La narración conversacional
Publicado en Semiótica. com. José Ángel García Landa
Apuntes sobre el libro Conversational Narrative, de Neal Norrick (Amsterdam: Benjamins, 2000). Que trata del uso de la narración en medio de la conversación, ya sea informando, cotilleando o contando anécdotas personales o chistes. (Antes había trabajado Norrick sobre el humor en la conversación).
El
planteamiento parte de la tradición sociolingüística de Labov,
aderezada con Wallace Chafe, Deborah Tannen, Harvey Sacks y Livia
Polanyi, que son los autores más citados—junto con los estudios de
Bartlett sobre la memoria. Comienza el libro con planteamientos
metodológicos sobre la estructura narrativa y sobre elementos
formulaicos y repetitivos en la narración oral, pasa luego a ocuparse
del tema de los relatos repetidos y el acto de recontar; luego presta
atención al encuadre de los relatos en el proceso de la conversación,
clasifica los tipos de narración conversacional y compara las
narraciones conversacionales espontáneas a casos próximos como el relato
de chistes y los relatos en obras dramáticas. Termina con conclusiones
que sugieren posibles desarrollos de la investigación sobre este tema.
En
conjunto me ha parecido interesante aunque limitado (esto a pesar de su
voluntad de ampliar el planteamiento metodológico, proporcionar un
panorama más completo de la narración conversacional, y juntar
perspectivas diversas)—un tanto cuadriculado, machacón y poco
especulativo; demasiado atado a su método y lo que le permite ver. Poco
tienen que ver sus análisis de los relatos en Shakespeare o Beckett con
lo que haría un crítico literario, que iría mucho más allá en su
análisis del relato en contexto, con respecto a la personalidad del
narrador, la temática de la obra, etc. El seleccionar sólo determinados
aspectos de los relatos conversacionales, sin embargo, sí aporta
conocimientos nuevos sobre esos aspectos en concreto.
El
capítulo introductorio señala que los conversadores pueden usar la
narración para propósitos distintos. Generalmente uno toma protagonismo
en el acto narrativo y asume el papel de narrador; enfatiza Norrick que
los demás sin embargo siguen interactuando; "El narrador (teller)
introduce la historia para asegurarse el interés de los oyentes,
hacerse con el control del turno conversacional, y asegurar la
comprensión. Entonces el narrador debe dar forma a los materiales que
recuerda adaptándolos a una actuación verbal diseñada para el contexto
presente. Este puede incluir interrupciones y comentarios de los
oyentes; de hecho, los receptores pueden intentar redirigir la línea del
relato, reformular su asunto (point) o incluso volverse
co-narradores del relato con todas las de la ley. En cualquier caso, los
receptores del relato al parecer pueden comprender y evaluar el relato
que oyen lo suficientemente rápido como para responder adecuadamente a
él, quizá con relatos propios a juego. Describir estos procesos ha de
ser un objetivo fundamental de para ofrecer una imagen completa del uso
efectivo del lenguaje". (1; traducción mía).
Critica
Norrick la imagen del relato demasiado unilateral ofrecida por los
estudios de Labov y Waletzky. Al no estudiar relatos espontáneos, sino
inducidos por el investigador, primaban el papel de un narrador al que
se escucha, sobre el proceso efectivo de la interacción conversacional.
(Vamos, que el contexto de la investigación era un tanto artificial).
Norrick emplea grabaciones de conversaciones espontáneas entre amigos o
familiares. Para Norrick, "La investigación sobre la narración
conversacional debería concentrarse en el proceso de cómo se consigue
hacer interactivamente una narración entre narrador(es) y oyent(es),
observando además las diferencias entre narraciones efectuadas por
primera vez, relatos renarrados, y relatos repetidos con frecuencia"
(2). También enfatiza más Norrick la función actual del relato, antes
que la secuencia "original" de acontecimientos: "Labov & Waletzky
toman una secuencia de acontecimientos como la subestructura
preexistente de las narraciones personales. Pero los relatos extraidos
de conversaciones auténticas muestran que los narradores recrean sus
recuerdos de los acontecimientos pasados para adecuarse al contexto
presente. Lejos de simplemente recapitular la experiencia pasada, los
narradores a menudo parecen revivir, reevaluar y reconstruir la
experiencia recordada" (2).
