viernes, 7 de agosto de 2009
Generación robada (Rabbit-proof Fence)
Australia occidental, en 1931. El administrador Mr. Neville, "Chief Protector of Aborigines" (al que aquí llaman los aborígenes "Mr. Devil") controla desde Perth la política del gobierno con los aborígenes y el tratamiento legal dado a cada aborigen, al parecer de modo personalizado. No sólo sigue cada caso, sino que (de creer lo increíble) sabe cuándo se le ha dado el último par de zapatos a cada cual. Está interpretado por Kenneth Branagh, que da un retrato de él donde el funcionario victoriano ejemplar se encuentra con el nazi—un nazismo planificador y paternalista, que no busca el exterminio físico de los aborigenes sino su estrangulamiento cultural, la obliteration de sus costumbres y modo de vida. Ahora va a controlar a tres niñas aborígenes mestizas—los mestizos son objeto de particular atención y se desea arrebatarlos a las familias nativas. Son Molly Craig, su hermana Daisy Craig Kadibil, y su prima Gracie. Molly, Daisy y Gracie se escapan del centro de internamiento de Moore River en Australia del suroeste, para volver andando hasta el norte, a su tierra natal en Jigalong, donde vive su madre. Al ser mulatas, habían sido"secuestradas" por el gobierno para criarlas en Moore River, una mezcla de campamento de monjas y campo de concentración. Pero Molly consiguió huir. Se nos cuenta que tuvo dos niñas y volvió a ser internada. Se escapó con una de ellas para volver otra vez andando a Jigalong, llevando a la pequeña, Annabella. A ésta se la quitaron y la internaron de nuevo en Moore River, cuando tenía tres años. Molly nunca la volvió a ver. Esta política de internamiento forzoso de niños aborígenes, nos informa la película, siguió aplicándose hasta 1970. La película está basada en un libro de la hija de Molly, Doris Pilkington Garimara, y va precedida de un documental donde la autora pide apoyo para las ONGs que se oponen a las políticas de integración forzosa de indígenas y de asimilación cultural.
Es. muy determinadamente, una película de buenos y malos, donde los buenos son los aborígenes, más específicamente las aborígenes, familias felices de mujeres en armonía mutua consigo mismas, con su tierra y con su tradición. Los malos son los asimiladores, los administradores coloniales que deciden el destino de personas y familias sin contar con su opinión. De modo muy benevolente, si se les pregunta a ellos: "cuánto se perjudican los nativos a sí mismos... si supiesen lo que queremos hacer por ellos", ésa es la idea que tiene Mr. Neville / Branagh de su labor. Hay que decir que produce un curioso efecto la entrevista con la autora Pilkington Garimara al principio: es, obviamente, una mujer asimilada, occidental, pero airada y resentida. Sus palabras en cierto modo trabajan contra la política que propugna, pues es una occidental lo que oímos, una occidental activista, no de modo simple una nativa defendiendo su modo de vida tradicional. Esta contradicción o tensión corre a lo largo de la película, tanto en las situaciones que retrata como en la lógica narrativa que sigue.
Comienza la película con una visión idílica de una niña preciosa, integrada en la naturaleza, mirando el mundo con ojos fascinados. Lo primero que ve es un halcón, que su madre le dice será su espíritu protector. La niña con eso se queda, oyendo estas cosas de mayores, y el espectador, con perspectiva irónica, oyendo estas cosas de aborígenes—a la vez que se establece un paralelismo entre las creencias religiosas arbitrarias de los aborígenes y las no menos arbitrarias de las religiones occidentales. Luego vemos a las niñas, con su madre y abuela, siguendo la pista de un lagarto, para cazarlo y comérselo. Seguir pistas será muy importante en la película, y es un tema que se introduce aquí. Pronto tienen que esconderse de la vigilancia de un policía montado, filmado al estilo autoridad controladora, en plano picado ascendente, y con rostro quintaesencialmente anglosajón. Son los rostros que como el de la enfermera/monja de Moore River, o el del Sr. Neville, llegará a aborrecer Molly, como encarnación física del paternalismo autoritario que la obliga a hacer lo que no quiere. Antes arriesgarse a morir en el desierto que someterse, decide Molly, y es una decisión a la que la película le da una dimensión épica.
En una narración en off de Molly, al principio de la película, habla de cómo su familia llegó a Jigalong, y de cómo pasaron de vivir en el desierto a depender de las cosas que les daba el gobierno. Pero de hecho casi pasa desapercibido que los aborígenes no están viviendo en su cultura primigenia, sino como mendigos subvencionados por la caridad del gobierno. Si viven en Jigalong es porque ahí hay un centro de distribución de alimentos, ropa y cosas (era uno de los centros de mantenimiento de la valla a prueba de conejos que separaba el desierto de la tierra cultivable). La película se fuerza a mostrarlo, en un ejercicio de ecuanimidad, pero con muy mala gana. La autenticidad está toda del lado de estos aborígenes felices, bienhumorados y bien alimentados de gordos lagartos y provisiones del gobierno. Molly habla de "my dad", pero no vemos a ningún "papá", ni siquiera a ningún padre. "Moved on", comentan sobre los padres blancos los policías que vigilan a los nativos. La ascendencia mixta de Molly es razón suficiente para que la considere asunto suyo, aplicando una política racista-paternalista, el gobierno australiano, que deviene por ley su responsable legal. De hecho es el responsable legal de todos los aborígenes, considerados como una especie de menores sometidos a la tutela y autoridad benefactora-Rothenmeier del gobierno.
