Con el principio de curso y sus jaleos no tengo tiempo para
pensar y redactar un análisis sobre el tema de la independencia
escocesa, pero ahí van cuatro líneas a vuelatecla. Aparece la cuestión
del referéndum sumamente reñida, después de creerse el gobierno
británico que iba as ser un paseíllo triunfal a favor de la
unión. Alguien ha metido la pata, obviamente, pues sus cálculos
de ganar el referéndum de calle no se van a cumplir, y ganará el
independentismo, o a lo menos logrará un empate virtual que asegurará
años y años años de matraca nacionalista y de tratamiento especial a
Escocia. Aquí están
las torpezas cometidas por quienes no contaban con estos factores:
-Vota SÍ. Un referéndum que
quieras ganar lo tienes que plantear de modo que la pregunta favorecida
por la autoridad convocante, o la que se supone representa el estado de
cosas mayoritariamente deseable, sea una a la que hay que responder SÍ.
En el caso que nos ocupa, la pregunta debería haber sido: ¿Desea
Vd. que siga existiendo el Reino Unido en Gran Bretaña? Abreviando,
sólo los cenizos y descontentos contestan que no. Las autoridades unionistas que piden votar sí a la independencia, o son tontas, o se lo hacen.
- Trata a los ciudadanos igual. Esta desigualdad ya se arrastra desde la famosa devolution, porque el
referéndum éste es sólo un paso más en un camino sembrado de errores desde hace años.
Los nacionalistas escoceses se quejaban de que no tenían parlamento, y
les dan uno. Craso error— porque sí que tienen un parlamento, el del Reino Unido. Ahora son los ingleses
quienes no tienen parlamento, ni esperanzas de tenerlo. El error es darles un parlamento a los escoceses sin darles otro igualito a los ingleses.
Es un
planteamiento que lleva las semillas de su propia destrucción, el
conceder el Reino Unido a los escoceses, o a los irlandeses del norte,
una autonomía o
status especial dentro del Reino Unido, frente a una Inglaterra y Gales
que aparentemente no lo tienen—y que pasan a ser así, por la vía de los
hechos, a revelarse como el auténtico cogollito que los otros venían
denunciando, y un poder colonial y centralista donde no lo había, o no
debía haberlo. Es señalarles que deben seguir el camino de Canadá y de
Australia, porque eso es lo que son—periferias coloniales, para quien
acepta ese razonamiento en lugar de luchar por la igualdad.
- No desprecies las Profecías Autocumplidas, ni la fascinación de la Máquina Narrativa. Si
partimos de un estado actual en el que hay un status quo, y un deseo de
cambiarlo, ese deseo no puede sino crecer desproporcionadamente, con
cada concesión que hagas y cada minuto que concedas a la cuestión,
hasta que se cumpla, y se produzca una Dramática Transformación. Los
argumentos pueden ser muy buenos o muy malos a favor de la Unión, pero argumentalmente,
en términos cinematográficos, la Unión no vale nada, es una historia
que nace muerta. Nadie va a celebrar nada si gana el no a la
independencia—en caso contrario, será la Apoteosis y el Retorno de
William Wallace. Si
Escocia quiere ser independiente, entonces los independentistas tienen
una "narrativa", que se dice ahora, más interesante que la de los
unionistas, y tiene mucho más tirón.
La mayoría de la gente, o al menos una enorme masa de simplistas, vota
como borregos, y son llevados por este tipo
de dinámicas y de consignas cuanto más simples mejor. Cada error de
cálculo que les conceda más atención a los
dueños de la Falacia Argumental, vale por dos errores. Y por tres, si
ni
siquiera conoces este tipo de dinámicas.
- Que no voten los críos. Esto es, si no votan en las demás elecciones. ¿A qué coño viene que en esta ocasión se vote desde los dieciséis años, y en las demás no? ¿A quién se le ocurre pasar por ese aro? A Cameron, claro. Que debe tener algun Clan Cameron en el bulbo raquídeo reptiliano, inaccesible a esa parte de su cerebro que se queja en voz alta ahora. A los dieciséis años, todos los escoceses son románticos enemigos de Gran Bretaña o sea Inglaterra, así sin mucho más criterio. Luego se les pasa a los que maduran, que no son tantos. O piensan en otra cosa.
- ¿Por qué no votan los demás británicos? Si
es una nación lo que se supone que tienen en Gran Bretaña, bien tendrán
algo que decir al respecto. Aceptar un referéndum sólo para escoceses,
es admitir de entrada que ahí no hay una nación—en Gran Bretaña, digo. Que los sujetos políticos eran ya,
para empezar, los escoceses frente a los ingleses: nunca los
británicos, que no tienen soberanía común ni compartida. Es darles a
los nacionalistas el resultado
ya escrito en punteado, por adelantado. Esto lo ha asesorado algún
asesor, pero hay un gobierno que lo ha aceptado. Hay que ser TORPE.
Parece
mentira que estemos hablando de políticos británicos; los hemos visto
más inteligentes normalmente. Como no sea todo un plan de la quinta
columna escocesa, que es realmente lo que parece.
- El que no llora no mama. No
he oído quejas (o no muchas) de los ingleses, galeses, etc., diciendo
que por qué los escoceses tienen derecho a autonomía y ellos no. Es
darles la razón por anticipado a los que van a aplicar chantajes y
ventajismos—demasiado lo sabemos en España por navarros, vascos y
catalanes. Aún podríamos darles a los ingleses clases de Realpolitik,
pues han resultado ser unos pardillos frente a estos ventajismos
localistas que aquí conocemos tan bien. Pero para darle clases a
alguien estamos—con todos los ventajistas y quejicas del mundo subidos
a las barbas aquí en España, con fueros especiales y Estatuts a la carta, y con el gobierno cargándolos de favores y
procurando comprarlos con trato especial, con vista gorda a los abusos, y
con carretadas de dinero y de deuda. Los escoceses sí que parecen haber aprendido algo
de las nacionalidades oprimidas
(pobrecicos) de aquí. Que les aproveche, porque les aseguro van por buen
camino. Ahora, se van a volver auténticamente insoportables.
Incluso si gana el sí a la independencia, les meterán los Plañideros del Norte la pala de
cristiano al resto del vecindario, para mantener la unión virtual monetaria, y la
Corona que no falte. Que es algo de lo más necesario, la Corona... para estas cosas. En fin, una
peste, el nacionalismo victimista—que corrompe tanto al quejica
subvencionado, como al que se deja parasitar por quien debería exigir que se le trate como un igual. Como lo que es.
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