Este planteamiento me interesa, por su relación con la retroactividad de la retrospección
—un asunto obsesivo para mí. También promete un planteamiento
interesante para desarrollar una teoría de la ficcionalidad (algo que me
podría interesar si me decido a hablar sobre este tema en la
conferencia de París). Lástima que esta línea de razonamiento no está
realmente desarrollada en el libro, ni lleva a conclusiones que vayan
mucho más allá de lo aquí dicho.
Quita
énfasis, pues, Norrick a la secuencia básica de acontecimientos (una
pérdida de énfasis que se ve en muchos enfoques contemporáneos sobre la narratividad
). Enfatiza, en su lugar, algunos elementos verbales e interaccionales:
"Mis propios datos conversacionales muestran a los narradores
organizando sus intervenciones en torno a la repetición y a la
formulaicidad tanto como en torno a la secuencia: también ilustran más
estabilidad en la evaluación y en el diálogo que en la secuencia de
acontecimientos en las historias renarradas" (3).
En
línea con los teorizadores de la recepción (Iser, etc.) aquí se
enfatiza todavía más la esquematicidad de la actuación narrativa: "el
receptor de una narración conversacional debe trabajar incluso para
actualizar un esqueleto narrativo a partir de una actuación a menudo
polifónica y discontinua" (4). El proceso narrativo también transforma
al narrador volviéndolo a poner en contacto con la experiencia y
activando rememoraciones y llevando a reevaluaciones de los hechos
pasados a la luz de la situación presente. "Por tanto debemos rechazar
la definición de Labov de la narración como un método de recapitular la
experiencia recordada, en la medida en que suponga que el recuerdo de la
experiencia pasada permanece inalterado por la narración" (4). Recontar
es recordar, y recordar es re-acordar lo narrado no sólo entre sí, sino
con lo sucedido después: un planteamiento que podría llevar a Norrick
en dirección a la hermenéutica de la experiencia temporal, pero no lo
hace, pues se mantiene en límites disciplinarios mucho más concretos.
El
contexto presente ayuda pues a entender la narración que se hace de los
acontecimientos pasados: "Para entender estos relatos espontáneos,
debemos investigar los contextos conversacionales que los ocasionan, y
los propósitos que cumplen" (5). Así, hay muchas ocasiones para la
narración conversacional (algo que escapaba al método planteado por
Labov, que solicitaba del sujeto una narración). Salen a la luz con
este enfoque los prólogos y resúmenes que utilizan los hablantes para
establecer la narrabilidad de los relatos, y para enviar señales sobre
el tipo de reacción que esperan. También hay que estudiar la manera en
que un relato enlaza con otro propuesto a continuación por el
interlocutor. Se obtiene un panorama distinto de la actuación narrativa
estudiando los contextos efectivos de narraciones auténticas. "Por
consiguiente, propongo complementar la descripción estructural de las
estrcuturas narrativas que subyacen a los relatos con un micro-análisis
de las estrategias de los narradores, para desarrollar una retórica de
la narración conversacional junto con una descripción de los contextos
que dan lugar a relatos conversacionales y de los efectos que tienen en
la interacción circundante" (5-6).
Además
de memorizarse secuencias de acontecimientos, en la narración se
memorizan secuencias verbales específicas, porciones textuales,
fórmulas—las historias renarradas muestran señales de las veces
anteriores en que se han narrado.
Utiliza
Norrick la teoría de marcos siguiendo a Tannen especialmente—aunque
creo que se le podría sacar más partido a la multiplicidad de usos que
encuentra Goffman para el concepto de marco, aplicándolos
específicamente a la narración.