La pequeña Daisy, que no debe tener ni ocho años, ya está prometida—a un aborigen, cuestión racista que parece desencadenar la intervención de Mr. Neville. Queda, claro, la pregunta: ¿puede haber dos leyes en una nación, según cuál sea la raza o la tradición familiar de sus habitantes? ¿Pueden arreglarse matrimonios con niñas de ocho años? En la medida en que la película responde a estas preguntas, pues en mayor medida podríamos decir que las esquiva o disimula, la respuesta es sí. Los aborígenes tienen otra ley, y otras costumbres, que merecen respeto—y lo merecen por el hecho de ser aborígenes. En la película se plantea pues, si bien de modo un tanto esquivo y partidista a la vez, la cuestión del multiculturalismo y sus límites. Si algo tiene claro la película, no es que sea inaceptable criar niñas comiendo lagarto en chabolas, casándolas a la nativa, etc.—lo que es inaceptable es el paternalismo de dentista de Mr. Neville, y la política de integración forzosa de los indígenas. Sería interesante explorar esta cuestión con películas similares en otros contextos problemáticso, y menos partidistas y seguras de sí: por ejemplo una hecha a la española, sobre un multiculturalismo español como es el caso de los gitanos—o, por tentar más los límites, el multiculturalismo ideológico de padres raros que críen a sus hijos según lo entienden y contra las costumbres generalmente aceptadas (hippies, testigos de Jehová, etc.). La película encuentra inaceptable que el Estado pueda apoderarse de la patria potestad y dictar las normas que ha de seguir el individuo: y sin embargo el Estado nunca hace otra cosa, es su especialidad. Todo depende de dónde trace la raya. El hecho de que en esta película la raya tenga tintes racistas y de genocidio cultural no la hace, a la película, sino menos problemática: una película más filosófica nos daría soluciones menos predeterminadas, o tendría más dudas sobre sí, o sobre las razones relativas de posturas enfrentadas.
Que ésta las tiene, a su pesar, como he dicho; en parte, por un prurito de autenticidad. Vemos a los aborígenes (discretamente) subvencionados, aunque no vemos a ninguno borracho, por ejemplo, ni vemos los inconvenientes de la vida como aborigen. El título de la película viene de la valla que divide Australia separando la tierra arable de la silvestre, pero sugiere que los "conejos" que han de ser contenidos por la valla son los aborígenes—que la valla separa la Australia civilizada de estos niños aborígenes que son como conejillos salvajes. La valla tiene connotaciones de alambrada de campo de concentración. Ahora bien, la valla no funciona así, de izquierda a derecha, en la película— y en Moore River no hay alambradas, si no son psicológicas y administrativas. La valla funciona en realidad no sólo para aislar, sino también para conectar: de izquierda a derecha, como punto de contacto y mestizaje y transición y subvención, y de norte a sur: de hecho la siguen las niñas como guía para ir de Moore River hasta Jigalong, pues saben que también por allí pasa la valla. Y este plan lo adivinan los policías y funcionarios que las siguen (con una diligencia admirable, todo hay que decirlo, las niñas estarán descontentas, pero desde luego están administradísimas). Así que la valla es ambivalente, es un signo ambiguo, la interfaz y línea conectora de norte y sur, este y oeste, civilización y cultura aborigen. Es de hecho a la valla a la que Molly debe su existencia, pues en la valla trabajaba su padre, y allí conoció a su madre, y por causa de la valla existe la comunidad de Jigalong. El nativismo naif o nostálgico que exhibe la película en primera línea de hecho no existe más que como un recuerdo, y esto lo muestra la propia imagen central de la película.
