De las páginas finales de Adiós Cataluña, de Albert Boadella (premio Espasa Ensayo 2007). Libro con el que me he reído mucho, aunque esta página que pongo no es humorística. Narra el resultado de su indiferencia o burla a la religión nacionalista de los catalanes y de su ofensa a las esencias patrias:
"Josep
Pla distribuía su estima por la gente que trataba en tres
grupos: amigos, conocidos y saludados. Esta clasificación,
que
me parece muy eficaz, la mantengo de forma parecida, pero con ligeras
variantes, debido a los avances electrónicos de la
época.
Están los que tienen mi teléfono privado, los que
tienen
sólo el móvil y los que conocen mi correo
electrónico. Pues bien, inmediatamente después de
la
irrupción de Ciutadans,
el descenso de comunicaciones en los tres apartados fue impresionante.
De la noche a la mañana me había convertido en un
apestado del que era prudente distanciarse y evitar los contactos. Lo
asombroso es que, sin haber dado nadie la orden explícita,
todos
parecían obedecer a un poder oculto de dimensión
planetaria que, mediante procedimientos paranormales, habría
filtrado la siniestra consigna.
"Esta circunstancia provocó una importante reducción de nuestra agenda de direcciones y, al mismo tiempo, supuso el descubrimiento de agentes del enemigo en mi propio entorno personal, familiar y profesional. Primero era algún vecino que dejaba de saludar. Otro día era el amigo de tantas comidas en nuestra mesa que, sin previo aviso, se despachaba con un artículo en el que venía a justificar el asalto violento en mi presentación de Girona. Después ya eran los familiares de mi primera y difunta mujer, que azuzaban a mi hijo contra el traidor de su padre. La espiral no cejaba y se acercaba por vericuetos cada vez más retorcidos, porque hasta un cualificado trabajador de mi propia compañía escribía en un periódico un artículo con seudónimo en el que me ponía verde y exigía que saliera inmediatamente de Cataluña. En resumen, lo que iba aconteciendo en mi propio entorno me recordaba lo que algunos escritores alemanes cuentan de la lenta y sinuosa implantación del nazismo en su país.
"Cuando la tribu se entrega a esos arrebatos irracionales y las naturales discrepancias políticas acaban creando en el entorno personal un avispero de enemigos activos es difícil mantenerse invulnerable, porque contra esas acciones de la quinta columna no hay contraataque posible. Son de naturaleza especialmente temible, pues, además de dañar los afectos, pueden algunas veces incluso conseguir inducirte a la paranoia. Enzarzado en este ambiente corrompido, resulta muy fácil interpretar el largo silencio de un amigo como un acto de censura personal relacionado con el tema tabú. Para acabar, lo que es más grave, descubriendo que solo estaba de viaje. Y es que el contacto con esta modalidad de epidemia tribal, que se introduce en todos los recodos del pensamiento, comporta mucho riesgo de contagio. Es una auténtica guerra bacteriológica que va eliminando paulatinamente la totalidad de los anticuerpos, de forma que lo más prudente en estos casos es poner tierra por medio, tanta como para que la acción del virus no tenga alcance".
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