Norrick,
como Chafe y otros, enfatiza el carácter "aditivo" del lenguaje hablado
frente al carácter "subordinativo" el texto escrito. (11). (Me queda la
duda, sin embargo, de si subestima subordinaciones conceptuales,
implícitas, marcos dentro de marcos, etc.,—en favor de elementos
superficialmente o más visiblemente aditivos).
Al
enfatizar la preeminencia de elementos formulaicos, evaluativos, etc.
sobre la secuencia de acciones, también veo un posible problema… si las
evaluaciones de un hecho cambian con la distancia temporal, quizá las
evaluaciones también parezcans ser candidatas para la reelaboración en
distintas renarraciones. Y las fórmulas, ¿no pueden pasar también de
unos relatos a otros distintos, si en la renarración de esos
han resultado ser eficaces? Quizá cada análisis concreto de un relato,
en profundidad, nos proporcionaría resultados que escapan a un método
que sólo seleccione ciertos elementos para su valoración. Aunque sea
malo para las conclusiones generales...
(...
de hecho Norrick admite, de modo a la vez interesante pero
insuficientemente desarrollado en sus conclusiones, que el propio
analista, como cualquier oyente, también ha de reelaborar las
actuaciones verbales que analiza para extraer de ellas relatos que pueda
analizar. Pero el método analítico que sigue para extraer la "narración
básica" a partir de una secuencia conversacional es de hecho el aspecto
más cuadriculizante, abstractivo y cuestionable de todo el enfoque de
Norrick).
Norrick
graba conversaciones con el conocimiento de los sujetos, arguyendo que
al poco rato se deja de prestar atención a la grabadora, "nos cuesta
estar pendientes de oyentes no directamente presentes frente a frente" y
"la grabadora tiene poco o ningún efecto" sobre las conversaciones
grabadas (18). Sea como sea, sus datos ponen de manifiesto "que la
narración surge de, y prolifera con, el contexto conversacional
concreto; hacen resaltar la naturaleza interactiva de la narración, y el
papel clave que juega el público" y contrapesan otros datos que
provienen de tantos análisis de narraciones literarias o cuidadosamente
seleccionadas, y escritas.
Sobre
este punto habría que observar que estas conversaciones orales siguen
estando escritas, o transcritas: y que para desarrollar ciertas
direcciones del tipo de estudio que plantea Norrick será imprescindible
presentar los datos y análisis en formato electrónico, con vídeos y
ficheros de audio. Aunque yo personalmente no voy a ir por ahí.
Para
la transcripción, escribe Norrick sus narraciones a modo de versos,
constituido cada uno por una unidad de entonación. "Los textos escritos
se estructuran en torno a oraciones completas; mientras que el lenguaje
hablado se organiza en torno a las unidades de entonación"
(20)—afirmación que se presta, claro, a matizaciones. Emplea signos para
marcar interrupciones, superposiciones de turnos, enlaces sin solución
de continuidad entre hablantes, etc.
El
capítulo 2, "Internal narrative structure", propone métodos para
"extraer" narraciones de modo sistemático a partir de las interacciones,
y define algunos conceptos y procedimientos.
"Defino elemento narrativo como una frase con forma verbal del pasado que describe una acción o cambio de estado; y defino narración (narrative)
como un conjunto coherente de dos o más elementos narrativos". (28).
(Se verá que si esto se toma al pie de la letra es una cuadrícula
artificial, y si no, el sistema debería reformularse. Tómese esta
narración donde Juan le cuenta a Paco: "Esta mañana me encuentro a Pedro
y le digo, oye, a ver si me pagas lo que me debes, y el tío me dice,
eso digo yo, a ver si te lo pago"—Que no es una narración según los
criterios recién expuestos. O, preguntemos qué es "coherente", pues la
coherencia muchas veces depende del criterio de quien es capaz de
verla).
