Mañana tenemos elecciones sindicales en la Universidad, y supongo que votaré a cualquier sindicato aburrido como CSIF, limitado a la defensa de los intereses de los sindicados y el colectivo profesional en cuestión (poca novedad aquí, y poco ambicioso para un sindicato, pero es lo que más propiamente le va).
Votaría gustoso en otras circunstancias a uno de los "sindicatos mayoritarios", pero es algo que no pienso volver a hacer por el momento, debido a un incidente que tuve con ellos en la última huelga general, hace unos años. Fue la ocasión de esta carta que dirigí al Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, al Rector de la Universidad de Zaragoza y al director del Heraldo de Aragón, y en ella se explica el "incidente".
Deseo poner en su conocimiento un grave
suceso que tuvo lugar en el Campus Universitario de la Plaza de San
Francisco ayer, día 20 de junio, relacionado con la huelga general
convocada por los sindicatos Comisiones Obreras y Unión General de
Trabajadores, con el fin de que los responsables universitarios tomen
las medidas oportunas para salvaguardar los derechos constitucionales
que deben amparar la actividad universitaria.
Vaya por delante mi posición sobre dicha huelga, posición que está legitimada por la Constitución y por lo que entiendo que es el sentir más generalizado al respecto: respeto tanto el derecho de huelga como el derecho al trabajo, y rechazo todo tipo de presión y violencia que intente restringir tanto uno como otro.
Ayer me dirigía a mi puesto de trabajo en la Facultad de Filosofía y Letras cuando me encontré la entrada bloqueada por un contenedor de basuras atado a ella. Intenté apartar este obstáculo. Es, por cierto, una labor que no me debería corresponder a mí sino al personal de limpieza, o, dado el contexto de la jornada, al servicio de seguridad contratado por la Universidad. En cualquier caso, al momento se abalanzaron sobre mí unas veinte personas que entre empujones (suyos) e insultos (suyos) me impidieron el acceso al edificio. Estas personas llevaban los distintivos de los sindicatos convocantes de la huelga, en su mayoría los de Comisiones Obreras, y se autocalificaron como un “piquete informativo”. Al solicitarles información sobre qué derecho les amparaba para actuar como lo hacían, me contestaron con los insultos, groserías y despropósitos con los que está familiarizada toda persona que haya seguido los acontecimientos de este día: “fascista,” “cabrón,” “esquirol,” etc., y se me aseguró que no se iba a permitir a nadie la entrada al edificio. La postura defendida por dicho piquete, en la medida en que se pueda atender a las palabras emitidas por un grupo de exaltados que parecían pensar a base de consignas, era que si ellos hacían huelga debía hacerla todo el mundo, y que el orden constitucional al que yo apelé no existía para ellos, sino que por el contrario, en su opinión, cada persona actúa como quiere: que ellos querían impedirme la entrada y podían porque tenían la fuerza para ello. También se me informó de que podía agradecer que se tratase de un piquete “informativo” porque de lo contrario me hubieran dado, cito, “de hostias.”
No nos corresponde a los universitarios resolver los asuntos a empujones e insultos, pero sí tenemos el deber de dejar claros los principios de nuestra actuación, y esa es la razón de este escrito. No se me escapa que este asunto puede despacharse con una sonrisa por lo bajo (“a quién se le ocurre ir a la Facultad el día de la huelga general”, etc.). Creo, sin embargo que tampoco se escapará a Vds. que es posible una lectura más inquietante de esta anécdota, una lectura según la cual la universidad aparecería como pasiva y oportunista, una presa fácil y cobarde, dócil e interesadamente ciega (me refiero aquí al desfase existente siempre entre la cifras de profesores que secundan oficialmente la huelga aceptando un descuento de su salario y la cifra de profesores que acuden a su trabajo o lo intentan). Esta interpretación de los hechos nos podría llevar a pensar que en efecto hay, si no fascismo, sí dejación y carne de fascismo en potencia tanto entre los universitarios como entre los sindicalistas. Es en este sentido en el que califico el asunto de grave. Ignoro si mi caso se repitió en diversas ocasiones, o si fui la única persona que intentó ir al trabajo, al margen de los servicios mínimos. En cualquier caso, sea este escrito el único en este sentido o uno más del montón, está aquí en juego, en un sentido y medida que creo entiende cualquier persona formada, el estado de derecho que nos ampara. Creo que la Universidad, como otras instituciones públicas de relevancia, no debe tolerar estas actuaciones, y si bien ya no es posible atender al orden público efectivo del día de ayer, sí es de la mayor importancia que se sienten bien claramente las posturas ético-políticas que dieron lugar a estos sucesos, y que quede claro que actuaciones como la que he descrito tienen consecuencias en el caso de que no haya una retractación. Sí es posible enmendar lo sucedido ayer en el orden de los principios y los valores, que es el que importa en última instancia.
