sábado, 5 de abril de 2025

El hijo falangista

Georges Bernanos, monárquico tradicionalista francés, padre de un falangista de los de José Antonio, cuenta en Les Grands Cimetières sous la Lune (1937) su experiencia de la guerra civil española en Mallorca, y su consiguiente desilusión con los conservadores y con la Iglesia Católica que promovían las masacres y purgas de izquierdistas que allí se llevaron a cabo con el mismo celo y convencimiento con el que los milicianos mataban a curas y católicos en Madrid o en Cataluña. Su testimonio sarcástico, asqueado y casi enloquecido tiene mucho que ver sin duda con experiencias que sólo cuenta en parte, y que debieron de marcarles a él y a su hijo. 

El joven Yves ("Ifi") Bernanos,  camisa vieja y teniente de la falange al estallar la guerra, pertenece a esa Falange idealista y minoritaria que Georges Bernanos quiere distinguir de la Falange de aluvión, la que creció exponencialmente al estallar la guerra y se dedicó con auténtica dedicación a la masacre de civiles lejos del frente, a esos arrestos ilegales, secuestros y asesinatos extrajudiciales que tanto ellos como los matarifes del otro bando llamaban "paseos". Eso, una vez estalló la guerra y revolución en un bando y en el otro. En Mallorca no había habido asesinatos ni falangistas ni de falangistas antes de la guerra; sí peleas en los actos políticos, nos aclara Bernanos, y también se habían dado esas célebres purgas con aceite de ricino a los enemigos... pero tras el Alzamiento, pronto vieron los Bernanos a dos hermanos falangistas, compañeros de Ifi, muertos en venganza. Yendo al frente, llevando a su hijo Ifi en su moto roja, Bernanos se encuentra el cadáver lleno de moscas del primero de los hermanos falangistas. Efectos del ricino. El segundo seguiría sus pasos poco después, y recibiría un funeral de honor tras el rechazo de la expedición catalana, cuando triunfó definitivamente el levantamiento militar en la isla, con ayuda de los italianos.

Y así cuenta Bernanos lo que creo que es sólo parte de lo que siguió. Minimizando, esto es, las posibles responsabilidades criminales de su hijo durante los meses que siguieron. Sí sabemos que para cuando escribió su libro, en invierno del 36-37, Ifi Bernanos había dejado atrás la Falange, y Mallorca, y navegaba en un carguero por la costa oeste de África. Hecho un mar de confusión e ira, sin duda, como confuso y airado está su padre al dar el libro a la imprenta, a pesar de su tono lleno de certidumbres sarcásticas.

Je connais, je connais très intimement un jeune Français qui au début de la croisade épiscopale espagnole, ayant dû prendre part à une expédition punitive, revint hors de lui, déchira sa chemise bleue de phalangiste, répétant d'une voix entrecoupée de sanglots contenus, de son ancienne voix, de sa voix retrouvée de petit garçon: "Les salauds! Ils ont tué deux pauvres types, deux vieux paysans, très vieux, des types d'au moins cinquante ans!" —ce qui n'était pas, entre nous, très flatteur pour son papa, tout près d'atteindre à cette dernière étape de la sénilité... Un professeur de réalisme lui eût répondu: "Mon ami, l'acte qui vient de s'accomplir sous vos yeux est politique au premier chef. D'abord ces deux types professaient une autre opinion que celle autorisée par l'État. Qu'ils fussent vieux et pauvres, cela devrait plutôt calmer vos scrupules, si vous saviez réprimer les aveugles réflexes de votre sensibilité. Car un vieux a moins de prix qu'un jeune. Et puisque les pauvres ne goûtent guère aux joies de la vie, il n'y a pas de grand désavantage à les priver d'un bien dont ils tirent peu de profit."

Bernanos acabaría reñido con derechas e izquierdas, y asqueado de Francia también como de España, se expatrió a Sudamérica durante la Segunda Guerra Mundial, apoyó a De Gaulle y acabaría denunciando la civilización del maquinismo y la automatización. Su hijo Ifi también se uniría durante la Segunda Guerra Mundial a la Francia Libre de De Gaulle.

Todo esto me ha recordado otra historia de falangistas asesinos que conozco. 

Me contó mi tía Pilar, poco antes de fallecer, que con el tiempo había sabido más sobre unos asesinos de la Falange. Sobre quienes mataron al padre de su marido, o sea, mi abuelo, que hubiera sido su suegro si hubiera sobrevivido la guerra y se hubieran llegado a conocer. Hablando aquí y allá con la gente del pueblo, supo que de los falangistas que asesinaron a mi abuelo Ángel, también en el verano de 1936, uno estaba compungido y lloroso, lleno de remordimientos por lo que había hecho. No sabemos si le duraron mucho o no. El otro, o uno de los otros, aún iba ufano galleando, —"seguía entero", le dijeron. Al parecer.  Por Jaca era donde tenían su cuartel. En los meses que siguieron tendrían ocasión de matar a mucha más gente, allí, según se cuenta en El eco de las descargas, y posiblemente lo hicieron. Uno de ellos muy posiblemente. Y quizá los dos—no sabemos ni que sí ni que no.


El Informe del Párroco y el Pliego de Cargos

 

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