Cuánto mejor hubiera sido—pero eso no toca nunca—una semana con gastos pagados en el Gran Hotel, enfrente de mi casa. O un viaje, todos gastos pagados, a mi pueblo, donde me voy esta tarde. Porque a Capadocia no tengo la menor intención de ir. Gracias de todos modos.
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Pero nadie prevé los viajes que va a hacer, ni cómo acaban. Voy a Biescas, en efecto, me quedo allí cinco minutos, vuelvo a Zaragoza, me apeo del coche en la lluvia, me abro paso entre los viandantes, y recojo del suelo una perla del tamaño de un garbanzo. Allí estaba esperándome.
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