Solicito por tanto del Sr. Decano que, como responsable máximo del Centro que fue clausurado por la fuerza ayer, actúe como sigue en defensa de los principios que nos amparan, o cuide de que la instancia universitaria correspondiente lo haga en su nombre:
a) Que se envíe una nota de protesta al Heraldo de Aragón y El Periódico de Aragón, como medios de comunicación representativos de nuestra comunidad, denunciando la actuación violenta de los piquetes sindicales en el campus de la Plaza de San Francisco, y anunciando la correspondiente investigación. No sería de recibo que se informe sin más que los piquetes cerraron un centro, como puede verse en el Heraldo de hoy, y que los responsables de ese centro no tengan nada que decir al respecto en ese u otro medio de comunicación.
b) Que comunique este escrito a los sindicatos UGT y Comisiones Obreras, y se les solicite, en nombre de los responsables universitarios, que expongan por escrito su postura respecto de las actuaciones del piquete que he descrito.
c) Que se solicite de dichos sindicatos que desautoricen por escrito y de manera pública las actuaciones de dicho piquete. Este es un punto de la máxima importancia, pues para salvar las cuestiones de principio debe quedar claro si según los sindicatos ese piquete queda avalado en sus actuaciones, es decir, si era un piquete apoyado por el sindicato o un simple grupo de gamberros. Parece claro que si los sindicatos niegan o dicen no conocer esa situación el piquete queda implícitamente desautorizado. Si se niegan a dar una respuesta por escrito, caso harto probable, estarán jugando a tirar la piedra y esconder la mano, y tampoco se estarán haciendo responsables de las actuaciones del piquete. Entiendo que en ambos casos la cuestión de principio queda salvada desde el punto de vista de la Universidad. Es crucial (en el sentido antes expuesto) que el Sr. Decano determine si los sindicatos avalan la actuación de su piquete y se hacen responsables de la la clausura de dicho edificio. En cuanto a los sindicatos, les convendría reflexionar seriamente sobre si es más ético para ellos retratarse del lado de la ley o del lado de sus piquetes, y sobre el deleznable valor ético de las medias tintas y las evasivas en este sentido.
d) Que, en el caso de que los sindicatos convocantes avalen por escrito la actuación de dicho piquete, se proceda a través del departamento jurídico de la Universidad a interponer una denuncia contra los mismos ante los tribunales por alteración del orden público.
e) Que, en el caso de que los sindicatos no se hagan responsables de esta actuación en un plazo de tiempo razonable, se envíe una nota a los periódicos mencionados, haciendo saber que tras una consulta con los sindicatos convocantes la Universidad ha determinado que la clausura por la fuerza de la Facultad de Filosofía y Letras el día 20 de junio no fue obra de los sindicatos sino de un grupo de gamberros que hacían un uso inadecuado de los distintivos sindicales.
Entiendo que escribiendo esta instancia actúo, en la medida en que me corresponde, en defensa de las libertades tan mal interpretadas ayer por los sindicatos. Sería deseable que los responsables de los órganos de gobierno de la Universidad actúen igualmente en la medida que les corresponde, lo que a mi juicio significa proceder de la manera que he expuesto.
Solicito asimismo del Ilmo. Sr. Decano que dé lectura a este escrito en la próxima Junta de Facultad, y envío copia del mismo al Ilmo. Sr. Director del Departamento de Filología Inglesa y Alemana, al que pertenezco, para que también lo dé a conocer al Consejo de Departamento, así como al Sr. Director del Heraldo de Aragón, rogándole que publique este escrito en la sección de Cartas al Director. Apelo al Excmo. y Mfco. Sr. Rector, como garante de los derechos y libertades de los universitarios en el marco del presente ordenamiento constitucional, para que vele por la defensa de unos principios que no deben tomarse a la ligera ni darse por hechos, sino que deben defenderse cada día y en cada contexto. Y ruego también a V. E. M. disculpe lo que podría interpretarse como insolencia de dirigir un escrito a la vez al Rector y a un medio público, por ser infinitamente más importante en este caso la cuestión de principio que subyace.
Es gracia que espera alcanzar del recto proceder de V. E. M./V.I.
Vaya por delante mi posición sobre dicha huelga, posición que está legitimada por la Constitución y por lo que entiendo que es el sentir más generalizado al respecto: respeto tanto el derecho de huelga como el derecho al trabajo, y rechazo todo tipo de presión y violencia que intente restringir tanto uno como otro.
