Publicado en Política. com. José Ángel García Landa
Escucho
atónito a Zapatero, durante su visita a Méjico, sacar su vena
zapatista, y emprenderla con el muro que construye Estados Unidos en la
frontera. Con la voz del adalid de los pobres y oprimidos, Zapatero
suelta un lírico discurso sobre cómo ningún muro puede contener las
aspiraciones de libertad y de vida mejor de los pueblos, sobre cómo no
se pueden poner muros a los sueños y a los deseos de justicia... etc.
Muy
bien, aplaudamos (y van y le aplauden). Pero el caso es que si hay una
valla en Estados Unidos en un punto caliente, o de súbitos cambios de
presión, entre el Norte y el Sur, resulta que hay otra en España, en
Ceuta y en Melilla. Que se ha reforzado, por cierto, bajo el mandato de
Zapatero, con costosos refuerzos para que resista mejor, después de los
espectaculares asaltos a saltos que hubo por parte de grupos numerosos
de subsaharianos negros que no encontraban otra manera más fácil de
entrar en España.
Podría
pensarse que lo del discurso de Zapatero es mantener la llama del
idealismo en circunstancias difíciles—o al menos un esfuerzo por no
perder de vista lo mejor (meliora video proboque, deteriora sequor):
Zapatero difunde los ideales y la justicia con voz clara, aunque las
circunstancias locales, la Administración, la inercia, etc., le obliguen
en casa a actuar de modo diferente...
Pero
creo que hay una interpretación más plausible: a saber, que el
Presidente tiene una caradura impresionante, una hipocresía que no
conoce límites, una voluntad abierta de hacer la pelota donde se le va a
apreciar. Es de notar que en sus viajes a Marruecos se priva, sin
embargo, de hablar en estos términos de la valla española. Igual es que
su idealismo se aplica sólo a los muros, y no a las vallas.
Y
una cosa aún más alarmante se trasluce del discurso de Zapatero. Cree,
sin duda, que esta demagogia de baratillo que hace con la mano
izquierda, y a la que contradicen claramente las instrucciones de su
mano derecha, va a colar, y va a vender, y le va a hacer ganar puntos.
En México republicano, y sobre todo en España. Porque se dirige a un
público electoral compuesto mayormente de zopencos, o de simplistas
incondicionales, o de hipócritas de su mismo calibre. Pero lo más
tremendo de todo es... —que muy posiblemente no se equivoca.
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