Poemas de amor imposible de La Galatea de Cervantes.
Mayor fe en lo más dudoso
Por lo imposible peleo,
Y si quiero retirarme
Ni paso ni senda veo:
Que, hasta vencer o acabarme
Tras sí me lleva el deseo.
Y aunque sé que aquí es forzoso
Antes morir que vencer,
Cuando estoy más peligroso
Entonces vengo a tener
Mayor fe en lo más dudoso.
El cielo, que me condena
A no esperar buena andanza,
Me da siempre a mano llena
Sin las sombras de esperanza,
Mil certidumbres de pena.
Mas mi percho valeroso,
Que se abrasa y se
resuelve
En vivo fuego amoroso,
En contracambio le vuelve
Mayor fe en lo más dudoso.
Inconstancia firme, duda,
Falsa fe, cierto temor,
Voluntad de amor desnuda
Nunca turban el amor
Que de firme no se muda.
Vuele el tiempo presuroso,
Suceda ausencia o desdén,
Crezca el mal, mengüe el reposo
Que yo tendré por mi bien
Mayor fe en lo más dudoso.
¿No es conocida locura
Y notable desvarío
Querer yo lo que ventura
Me niega, y el hado mío,
Y la suerte no asegura?
De todo estoy temeroso,
No hay gusto que me entretenga,
Y en trance tan peligroso,
Me hace el amor que tenga
Mayor fe en lo más dudoso.
Alcanzo de mi dolor
Que está en tal término puesto,
Que llega donde el amor;
Y el imaginar en esto,
Templa en parte su rigor.
De pobre y menesteroso,
Doy a la imaginación
Alivio tan congojoso,
Porque tenga el corazón
Mayor fe en lo más dudoso.
Y más ahora, que vienen
De golpe todos los males;
Y, para que más me penen,
Aunque todos son mortales,
En la vida me entretienen.
Mas, en fin, si un fin hermoso
Nuestra vida en honra sube,
El mío me hará famoso,
Porque en muerte y vida tuve
Mayor fe en lo más dudoso.
Sola la fe permanece
¡Cuán fácil cosa es llevarse
El viento las esperanzas
Que pudieron fabricarse
De las vanas confianzas
Que suelen imaginarse!
Todo concluye y fenece:
Las esperanzas de amor.
Los medios que el tiempo ofrece;
Mas en el buen amador
Sola la fe permanece
Ella en mi tal fuerza alcanza,
Que, a pesar de aquel desdén,
Lleno de desconfianza,
Siempre me asegura un bien
Que sustenta la esperanza.
Y aunque el amor desfallece
En el blanco, airado pecho
Que tanto mis males crece,
En el mío, a su despecho,
Sola la fe permanece.
Sabes, amor, tú, que cobras
Tributo de mi fe cierta,
Y tanto en cobrar le sobras,
Que mi fe nunca fue muerta,
Pues se aviva con mis obras.
Y sabes bien que descrece
Toda mi gloria y contento
Cuanto más tu furia cresce,
Y que en mi alma de asiento
Sola la fe permanece.
Pero si es cosa notoria,
Y no hay que poner duda en ella,
Que la fe no entra en la gloria,
Yo, que no estaré sin ella,
¿Qué triunfo espero o victoria?
Mi sentido desvanece
Con el mal que se figura;
Todo el bien desaparece.
Y, entre tanta desventura,
Sola la fe permanece.
Fe viva, esperanza muerta
En el mal que me lastima
Y en el bien de mi dolor,
Es mi fe de tanta estima,
Que, ni huye del temor,
Ni a la esperanza se arrima.
No la turba o desconcierta
Ver que está mi pena cierta
En su difícil subida.
Ni que consumen la vida
Fe viva, esperanza muerta.
Milagro es este en mi mal;
Mas eslo, porque mi bien,
Si viene, venga a ser tal,
Que, entre mil bienes, le den
La palma por principal.
La fama, con lengua experta,
Dé al mundo noticia cierta.
Que el firme amor se mantiene
En mi pecho, adonde tiene
Fe viva, esperanza muerta.
Vuestro desdén riguroso
Y mi humilde merecer,
Me tienen tan temeroso,
Que ya que os supe querer,
Ni puedo hablaros, ni oso.
Veo de contino abierta
A mi desdicha la puerta,
Y que acabo poco a poco,
Porque con vos valen poco
Fe viva, esperanza muerta.
No llega a mi fantasía
Un tan loco devaneo,
Como es pensar que podría
El menor bien que deseo
Alcanzar por la fe mía.
Podéis, pastora, estar cierta
Que el alma rendida acierta
A amaros cual merecéis,
Pues siempre en ella hallaréis
Fe viva, esperanza muerta.
No es fe la fe que no dura
Si a las veces desespera
Del bien la firme afición,
Quien desmaya en la carrera
De la amorosa pasión
¿Qué fruto o qué premio espera?
Yo no sé quién se asegura
Gloria, gustos y ventura
Por un ímpetu amoroso.
Si en él y en el más dichoso
No es fe la fe que no dura.
En mil trances ya sabidos
Se han visto, y en los amores,
Los soberbios y atrevidos,
Al principio vencedores.
Y a la fin quedar vencidos.
Sabe el que tiene cordura
Que en la firmeza se apura
El triunfo de la batalla,
Y sabe que, aunque se halla,
No es fe la fe que no dura.
En el que quisiere amar
No más de por su contento,
Es imposible durar
En su vano pensamiento
La fe que se ha de guardar.
Si en la mayor desventura
Mi fe tan firme y segura,
Como en el bien no estuviera,
Yo mismo della dijera,
No es fe la fe que no dura.
El ímpetu y ligereza
De un nuevo amador insano,
Los llantos y la tristeza,
Son nubes que en el verano
Se deshacen con presteza.
No es amor el que le apura,
Sino apetito y locura,
Pues cuanto quiere,
no quiere;
No es amante el que no muere,
No es fe la fe que no dura.
Sola es fe la fe que os tengo
Amarili, ingrata y bella,
¿Quién os podrá enternecer,
Si os vienen a endurecer
Las ansias de mi querella,
Y la fe de mi querer?
Bien sabéis, pastora, vos
Que, en el amor que mantengo,
A tan alto extremo vengo,
Que, después de la de Dios,
Sola es fe la fe que os tengo.
Y puesto que subo tanto
En amar cosa mortal
Tal bien encierra mi mal,
Que el alma por él levanto
A su patria natural.
Por esto conozco y sé
Que tal es mi amor tan luengo
Como muero y me entretengo,
Y que, si en amor hay fe,
Sola es fe la fe que os tengo.
Los muchos años gastados
En amorosos servicios,
Del alma los sacrificios,
De mi fe y de mis cuidados
Dan manifiestos indicios.
Por esto no os pediré
Remedio al mal que sostengo,
Y, si a pedírosle vengo,
Es, Amarili, porque
Sola es fe la fe que os tengo.
En el mar de mi tormenta
Jamás he visto bonanza,
Y aquella alegre esperanza
Con quien la fe se sustenta,
De la mía no se alcanza.
Del amor y de fortuna
Me quejo; mas no me vengo,
Pues por ellas a tal vengo,
Que, sin esperanza alguna,
Sola es fe la fe que os tengo.
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