Siguiendo a Polanyi, Norrick junta las intervenciones de narrador e
interlocutores para llegar a determinar una narración coherente para el
analista; "una estrategia que tiene perfecto sentido desde mi punto de
vista, en la medida en que refleja la tarea a la que se enfrenta un
auditor que tiene que componer una estructura narrativa coherente de una
actuación conversacional polifónica" (29). Por otra parte, no se vé
bien para qué busca Norrick establecer esas simplificaciones
esquemáticas de relatos—para determinar su identidad, quizá, pero es en
todo caso son cuestionables estas "estructuras narrativas" abstractas
tanto en su interés para lo que busca Norrick (pues dejan de lado muchos
aspectos interactivos y textuales) como en la metodología un tanto
mecánica mediante la que se obtienen. Critica Norrick a Labov &
Waletzky por su metodología un tanto mecánica para determinar la
secuencia narrativa, pero su propio método tampoco parece mucho más
elástico. Sí quiere, sin embargo, prestar atención a elementos retóricos
ajenos a la mera secuencia, como son la construcción de diálogo, el uso
de fórmulas, y fallos de producción discursiva. (Elementos que
curiosamente parecen eliminados por las definiciones que ha dado).
Propone
dar cuenta de relaciones semánticas (uso de presuposiciones, etc.)
acudiendo al concepto de marcos situacionales. También hay un segundo
tipo de marcos, marcos narrativos, o macroestructuras de distintos tipos
de relatos siguiendo a Quasthoff.
El
capítulo 3 se plantea estudiar la formulaicidad y la repetición en la
actuación narrativa. Veo un problema en una interpretación demasiado
simple o limitada del concepto de formulismo. El uso de fórmulas
verbales fijas (refranes, expresiones idiomáticas, etc.) no puede
separarse del problema de la cuestión de grado: del hecho de que estamos
hechos de formulismos diversos, a nivel de arquetipos,
macroestructuras, esquemas retóricos, historias habituales, ideologemas,
etc. Es crucial al tratar el problema del uso de fórmulas el ver cómo
la simple cuestión del formulismo lingüístico se enraíza y se
entremezcla con el problema más general del carácter codificado o
estructurado de la actuación en general. Y este problema aquí no se
plantea.
No
carece de interés, sin embargo, el estudio de los formulismos verbales
en sí. Norrick observa cómo se utilizan para orquestar o subrayar el
proceso narrativo. También toma de Tannen el concepto de formulismo
local o espontáneo, con valor de tal en el contexto de una sola
interacción.
La
repetición, también según Tannen, establece esquemas, hace reconocible
la estructura, orienta el suspense y la respuesta. Bajo "repetición",
Norrick incluye paralelismos fónicos o léxicos, pero no engarza sus
ideas con la tradición retórica o de crítica literaria, que ha llevado
este tipo de análisis estructurales mucho más lejos.
Más
interesante es el capítulo sobre la renarración. (De hecho, yo llegué
al libro de Norrick siguiendo un interés en la repetición y
reelaboración narrativa, que desarrollé en mi artículo "Narrating
Narrating", que ahora está en prensa). Chafe había trabajado ya sobre el
tema, pero "Chafe describe el relato como si fuese un proceso de
recuperar información de la memoria, seleccionarla, y verbalizarla; pero
yo veo la producción del relato como una reconstrucción más que un
simple rememorar. Tiendo a ver a los narradores atrapados en un contexto
dinámico y en su propia actuación, narradores que adaptan una historia
básica para adecuarla a las necesidades temáticas presentes de la
interacción. Al contar nuestras historias personales, creamos y
recreamos nuestro pasado a la luz de nuestras necesidades y
preocupaciones actuales, en lugar de simplemente recapitular una
experiencia almacenada" (69).
Los
análisis concretos, sin embargo, son menos fascinantes de lo que
promete este planteamiento, quizá porque el tipo de análisis es
demasiado rígido y atado a procesos concretos como para dar cabida a un
estudio en profundidad de motivaciones y actuaciones. Por ejemplo, la
comparación efectiva entre los acontecimientos originales y su narración
cae por completo fuera de la metodología aquí planteada. Se apuntan
elementos interesantes de los que caben en el método de Norrick: la
función de repeticiones literales y paralelismos en distintas versiones
de un relato, por ejemplo. Pero algunos elementos mecánicos del análisis
de Norrick interfieren con las intuiciones que le guían o las
conclusiones a las que llega: un análisis más libre, integral y profundo
ayudaría más a justificar esas conclusiones, o a llevarlas más allá.