El guardián rastreador de Moore River, Moodoo (David Gulpilil), es un personaje curioso, curioso por lo típico. En principio es un cipayo despreciable, un aborigen de uniforme que aplica la política de Mr. Moore. Ha internalizado la represión, y caza sistemáticamente a todos los aborígenes fugados. Es un excelente seguidor de pistas, con lo cual vuelve de modo cuasi-obsceno contra su propio pueblo las habilidades que les permitían sobrevivir en la naturaleza, y orientarse en el tremendo paisaje australiano. Moodoo tiene una hija (mestiza) internada en Moore River, y él mismo está sometido a la autoridad de Mr. Neville, primero porque está "on probation", no sabemos por qué, por acostarse con una blanca sería; segundo, por su deseo de permanecer en su puesto y cerca de su hija. La pelicula nos tienta con la posibilidad de que Moodoo detecte la pista de las niñas (está constantemente a un paso de ellas) y finja no ver nada en el último momento, pero no hay tal, o no queda muy claro. Moodoo sabe que su presetigio está en juego, no sólo su fiabilidad como guardián y servidor del imperio, sino también su credibilidad como nativo auténtico, como rastreador nato. Y como Molly consigue mantener la distancia justa, se gana la admiración reticente del cipayo: "Es muy buena, esa niña" (buena borrando pistas, se entiende). Menos da una piedra: hasta allí llega Moodoo en ejercicio de su autenticidad aborigen subyacente. La película le reserva un lugar poco digno, como el sirviente abyecto de los blancos, pero no deja de mostrar sus posibles razones: deseo de promoción social, e intereses familiares, aunque sean mezquinos y de segunda, comparados con la autenticidad de casta de la mulata Molly. También envidia secretamente Moodoo, con probabilidad, la decisión de Molly de volver a su hogar, pero él es prisionero de sus propias elecciones más que de los blancos. En eso no es distinto de otros muchos aborígenes, que abandonan su cultura por considerar que hay otras vías más fáciles, aunque sean menos dignas culturalmente para los observadores de una y otra cultura. Moodoo es el más típico, quizá, después de todo su propio nombre es un genérico para "aborigen".
Hay un momento en que quizá haya oído algo, o haya visto una pista que decide no seguir, y esboza una sonrisa minimalista—su modo de resistencia interior. O quizá sólo está admirando en Molly lo que él desearía pero no puede hacer.
En la escena crucial de la película, Molly está a punto de perecer con Daisy en el desierto, que viene cruzando con una determinación heroica, llevando a su hermanita a cuestas cuando ésta no aguanta (aquí hay que mencionar una fotografía y unos paisajes fantásticos, y durísimos de atravesar por supuesto). Y de la muerte las salva el contacto mágico-telepático con su madre y abuela, que ayudadas por las viejas del pueblo entonan cantos sagrados, oraciones para atraerlas (aunque también se nos aclara en los créditos finales que las canciones aborígenes que oímos no eran sagradas sino susceptibles de ser reproducidas en público). La madre y la abuela se comunican con las niñas agarrando la valla, la valla que saben que ellas están siguiendo, y rezan sus rezos aborígenes. Además, en el momento clave, cuando la muerte y el sol asolador se ciernen en el desierto, interviene el pájaro-espíritu, el halcón protector que guía a Molly en una visión, le devuelve la valla y la orientación, y la saca mágicamente del desierto. Por arte de birlibirloque resulta que no estaba en una infinita extensión vacía y alienígena, sino a las puertas de casa, y en los brazos de su madre y de su abuela. Magia, pero así sucedió, o al menos (por virtud de la magia subjetivizadora del cine) así se lo pareció a la protagonista. También la valla hace de telégrafo telepático conductor: la madre y la abuela la tocan, y también Molly, y se transmiten energías emocionales, y quizá también sobrenaturales, activadas por esas "sabidurías y tradiciones que los occidentales no entendemos". Para ellas es una comunicación numinosa sustancial; para la película un artefacto poético, pero esa es una diferencia que la película busca ignorar; funciona en el terreno común de los afectos familiares y el deseo de comunidad que simbolizan esas creencias.
La película coloca así al occidental escéptico en el lado de Mr. Neville, y partiendo de una base de documental social-realista, se alinea la película poéticamente con el pensamiento mágico de los aborígenes, y lo integra en su estructura narrativa. La música (cantos aborígenes + Peter Gabriel) se superpone en las dos escenas, y las comunica: la llamada de las mujeres de Jigalong, y la escena de Molly y Daisy en el desierto, facilitando así el milagro de la reunión—aunque sabemos que no hay pájaros espíritu, ¿no? Para los aborígenes sí los hay, a modo de ángel de la guarda. Todo depende cómo se vea, porque todo está tan mezclado como Molly. En realidad, la película es como la valla: ambigua y ambivalente, producto occidental pero vehículo para la comunicación aborigen: divide y une, y se usa a sí misma de un modo que mezcla, paradójicamente, honestidad y manipulación tendenciosa, buena voluntad y mala conciencia, documental y ficción poética, la verdad y la mentira de la autorrepresentación de los aborígenes.
Generación robada (Rabbit-proof fence). Dir. Phillip Noyce. Guión de Christie Olsen, basado en un libro de Doris Pilkington Garimara, Rabbit-Proof Fence, U of Queensland Press. Cast: Everlyn Sampi, Tianna Sasbury, Laura Monaghan, David Gulpilil, Ningali Lawford, Myarn Lawford, Deborah Mailman, Jason Clarke, Kenneth Branagh. Photog. Christopher Doyle. Prod. des. Roger Ford. Ed. John Scott, Veronika Jenet. Music by Peter Gabriel. Exec. prod. David Elfick, Jeremy Thomas, Kathleen McLaughlin. Prod. Phillip Noyce, Christine Olsen, John Winter. Australia: Hanway / Australian Film Finance Corporation / South Australian Film Corporation / / Rumbalara Films Olsen Levy Production / Showtime Australia / Premium Movie Partnership / Jabal Films Pty Ltd / , 2002.
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