sábado, 14 de junio de 2014

Topsight y contadores

El escritor goza de cierta perspectiva dominante o topsight en tanto que diseñador de su escrito (obra, novela, discurso, drama). Yo sé qué voy a decir, tú no tienes mucha idea, lector, de adónde va esta frase, ni en qué acabará este post—y esa ilusión de dominio se mantiene mientras el lector se atiene a su papel de lector implícito. Pero si el lector se adelante y hojea u ojea el final de la obra, desbarata un tanto esa estructura perspectivística. Eso es irritante para los escritores, que (generalmente hablando) querrían que los lectores leyesen su obra ordenadamente y según el plan establecido, para mantener esa superioridad perspectivística que a todos nos agrada. El premio reservado al lector de muchas obras narrativas clásicas es, en efecto, igualar al final de la obra la perspectiva dominante que ha estado reservada entretanto al autor.

El lector tiene otro tipo de dominio perspectivístico: a saber, que es el que controla el proceso de lectura. El autor propone, pero el lector dispone, cuándo se inicia y cuándo termina la interacción textual. Es más, el autor puede atisbar si su obra es muy leída o poco, y se afana por saberlo o procura ignorarlo, según temperamentos. Cuántos autores desearían tener la perspectiva dominante absoluta que les permitiese seguir el trayecto de cada uno de sus volúmenes, y saber quién los está leyendo, o los ha leído—o cuántos van a seguir esperando hasta la eternidad en las estanterías, más de los que parecería, creo. Muchos chascos iban a esperar a los autores, quizá en general no están siendo leídos por nadie, en un momento dado, a menos que sean furias de ventas o enormes clásicos—pero no hay manera de saberlo. Mejor consolarse con que los volúmenes están publicados, e incluso vendidos en bastantes casos. La limitada perspectiva de que se dispone aquí la tiene el lector—que sabe que está leyendo a Cortázar, aunque Cortázar ya no esté en condiciones de saber nada.

Los textos electrónicos hodiernos han venido a complicar un tanto este panorama, con el uso de contadores y registros de visitantes como este que tengo, el Feedjit. Ahora se refuerza el dominio perspectivístico del escritor: no sólo sabe que ha escrito algo, sino también que está siendo leído, o por lo menos visitado o vistado.  Vean, vean:


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Vicente Lopez, Buenos Aires arrived from google.com.ar on "Vanity Fea: Semiología del personaje literario".
21:12:43 -- 13 minutes ago
21:09:11 -- 17 minutes ago
21:03:54 -- 22 minutes ago
Santiago, Region Metropolitana arrived on "Vanity Fea: Cultura popular, literatura y traducción".
20:55:48 -- 30 minutes ago

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—etc.


Menos da una piedra. Ya hubieran querido los autores impresos y publicados tener un pequeño contador parecido, ya, para sus volúmenes....   Ahora podemos imaginar hasta el trayecto de los lectores, a veces, o el tiempo que tardan en leer algo. De comentarios no hablo, porque han desaparecido prácticamente de los blogs, para ir a refugiarse a las invectivas en los artículos políticos de los periódicos, y a las redes sociales y guassappps.

Un duelo de perspectivas dominantes se da cuando el contador se hace público, visible para los lectores, y por tanto pueden éstos no sólo saber que están leyendo, sino saber que se sabe que están leyendo. O por lo menos, imaginar que alguien imagina que estás leyendo algo—cuando igual sólo estás mirando los santos.

Las guerras de piques y de comentarios encontrados son interesantes en su uso de estas modalidades de la perspectiva dominante. Pero como casi han desaparecido de mi experiencia, voy a pasar de teorizar al respecto. Por cierto que también las visitas van bajando, quizá pronto sean un recuerdo de antaño, como los comentarios hogaño.




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