Antony Beevor, LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Me acabo de leer otra historia de la guerra civil, la de Antony Beevor, La Guerra Civil Española (Barcelona: Crítica, 2005), revisión de un libro anterior del mismo autor escrito en tiempos de la transición. No sé si ese libro sería un alegato a favor de la República y contra el franquismo, aunque supongo que sí. En el prólogo a este nuevo libro, dice el autor que la masa de información disponible hoy es mucho mayor, y que además ha ido perdiendo "algunas apasionadas certezas de juventud" (13). No ciertamente a la hora de desarrrollar una visión más positiva de Franco y el franquismo, pues en este aspecto nos retrata a un inepto cruel, apoyado por una clase dominante tradicional corrupta y prepotente, y en esto le tiembla poco la mano. Sí en cambio me parece que habrá perdido fe en las bondades del bando republicano.
Franco ganó la guerra en parte por la mayor unidad de su bando: sus fuerzas "Eran de derechas, centralistas y autoritarias a la vez. La República, por el contrario, venía a ser un crisol de incompatibilidades y sospechas mutuas, con centralistas y autoritarios enfrentados a regionalistas y libertarios" (8)—con lo cual el tema del cainismo y la incompetencia republicana se va volviendo prominente. También observa que la historia de la guerra civil "la han escrito con mayor eficacia los perdedores que los vencedores" (8) y en eso debe haber ventajas e inconvenientes—es de suponer que parte de esa eficacia irá derivada a que los perdedores tenderán a justificarse ellos mismos, antes que a hacer justicia al bando vencedor. Que, por su parte, ya estaba repartiendo justicia de la suya no sólo en libros sino en decretos y sentencias.
Todo ello hace difícil, si no imposible, la objetividad—por ejemplo, en esta frase: "Cada lado ha tratado de demostrar que fue el otro el que la empezó. A veces, incluso se tiende a pasar por alto factores neutros, como el hecho de que la República trataba de llevar a cabo, en muy pocos años, un proceso de reforma social y política que, en cualquier otro país, habría requerido un siglo" (9). En esta frase, uno podría pensar que al autor le chocaría la imposibilidad o desatino de intentar llevar a cabo en cinco años lo que hubiera requerido un siglo en cualquier otro país o en este—porque tampoco parece que esté alabando (a los resultados hay que remitirse) la especial flexibilidad de España para poder conseguir en un lustro el trabajo de un siglo. Y sin embargo queda en la frase un rastro de admiración a los visionarios que intentaron pisar el acelerador. Con lo cual ya no queda claro cuál es el "factor neutro" que ve el autor en todo esto. Factores neutros, pocos quedan, una vez se estudia la trabazón de todo con todo y se evitan los simplismos.
Ahora el autor tiene más dudas sobre el carácter democrático de las fuerzas republicanas (y con razón). Pero eso le lleva a veces a curiosas quebradas conceptuales, o a corrientes cruzadas de ideas en las que no parece combinar bien un discurso de "buenos y malos" (donde los buenos son los republicanos y los malos los franquistas) con una visión más escéptica, un discurso de "malos y malos", una historia de enfrentamiento entre fuerzas totalitarias. A veces se producen remolinos de razonamiento contradictorio, por ejemplo en estas dos frases al final y al comienzo de un párrafo en la introducción donde se discuten las elecciones del 36:
Si
la coalición de derechas encabezada por la CEDA hubiera ganado las
elecciones (cosa que habría sucedido si los anarquistas también entonces
se hubieran negado a votar), ¿habría acatado la izquierda el resultado
legítimo? Uno no puede por menos que sospechar que no. Largo Caballero
había amenazado abiertamente antes de las elecciones con que si la
derecha las ganaba, se iría a la guerra civil.
Desde el primer momento, los nacionales quisieron hacer creer a todo el mundo que sólo se habían sublevado para abortar un putsch comunista, lo que no era más que un montaje para justificarse, a toro pasado, por lo que habían hecho (...). (10).
Desde el primer momento, los nacionales quisieron hacer creer a todo el mundo que sólo se habían sublevado para abortar un putsch comunista, lo que no era más que un montaje para justificarse, a toro pasado, por lo que habían hecho (...). (10).
—Bueno, pues según acaba de decir el autor, si no había putsch comunista, ¿sí habría putsch socialista? Eso suponiendo que el término de "comunista" no le cuadrase a Largo Caballero, que gustaba de presentarse como "el Lenin español". En fin, que en suma Beevor reescribe su propia historia personal de idealistas milicianos republicanos de sana izquierda, combatiendo a unos abyectos militares fascistas, y la matiza con un mayor escepticismo ante las credenciales democráticas de los republicanos, y un mayor sentimiento de asco ante el ensañamiento de todos, y las "profecías autocumplidas" de la retórica de la aniquilación que todos emplearon.
Especialmente llamativa a la luz de los nuevos documentos conocidos desde la caída de la URSS es "la determinación comunista de eliminar a sus aliados de izquierda una vez que la guerra contra la derecha hubiera sido ganada" (11) —cotéjese esto con lo que dice en la página 10 de que el "putsch" comunista era un montaje de la derecha.... en fin. La estrategia democrática del Frente Popular no era sino eso, un disfraz o una estrategia momentánea, destinada a engañar a muchos—y huellas aún quedan en este libro de la magnitud del engaño.
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Algunas notas subrayadas sobre los capítulos del libro:
1) España a comienzos del siglo XX
2) La Segunda República
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