lunes, 21 de agosto de 2023

El fracaso de la autoridad

 Un artículo de Ramiro de Maeztu, capítulo de su libro La crisis del humanismo (1919).


EL FRACASO DE LA AUTORIDAD

Ramiro de Maeztu

 

Al mostrar que el crecimiento incontenido de la burocracia en los Estados modernos es la condición general de la guerra última, queda evidenciado el fracaso de la autoridad como fundamento de las sociedades. El alza de la burocracia frente al capitalismo, en el siglo pasado, y en el actual, ha jugado el mismo papel histórico que el alza del poder monárquico frente al feudalismo. En nombre del orden se establece una autoridad central, y en tanto que la autoridad se somete a esta función, como se suele someter a ella la fuerza de policía en países medianamente regidos, la autoridad es tan útil como infoensiva. En tanto que la autoridad no se siente respaldada por un poder predominante, que se halle incondicionalmente bajo sus órdenes, —en otras palabras, en tanto que la autoridad se encuentre en posición análoga a la de la policía en Inglaterra, obligada a sostenerse en el apoyo moral de la masa de los ciudadanos— la autoridad tiene que reducirse a su función propia de mantener el orden. Pero tan pronto como intentamos fundar el orden en la omnipotencia de la autoridad, en lugar de derivar la autoridad de la mera necesidad de orden, el resultado es el desorden, porque la sociedad se entrega sin defensa a la ambiciones de los individuos que asumen los privilegios de la autoridad. Y como la ambición es por esencia ilimitada, acabará por no contentarse con menos que el mundo.

Al establecerse una sociedad sobre una base de autoridad, llámese a la autoridad monarca absoluto, voluntad general o Estado, se sigue inevitablemente uno de estos dos resultados. O bien (1) como ha ocurrido en los despotismos bárbaros, las autoridades son tan ciegas que se oponen al desarrollo de los demás valores sociales, como la ciencia, el arte, la riqueza, etc., y ello significa el empobrecimiento de esas sociedades y su destrucción última, o bien (2) las autoridades son competentes, y dedican parte de su poder al desarrollo de toda suerte de valores sociales; y, en este caso, el despotismo ilustrado tenderá inevitablemente a la monarquía universal. La razón de esto es que el despotismo ilustrado se sentirá siempre más fuerte que las sociedades bárbaras y que las sociedades liberales que lo rodeen, aunque estas últimas sean también ilustradas; porque el despotismo tiene por esencia una unidad de propósito y de dirección de que tiene que carecer el liberalismo. Así crecen las sociedades despóticas hasta que surge en ellas el sueño de la monarquía universal, con lo que provocan la coalición defensiva de las sociedades amenazadas, y surge una conflagración universal como la última —testimonio flamenante y perenne de que el orden fundado en la autoridad conduce y tiene que conducir, dada la naturaleza pecadora de los hombres que asumen la función autoritaria, al máximo desorden.

 

(La Crisis del Humanismo, 155-56)

 

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