Nuestro coche aprovecha los días de los largos viajes de ida y vuelta de vacaciones para petar. Esta vez emprendemos viaje desde la ría de Pontevedra a Zaragoza, y antes de perder de vista la ría nos fallan las bujías y la pieza amiga en la que se encastran. Y aún menos mal que encontramos un taller llevado al parecer por un judío y una vikinga, que nos soluciona el problema por la mañana. Comemos con vistas a la ría que queríamos perder de vista—un paisaje de maravilla—y luego conducimos sin pausa y sin incidentes hasta llegar a Zaragoza, según previsto, a la 1 de la madrugada.
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