Entre
los relatos contados por segunda vez hay un tipo especial, los que son
marcados como tales (aunque toda diferencia es cuestión de grado, sin
duda). Según Norrick, esta marca no es sólo una precaución del hablante
para presentar material que podría ser rechazado por conocido, sino que
también "la mención de una historia familiar puede a veces suponer para
los interlocutores una invitación para sumarse a contarla" (83). Son
frecuentes en familias o grupos de amigos muy unidos: "Y aunque estos
relatos pueden narrarse principalmente para divertirse, funcionan
simultáneamente para recordar a los miembros un pasado común y valores
compartidos, de manera que refuerzan el sentimiento de una identidad de
grupo" (84). A veces se da un toma y daca interactivo, con sucesivas
fases de acuerdo gradual para llegar a una historia, que intensifica la
interacción y relación personal: "la co-narración modula la relación
personal de múltiples maneras, primero porque permite a los
participantes revivir experiencias comunes, segundo porque confirma la
unión que comparten a largo plazo, y tercero porque la experiencia misma
de la narración colaborativa redunda en sentimientos de pertenencia a
un grupo" (91).
El capítulo 5 atiende a la integración de los relatos en su contexto onversacional. "Los conversadores prologan sus relatos de manera que
justifique su narrabilidad (tellability) y para enviar señales
sobre el tipo de respuesta que esperan" (106). Lo importante no es la
novedad o interés de por sí del relato sino lo que pueda aportar a la
interacción, y un relato conocido por todos vale la pena "si la
co-narración promete aportar una inmersión interactiva intensa (high involvement)"
(106). Los interlocutores pueden también enviar señales sobre lo
apropiado o no de determinado relato, efectuar valoraciones diversas, o
indicar su voluntad de completarlo con relatos propios a juego. Haciendo
esto, "proclaman tener experiencias parecidas, y con frecuencia también
valores y sentimientos similares" (115). En el estudio de las
co-narraciones de acontecimientos imaginarios (collaborative fantasies)
observa que "los detalles y acontecimientos propuestos están sujetos
sólo al capricho de los co-narradores. Por consiguiente, la creación
colaborativa de una fantasía conduce mucho a la relación personal (rapport)"
(130); "Las fantasías colaborativas representan la forma pura de la
charla de implicación mutua elevada, donde la interacción personal
prevalece sobre la credibilidad y la secuencialidad" (161)—Aunque es de
observar que todos interlocutores de Norrick son consonantes entre sí;
faltan ejemplos de respuestas disensivas, o de narraciones disonantes o
contraargumentativas.
Relatar
es con frecuencia parte de una intervención retórica más amplia. Para
Norrick, "Al presentar un relato conversacional, el narrador a menudo
hace una apuesta por ganar al interlocutor a un determinado punto de
vista sobre los acontecimientos presentados" (116). Se podría completar
este estudio con ejemplos de lo que Michael Toolan
llama "riesgo" en el uso de la palabra, con valoraciones problemáticas
por parte del narrador que son rechazadas, historias juzgadas
inadecuadas, o argumentaciones que fracasan y encuentran resistencia por
parte del interlocutor. Y todo ello requeriría llevar más lejos el
análisis de la pragmática lingüística hacia una ética del lenguaje y una
ética tout court, o estudios ideológico-políticos. Pero Norrick no se
plantea ir tan lejos; y, como digo, en cualquier caso el conflicto o
debate discursivo no entran en su corpus o sus planteamientos.
Cap.