Ayer me dirigía a mi puesto de trabajo en la Facultad de Filosofía y Letras cuando me encontré la entrada bloqueada por un contenedor de basuras atado a ella. Intenté apartar este obstáculo. Es, por cierto, una labor que no me debería corresponder a mí sino al personal de limpieza, o, dado el contexto de la jornada, al servicio de seguridad contratado por la Universidad. En cualquier caso, al momento se abalanzaron sobre mí unas veinte personas que entre empujones (suyos) e insultos (suyos) me impidieron el acceso al edificio. Estas personas llevaban los distintivos de los sindicatos convocantes de la huelga, en su mayoría los de Comisiones Obreras, y se autocalificaron como un “piquete informativo”. Al solicitarles información sobre qué derecho les amparaba para actuar como lo hacían, me contestaron con los insultos, groserías y despropósitos con los que está familiarizada toda persona que haya seguido los acontecimientos de este día: “fascista,” “cabrón,” “esquirol,” etc., y se me aseguró que no se iba a permitir a nadie la entrada al edificio. La postura defendida por dicho piquete, en la medida en que se pueda atender a las palabras emitidas por un grupo de exaltados que parecían pensar a base de consignas, era que si ellos hacían huelga debía hacerla todo el mundo, y que el orden constitucional al que yo apelé no existía para ellos, sino que por el contrario, en su opinión, cada persona actúa como quiere: que ellos querían impedirme la entrada y podían porque tenían la fuerza para ello. También se me informó de que podía agradecer que se tratase de un piquete “informativo” porque de lo contrario me hubieran dado, cito, “de hostias.”
No nos corresponde a los universitarios resolver los asuntos a empujones e insultos, pero sí tenemos el deber de dejar claros los principios de nuestra actuación, y esa es la razón de este escrito. No se me escapa que este asunto puede despacharse con una sonrisa por lo bajo (“a quién se le ocurre ir a la Facultad el día de la huelga general”, etc.). Creo, sin embargo que tampoco se escapará a Vds. que es posible una lectura más inquietante de esta anécdota, una lectura según la cual la universidad aparecería como pasiva y oportunista, una presa fácil y cobarde, dócil e interesadamente ciega (me refiero aquí al desfase existente siempre entre la cifras de profesores que secundan oficialmente la huelga aceptando un descuento de su salario y la cifra de profesores que acuden a su trabajo o lo intentan). Esta interpretación de los hechos nos podría llevar a pensar que en efecto hay, si no fascismo, sí dejación y carne de fascismo en potencia tanto entre los universitarios como entre los sindicalistas. Es en este sentido en el que califico el asunto de grave. Ignoro si mi caso se repitió en diversas ocasiones, o si fui la única persona que intentó ir al trabajo, al margen de los servicios mínimos. En cualquier caso, sea este escrito el único en este sentido o uno más del montón, está aquí en juego, en un sentido y medida que creo entiende cualquier persona formada, el estado de derecho que nos ampara. Creo que la Universidad, como otras instituciones públicas de relevancia, no debe tolerar estas actuaciones, y si bien ya no es posible atender al orden público efectivo del día de ayer, sí es de la mayor importancia que se sienten bien claramente las posturas ético-políticas que dieron lugar a estos sucesos, y que quede claro que actuaciones como la que he descrito tienen consecuencias en el caso de que no haya una retractación. Sí es posible enmendar lo sucedido ayer en el orden de los principios y los valores, que es el que importa en última instancia.
Solicito por tanto del Sr. Decano que, como responsable máximo del Centro que fue clausurado por la fuerza ayer, actúe como sigue en defensa de los principios que nos amparan, o cuide de que la instancia universitaria correspondiente lo haga en su nombre:
a) Que se envíe una nota de protesta al Heraldo de Aragón y El Periódico de Aragón, como medios de comunicación representativos de nuestra comunidad, denunciando la actuación violenta de los piquetes sindicales en el campus de la Plaza de San Francisco, y anunciando la correspondiente investigación. No sería de recibo que se informe sin más que los piquetes cerraron un centro, como puede verse en el Heraldo de hoy, y que los responsables de ese centro no tengan nada que decir al respecto en ese u otro medio de comunicación.
b) Que comunique este escrito a los sindicatos UGT y Comisiones Obreras, y se les solicite, en nombre de los responsables universitarios, que expongan por escrito su postura respecto de las actuaciones del piquete que he descrito.
