Veinte años de Web
Hace esta semana veinte años que Tim Berners-Lee hizo el primer esbozo de lo que sería la World Wide Web mientras trasteaba con ordenadores en el CERN, cosa que no le pagaban para hacer. O sea, en 1989... tardaría un poquito en ser eficaz, claro, hasta que hubo páginas por aquí y por allá. También hizo Berners-Lee la primera página web, que era (dicen) el primer blog, porque lo que contenía eran actualizaciones de cosas que se hacían por Internet.
¿Y qué hacías tú en el 89? Bueno, yo lo empecé, supongo, celebrando la nochevieja... pero pronto me volví a Estados Unidos, donde estaba haciendo un máster en Brown University. Allí tampoco conocían la web, pero en cambio ya existía en Brown una intranet de ordenadores conectados entre sí, y donde llevaban trabajando de modo pionero Theodor Nelson, George Landow y otros desarrollando sistemas hipertextuales; Nelson fue el que inventó el término "hipertexto", la h de html; y un centro de computación le dedicaron allí.
Allí en Brown empleaban mayormente Macs, como el que me acababa de comprar yo en España para hacer la tesis, sólo que esos tenían disco duro, algunos por lo menos. Aún me acuerdo de que en los otros había que meter primero el sistema con un "Ram-disk" (el del departamento se llamaba "Ram Dick", qué sucias mentes), y te lo iba pidiendo a veces, a menos que te comprases una unidad de disco externa, que pronto lo hice. Pero no te librabas de ir metiendo según necesidades la docena de disquetes en los que tenías la tesis distribuida... a veces varias veces varios discos, antes de hacer una simple operación cualquiera como cortar y pegar algo. Uf, venimos de lejos... y eso que el Mac ya era una maravilla comparado con esos pecés de pantalla negra y letras verdes que tenías que escribir todo el texto con etiquetas de formato incluidas, qué cruz.
En Brown entonces ví lo primero que se parecía a una red de ordenadores, y también los primeros hipertextos. Tenían un Hypertext Project en el centro de semiótica, con cosas derrideanas y demás, para que pareciese aún más difícil de lo que era eso del hipertexto. Y George Landow estaba desarrollando la Victorian Web y la Dickens Web, claro que entonces no era un hipertexto distribuido entre muchos ordenadores, sino contenido en uno, o en varios, vamos, pero directamente cableados entre sí. Del wifi no oiría hablar nadie en muchos años, claro.
Supongo que la WWWeb debió llegar a Brown por la vía rápida, pero de eso ya no me enteré. Para entonces ya estaba yo en España otra vez, con mis macs Q3, empezando a hacer, aunque no lo sabía aún, mis propios hipertextos Q3, la bibliografía de teoría y crítica, con vistas a la oposición y demás—ya era electrónica, la bibliografía, en Word como sigue siendo ahora... pero entonces el ordenador me parecía sólo un medio, un medio para llegar a la versión impresa, no un medio de difusión. Es que la colección de disquetes en que llevaba la bibliografía no era presentable... por entonces aún no se grababan los textos en CD, que acababan de aparecer hace poco los CDs para la música, y gracias. O yo, por lo menos, no tenía ordenador que pudiese grabar CDs. Por esos años me empecé a enterar de que "los de Ciencias", como mi hermana Berta, se comunicaban ya por correo electrónico en nuestra propia Universidad—pero ay, no en nuestro departamento, que estábamos sin cablear. Así que con la Dra. Penas, que acababa de aparecer por Zaragoza, nos fuimos al Centro de Cálculo a decir que nosotros también queríamos estudiar en esa rama, digo, en ese pupitre para blancos. Y sí, tomaron nota; no sé si sería por eso, pero poco después nos instalaron unas tomas de Ethernet en los despachos, y bingo, ya teníamos email, que si no era la Web, al menos era Internet más texto, y qué más quieres de momento. La revolución iba tan deprisa que ni nos enterábamos.