6: Variedades de la narración conversacional. Aquí aparecen según los
encabezamientos (a) las narraciones personales (de autoenaltecimiento,
de situaciones embarazosas o dificultades, de sueños); (b) las
narraciones en tercera persona, (c) Las experiencias recurrentes; (d)
Las renarraciones colaborativas (para ratificar la pertenencia a un
grupo, para una tercera persona, o las fantasías colaborativas); (e) Los
relatos difusos. Parece una clasificación ad hoc, quizá de casos
frecuentes en su corpus, pero poco sistemática conceptualmente. Faltan,
por ejemplo, las narraciones informativas, que podría uno pensar serían
el caso más central o neutral (aunque ya vimos que no según Norrick,
pero de ahí a que no existan...). Faltan los relatos de acontecimientos
curiosos, o del interés especial del oyente o hablante... En fin, que
esto será una colección de casos, pero no una taxonomía razonable. Sea
como sea, arguye Norrick que "las estrategias usadas por los narradores
como la repetición, uso de fórmulas, fallos de fluidez o construcción de
diálogo permanecen constantes en todas los tipos de narración
estudiados" (168). Es de suponer, sin embargo, que podrían elaborarse
clasificaciones distintas sobre la base de diferencias interactivas
efectivas: historias de engrandecimiento personal rechazadas por el auditor, por ejemplo, junto con las maniobras de corrección y negociación a que esto da lugar.
El tema de la vanity
de los narradores es fascinante para una pragmática narrativa, y para
mí. Según Norrick, la mayoría de los hablantes evitan relatos vanidosos,
pero los chicos jóvenes (dice de hecho "students—most specially the
male students")—"a menudo cuentan relatos de auto-engrandecimiento en
los que salen ganando frente a otros compañeros o a la gente mayor"
(136). Estas "put-down stories" parecen ser especialmente
frecuentes en su corpus. Sí reconoce Norrick (—no vayamos a asociar
juventud y egolatría—) que "Los narradores sí pueden, sin embargo,
jactarse de modo más implícito, por ejemplo asociándose a nombres
prestigiosos como quien no quiere la cosa (name-dropping) y con
otras referencias aparentemente casuales a lugares y actividades
prestigiosos" ("voy a dar una conferencia en París", etc.).
Los
relatos de situaciones embarazosas son aún más frecuentes que los
jactanciosos: "La mayoría de los narradores en mis datos evitan relatos
explícitos de engrandecimiento personal; de hecho, es mucho más probable
que cuenten historias de acontecimientos embarazosos, a menudo de su
propio pasado bastante distante. Sin embargo, va asociado una especie de
prestigio implícito al hecho de haber superado errores estúpidos del
pasado. Además, la capacidad de reírse de los puntos débiles y errores
de uno mismo evidencia un sentido del humor, que también cuenta como
virtud. Lejos de resultar en una pérdida de puntos sociales (loss of face),
la narración de relatos sobre momentos personalmente embarazosos
termina funcionando como un autoengrandecimiento implícito. Además, este
tipo de autoengrandecimiento es invulnerable, puesto que adopta la pose
de una autodenigración" (143)—(Bueno, invulnerable... todas las
estrategias retóricas se pueden desmontar, pero sí requeriría el hacerlo
un esfuerzo confrontacional bastante serio).
Poco
tiene que decir Norrick sobre los relatos de sueños, pues casi todo lo
que se podría decir sobre el tema escapa a sus parámetros autoimpuestos.
Sí dice que son como relatos de experiencias personales, pero marcados
claramente como sueños (vaya)—y que un relato sobre sueño parece invitar
a otro como respuesta.
Los
relatos sobre acontecimientos en tercera persona parecen ser un
material conversacional flojo a juzgar por el análisis de Norrick, que
privilegia las oportunidades de interacción e inmersión proporcionados
por la narración personal (en primera persona, claro). No es
sorprendente que muchos relatos en tercera persona se aderecen con el
relato de cómo llegó a nuestros oídos o cómo nos lo contaron: otra
variedad del narrated narrating que Norrick sin embargo no investiga aquí.