c) Que se solicite de dichos sindicatos que desautoricen por escrito y de manera pública las actuaciones de dicho piquete. Este es un punto de la máxima importancia, pues para salvar las cuestiones de principio debe quedar claro si según los sindicatos ese piquete queda avalado en sus actuaciones, es decir, si era un piquete apoyado por el sindicato o un simple grupo de gamberros. Parece claro que si los sindicatos niegan o dicen no conocer esa situación el piquete queda implícitamente desautorizado. Si se niegan a dar una respuesta por escrito, caso harto probable, estarán jugando a tirar la piedra y esconder la mano, y tampoco se estarán haciendo responsables de las actuaciones del piquete. Entiendo que en ambos casos la cuestión de principio queda salvada desde el punto de vista de la Universidad. Es crucial (en el sentido antes expuesto) que el Sr. Decano determine si los sindicatos avalan la actuación de su piquete y se hacen responsables de la la clausura de dicho edificio. En cuanto a los sindicatos, les convendría reflexionar seriamente sobre si es más ético para ellos retratarse del lado de la ley o del lado de sus piquetes, y sobre el deleznable valor ético de las medias tintas y las evasivas en este sentido.
d) Que, en el caso de que los sindicatos convocantes avalen por escrito la actuación de dicho piquete, se proceda a través del departamento jurídico de la Universidad a interponer una denuncia contra los mismos ante los tribunales por alteración del orden público.
e) Que, en el caso de que los sindicatos no se hagan responsables de esta actuación en un plazo de tiempo razonable, se envíe una nota a los periódicos mencionados, haciendo saber que tras una consulta con los sindicatos convocantes la Universidad ha determinado que la clausura por la fuerza de la Facultad de Filosofía y Letras el día 20 de junio no fue obra de los sindicatos sino de un grupo de gamberros que hacían un uso inadecuado de los distintivos sindicales.
Entiendo que escribiendo esta instancia actúo, en la medida en que me corresponde, en defensa de las libertades tan mal interpretadas ayer por los sindicatos. Sería deseable que los responsables de los órganos de gobierno de la Universidad actúen igualmente en la medida que les corresponde, lo que a mi juicio significa proceder de la manera que he expuesto.
Solicito asimismo del Ilmo. Sr. Decano que dé lectura a este escrito en la próxima Junta de Facultad, y envío copia del mismo al Ilmo. Sr. Director del Departamento de Filología Inglesa y Alemana, al que pertenezco, para que también lo dé a conocer al Consejo de Departamento, así como al Sr. Director del Heraldo de Aragón, rogándole que publique este escrito en la sección de Cartas al Director. Apelo al Excmo. y Mfco. Sr. Rector, como garante de los derechos y libertades de los universitarios en el marco del presente ordenamiento constitucional, para que vele por la defensa de unos principios que no deben tomarse a la ligera ni darse por hechos, sino que deben defenderse cada día y en cada contexto. Y ruego también a V. E. M. disculpe lo que podría interpretarse como insolencia de dirigir un escrito a la vez al Rector y a un medio público, por ser infinitamente más importante en este caso la cuestión de principio que subyace.
Es gracia que espera alcanzar del recto proceder de V. E. M./V.I.
Dirigí esta carta, como digo, dando cuenta de los hechos, y solicitando un gesto de protesta, al Decano de la Facultad, al Rector y al Director del Heraldo de Aragón. Ninguno de los tres se dignó contestarme, ni por supuesto hacer nada de lo sugerido, ni publicar la carta, en el caso del periódico (que era dirigido sin embargo por un profesor de la Facultad cerrada por matones). Un incidente insignificante (bah, que unos matones cierren la Universidad, pasa cualquier día, no es para darle importancia). A estos señores no les pareció digno de mayor comentario. Pero que a mí me ha hecho ver de manera muy distinta a estos sindicatos dispuestos a usar la fuerza bruta contra los argumentos y contra las leyes, en cuando no les convienen. Me refiero en concreto a UGT y Comisiones Obreras, que fueron los que cerraron el campus con cadenas, y plantaron barricadas delante de la facultad y pusieron piquetes intimidatorios no para gritar a quien se acercase por allí, sino para echarlos de allí a empujones.
O a hostias, como me amenazó el portavoz del piquete con darme; ante lo cual no me pude reprimir y le solté la frase de Shrek:
– ¿Ah, sí? ¿Tú?... ¿y cuántos más?
En un gesto de magnanimidad, o quizás de prudencia, optaron por no darme una paliza.
Al CSIF, pongamos, no me lo imagino yo bien mandando matones uniformados a estos menesteres. A UGT y Comisiones, ya los he visto en acción, in first person.
¿Y a estos les voy a encomendar yo la defensa de mis derechos? ¿A éstos, que los pisotean en cuanto les pasa por las narices, y se restregan leyes y respeto cívico por el arco triunfo? Que me esperen sentados al lado de la urna.
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