Nos vamos con Alvarete a ver esta película,
que es la tercera y la que más le gusta de la serie. A mí no,
realmente; me parece mucho más eficaz la dirección de las primeras;
aquí se aprecian fallos de ritmo, de continuidad y de coreografía en la
acción múltiple de las batallas, por destacar los más evidentes. Pueden
verse aquí
además varias reseñas de fans descontentos por la manera en que se
trata a los personajes; aunque una cosa es segura: no hay manera de
dejar contento a la vez al público friki y al que ignora la relación
con los cómics; en ese sentido esta película, como toda la serie, es
más bien un éxito rotundo que otra cosa. Y, por supuesto, los efectos
son magníficos, y hay escenas admirablemente logradas; en conjunto,
para ser justos, pocas terceras partes fueron tan buenas.
Yo era fan de la "Patrulla X" ya en lo años
70; de hecho ya los conocía en su versión americana a través de comics
que me pasaban los americanos de la base de Zaragoza, y me puse morado
de dibujarlos, hasta me hacía mis propios cómics con los personajes,
también con historias de Magneto intrigando y de rebeliones y guerras
de mutantes secesionistas… el argumento estándar de los X-Men, a saber,
el debate entre la integración y la confrontación entre las minorías
estigmatizadas y el conjunto de la comunidad social.
Las historias de mutantes expresaban en los
años 60, de forma desplazada simbólicamente, las luchas por los
derechos civiles de la comunidad negra, y las dificultades de la
integración. No es casual que vuelvan a convertirse en un símbolo
poderoso hoy en día, con el debate abierto en frentes tales como el
multiculturalismo, el terrorismo, la disidencia social y sexual, o las
tecnologías del cuerpo (clonación, manipulacion genética, transplantes,
etc.).
En un guión que tiene algunos pequeños fallos
de tratamiento (quizá por querer atender a demasiados frentes y
personajes) es sin embargo un acierto global el plantear como problema
central de esta película, de la manera más directa, el debate sobre la
integración como supresión de las diferencias ("la cura" que haría
perder a los mutantes sus poderes y diferencia específica, y que lleva
aquí al debate primero, a "la decisión" como dicen en la traducción
española, la decisión de cada cual de someterse a "la cura" o no, y en
última instancia, lleva a que prenda la confrontación pública y
abierta, liderada por Magneto, el Bin Laden de los mutantes.
Me centraré en el asunto este de "la cura".
Los mutantes son negros, homosexuales, sidosos, superdotados, deformes
estigmatizados. También son agentes secretos, discapacitados (acordaos
de Acción Mutante),
musulmanes, adolescentes sociópatas, terroristas, miembros de una secta
peligrosa, tribus urbanas. Son todo menos mutantes (que haberlos no los
hay). Son un símbolo ambivalente, multidireccional, de la disidencia,
el estigma y la exclusión social. El mismo cóctel que reúne categorías
tan diversas es una manera (postmodernista, podríamos decir) de a la
vez iluminarlas por interpretación mutua, y de recargarlas de
abyección. Naturalmente, las dos alternativas se presentan
superpuestas, y asociadas, la primera al punto de vista favorecido por
la narración, el de los mutantes "buenos" partidarios de la
colaboración con los demás humanos; el punto de vista abyecto, asociado
a los mutantes de Magneto, partidarios no sólo de la secesión de
comunidades, sino de la agresión abierta.
Está claro que para cada una de estas
posibles lecturas simbólicas, y para cada uno de los personajes y
grupos de la película, "la cura" representa algo diferente. Es un
acierto de la película la manera en que se trata este tema. Hay muchos
mutantes anónimos que eligen "la cura"; entre el grupo de los
protagonistas, es la opción de Pícara, que se veía sexualmente impedida
por sus "poderes". En este caso, la cura es una cura. Pero para el
mutante que es como el miembro de una comunidad negra, "la cura" es un
insulto, es como Michael Jackson volviéndose blanco. Para el mutante
queer, la cura supone la amenaza de la uniformidad de la sociedad
liberal-capitalista, que, a pesar de presentarse como abierta a todas
las opciones, trabaja efectivamente por privilegiar unas y marginar
otras. Los mutantes como superdotados sufren la tentación de la
vulgaridad, de renunciar a su diferencia que les provoca aislamiento y
sufrimiento a cambio de una superioridad de dudosa utilidad para la
interacción social, pero "la cura" es aquí un empobrecimiento del
potencial global de la humanidad. El terrorista ve en la cura la mayor
amenaza, la que lleva a su integración sin problemas al orden
establecido, y reduce al absurdo su proyecto de transformación por la
fuerza; así, responderá a ella con la violencia.
Es sintomático que la película no favorece en
absoluto "la cura" como una opción: los mutantes de Xavier son, y
serán, una comunidad aparte, aunque en buenas relaciones con el
Gobierno. Estados Unidos, en una lectura política del film, no quiere
presentarse como un "melting pot" que reduce las diferencias étnicas,
ideológicas, culturales, etc. a un proyecto cultural uniforme, sino más
bien como un espacio público de comunicación en el que, respetando las
reglas públicas del juego, cada individuo y cada comunidad puede
mantener su especificidad sin humillaciones ni privilegios. Es el mismo
proyecto que plantea la película para el orden mundial, como puede
verse con el simbólico nombramiento de La Bestia como embajador ante
las Naciones Unidas.
Ahora bien, no se tolerará a mutantes con potencial de destrucción masivo y que no negocien su integración al orden general. Fénix ha de morir. Cuidado, Irán. (Hoy dice el New York Times que Estados Unidos está buscando cabezas de plástico no nucleares para sus misiles balísticos lanzados desde submarinos).
Pero tened cuidado también con Fénix. Como el
retorno de lo reprimido, el fénix siempre vuelve a renacer en Oriente
Medio.
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