En
general, echo en falta en estos análisis muchas dimensiones para mí
interesantes de lo que supone estructurar un relato y organizarlo para
que produzca su efecto. Como he dicho, faltan dimensiones éticas e
ideológicas, pero también estructurales: Norrick no presta atención a la
manipulación de punto de vista, al juego con el tiempo, el papel de la
retrospección, del conocimiento privilegiado del narrador debido a su
perspectiva temporal (hindsight), etc. Y sin embargo estas cuestiones
son tan cruciales en la narración conversacional como en el análisis de
relatos literarios.
Una
cosa que sucede menos en literatura, o de otra manera, debido a las
características del medio, es la conarración interactiva durante el
proceso de elaboración del relato. Como ya he dicho, Norrick enfatiza la
consonancia más que la disonancia. "Incluso sin una coda final
que exprese un acuerdo sobre la evaluación de un acontecimiento pasado o
sobre la cuestión clave del relato (the point of the story),
la narración colaborativa sirve para ratificar la pertenencia a un
grupo y para modular la relación personal de múltiples maneras, promero
porque permite a los participantes revivir experiencias comunes
destacables, segundo porque confirma la unión que comparten desde hace
tiempo, y tercero porque la experiencia misma de la narración
colaborativa produce sentimientos de pertenencia común. Además, la
narración colaborativa ayuda a fijar la forma verbal de una experiencia
compartida para los participantes" (157).
Se echa en falta aquí una importación de conceptos de crítica literaria tales como el resisting reader
(interlocutor resistente, diríamos aquí), la diferencia entre receptor
implícito modelado por el discurso y receptor efectivo, uso de
narratarios interpuestos, que también lo hay, etc.
Otro concepto interesante usado por Norrick es el de relato difuso,
emergente parcialmente sobre el trasfondo conversacional, y que permite
establecer un continuo de formas entre los elementos narrativos
aislados, con un narrador central, y la interacción conversacional que
les sirven de trasfondo y de la que pueden surgir. (168). Lo que sí
parece evidente es que cualquiera de los otros tipos clasificados por
Norrick puede ser un relato más o menos difuso o más o menos bien
delimitado.
Capítulo 7: Extensiones del enfoque.
Aquí se presentan análisis de otros tipos de narraciones
conversacionales más "literarios": chistes, por una parte, y escenas de
narración conversacional en Romeo y Julieta y Endgame
por otra. En los chistes, se enfatiza el riesgo de fracaso a la hora
contar chistes viejos, pues la evaluación es inmediata—aunque para mí
que muchas veces se cuentan e igual sirven para intensificar la relación
personal, aunque fracasen como novedades. En Shakespeare y Beckett se
enfatiza la manera en que utilizan recursos (repeticiones, variaciones,
interrupciones) propias de las narraciones reales, y de ahí su éxito.
Aunque falta un análisis más profundo no sólo del papel estructural de
estas narraciones en su contexto de la obra literaria, sino también en
su contexto dentro del mundo ficticio. Como de costumbre, Norrick
atiende sólo a unos pocos aspectos que son los que son objeto de su
estudio, y se echa en falta un análisis más global, holístico,
integracionalista, o desconstructivista, por qué no.
En
las conclusiones, aparte de las recapitulaciones, se sugiere la
posibilidad de estudiar cómo la narración lleva a rememorar y a
recuperar detalles perdidos del pasado, y cómo los detalles concretos
(aunque irrelevantes en sí) parecen tener importancia para los
narradores como modo de anclar su narración en la experiencia personal, y
como recurso para recordar y verbalizar.
Otro
día quizá analice relatos personales de los que oigo, o de los que
transcribo aquí mismo, o de los que yo mismo hago. No sé lo que valdría
semejante análisis (aparte del interés autoanalítico)—pero apunto que
los blogs son un nuevo medio, una nueva interfaz entre la narración
interactiva y la escritura, y que pueden dar lugar a formas narrativas
específicas que con toda seguridad aún están mayormente por desarrollar.
Pero mi artículo sobre la narratología de los blogs, si llega a
existir, habrá de esperar a otra ocasión: aquí ya he superado lo que se
suele considerar un turno aceptable para un post.
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