Bien, pues fue creciendo la bibliografía y hablando del tema con un estudiante muy puesto en cuestión de ordenadores, Sergio Salvador, me dijo allá por el año 95 que se podía colgar en Internet, de modo que se pudiese ver desde cualquier ordenador que se conectase al servidor. Era un servidor del Centro Politécnico Superior, que eran los que se dedicaban a estas cosas... (por algo tienen allí un edificio dedicado a Ada Byron)—Y con el programa Fetch, el del perrito, y cuatro instrucciones que me dio Sergio (¡gracias!) allí que me colgué la bibliografía. Uf, igual sigue allí la versión prehistórica, en alguna carpeta de basura varia de servidores viejos... espero que la hayan tirado. Era una versión impresentable e inutilizable, supongo (bueno, muchos dicen que sigue siendo inutilizable...) —era, y es, una mera acumulación de archivos de texto. Le faltaba la web para hacerla bien localizable y manejable. Y eso me enseñó Luis Julve a hacerlo, en el 96 creo: la portada de la bibliografía fue mi primera página web. Para entonces ya había servidor de internet en nuestra propia Facultad, y allí planté la siguiente versión de la bibliografía, y mi primera incursión en la Web. Me recomendó Luis Julve el programa Adobe PageMill, y aún lo sigo teniendo, aunque he pasado por otros editores de texto y los que pasaré aún... porque el html como que no aprenderé nunca a manejarlo, menos para algún retoque puntual que haya que hacer a mano.
Lo primero que escribí sobre hipertextos e internets—fue a finales de los noventa, esta reseña de un libro de Landow, Hyper / Text / Theory.
Por entonces, alguien tuvo otra idea genial en América y los programas de tratamiento de texto se convirtieron también en programas de creación de páginas web. Y salieron las conversiones automáticas de páginas de texto a páginas web: de repente mi bibliografía se iba convirtiendo en una colección enorme de páginas web indexadas por buscadores... je, hubo un tiempo en que yo era el autor de la millonésima parte de las páginas web del mundo, según las cuentas de entonces!
Pero el servidor de la Facultad no iba bien. Estuve años paralizado pendiente de si ese servidor se ponía en movimiento o no—hasta que me decidí, y me emigré a un servidor del centro de cálculo, con mi bibliografía y publicaciones varias que me empecé a colgar (aún no se llevaba por aquí eso de los repositorios digitales, y yo que no conocía ArXiv y demás, improvisaba por mi cuenta, imitando a Landow y a otros que habían hecho lo mismo antes). Poco después arranqué con un blog casero que me abrí por el mismo método Q3, en 2004. Le debí dar pena a mi amigo José Mari Ciordia, que (aparte de repulirme el diseño de la bibliografía) me informó de que ya existían servicios de blogs automatizados, que hacían más fácil publicar en red y añadían herramientas y utilidades con las que yo ni soñaba.... Así que a principios del año siguiente estrené el blog de Blogia, que hasta hoy dura, aunque en estos últimos años me he abierto toda una serie de videoblogs, fotoblogs, microblogs, redes sociales, repositorios, etc...
Y ocasionalmente he escrito cosas sobre la Web e Internet, y sus desarrollos. Por ejemplo esta: Linkterature, o esta otra: An Apocalypse of Total Communication.
Nos acercamos a ese apocalipsis. Ahora me llega Internet literalmente, por el cable de la luz, como al Filamento este de la ilustración—por allí salen corriendo estas letras, cosa que no hace tanto hubiera parecido cosa de chiste. El último desarrollo se ha dado esta semana pasada, que a todo el mundo en mi familia le ha dado (por fin) por abrirse una página web, o un blog, o más bien un feisbuc—quizá para celebrar los veinte años de la Web. Aquí hay un artículo de Kevin Kelly que me leía hoy sobre las tecnologías que la gente se resiste a adoptar, por muy ventajosas que sean. Lo de la web ha sido muy rápido, y a la vez está siendo muy lento.
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