veces, en su vigésimo quinta edición, la de este año, en su nueva y magullada ubicación:
http://personal.unizar.es/garciala/bibliography.html

En tiempos me gustaba calcular que cada página que añadía a la bibliografía era proporcionalmente más insignificante, a medida que crecía el total, y que así mi trabajo iba gradualmente perdiendo sentido (entiéndase, el sentido que pudiera haber tenido) e iba tendiendo a cero, en forma de asíntota inflexible.

Entonces, inesperadamente, con Google y la Web 2.0, empezaron a aparecer fragmentos elegidos de la bibliografía por aqui y por allá, bibliografías sobre tal autor o sobre tal tema, y en lugar de "una publicación" tuve "cientos de ellas" sin comerlo ni beberlo.  Trabajo me costó tomar nota de esas numerosísimas y evanescentes publicaciones, e incluirlas a su vez en la bibliografía.

Ahora, en una fase todavía posterior, parece ir desapareciendo del mundo (o tendiendo a cero, en forma de asíntota inflexible, etc.) el interés por la literatura, la teoría literaria y la crítica, los libros y qué decir de las bibliografías y la filología.   El mundo está raro, y va derivando a cosas más raras (digo esto enclaustrado en mi casa por la pandemia universal). Todo va perdiendo sentido, el sentido que tuvo o pareció tener. Pero aquí seguimos, por costumbre, inaugurando, por ejemplo, la sección bibliográfica sobre el Coronavirus—al menos hasta que éste nos alcance.








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