Montaigne (Ensayos, III, viii) critica a Tácito por tener reparos en hablar de sí mismo:
Paréceme este detalle de poca categoría para un alma de su especie; pues el no osar hablar abiertamente de sí mismo revela cierta falta de coraje. Un juicio recto y altivo y que juzga sana y seguramente usa a manos llenas de los ejemplos propios como de cosa ajena, y da franco testimonio de sí como de un tercero. Se han de pasar por alto esas reglas populares del civismo, en favor de la verdad y de la libertad. Yo no solo oso hablar de mí, sino hablar únicamente de mí; extravíome cuando escribo de otra cosa y desvíome a mi tema. Ni me amo tan insensatamente, ni estoy tan atado ni unido a mí como para no poder distinguirme y considerarme aparte, como a un vecino, como a un árbol. Tanto fallo es el no ver cuánto se vale, como el decir más de lo que se ve. Debemos más amor a Dios que a nosotros mismos y le conocemos menos, y sin embargo hablamos de Él cuanto queremos.
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Capítulo IX - DE LA VANIDAD
Quizá no haya otra más evidente que la de escribir sobre ella de manera tan vana. Esto que la divinidad nos ha expresado tan divinamente debería ser cuidadosa y continuamente meditado por las gentes de entendimiento.
¿Quién no ve que he tomado un camino por el cual seguiré sin cesar y sin esfuerzo mientras haya tinta y papel en el mundo? No puedo contar mi vida por mis actos: la fortuna los pone demasiado abajo; cuéntola por mis pensamientos. Y así he visto a un gentilhombre que solo comunicaba su vida por las operaciones de su vientre; podíais ver en su casa, expuestos en orden, los orinales de siete u ocho días; constituían su estudio, su conversación; asqueábale cualquier otro tema. Son estos, algo más civiles, los excrementos de un viejo magín, ora duro, ora débil, y siempre indigesto. ¿Y cuándo terminaré de representar la continua agitación y mutación de mis pensamientos, sea cual sea la materia en la que caigan, dado que Diomedes llenó seis mil libros únicamente sobre el tema de la gramática? ¿Qué no ha de producir la cháchara puesto que el tartamudeo y el desencadenamiento de la lengua asfixiaron al mundo con tan horrible carga de volúmenes? ¡Tantas palabras sólo por las palabras! ¡Oh Pitágoras, por qué no conjuraste aquella tempestad!
El espíritu y la sustancia de su conexión
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