Estas películas siempre han tenido, y cada vez tienen más, una lectura política. A veces deliberadamente. Se nos presenta este episodio "3" y seis de Star Wars como la génesis del Imperio a partir de la República (en el caso de los USA ya se ha dado: basta con colocarse imaginativamente en el punto de vista del bombardeado para contemplar al Imperio en acción). El canciller Palpatine es una especie de Kurt Waldheim que se ha colado hasta el centro del poder y de la impotencia mundial, la ONU, y desde ahí proclama, como Bush y como Cristo, que "el que no está con nosotros está contra nosotros". Cuando declara la transformación de la República en Imperio, no hay más que aplausos: menudos representantes tenemos, que se venden barato cuando ven por dónde van los vientos. Y hasta los que no aplauden, como Padmé, no presentan ninguna moción en contra. La paz la utiliza el malo como señuelo, cuando en realidad lo que haría falta es empezar la guerra, pero contra quién, contra uno mismo, el mal lo llevamos dentro. No tiene sentido comentar en estas películas más que la manera en que los viejos tópicos se reutilizan y se recombinan en un magma visual que significa por todas partes signifying nothing entre mucho ruido y furia. ¿Por qué la capucha? Por The Monk, a la vez monje y demonio. El negro, una vez más, muere. Darth Vader, recién estrenado, es un cruce entre coche retro y calavera; el casco es japonés, claro, otro imperio a derribar, aquél. Y debe lo suyo al Dr Muerte de Los 4 Fantásticos, que a su vez debe lo suyo al Hombre de la Máscara de Hierro y al Fantasma de la Ópera.... El desembarco de los droides en el planeta de los Wookies usa la iconografía del desembarco de Normandía y de la Tormenta del Desierto, pero los Wookies son más bien kurdos, o indios, o neanderthales, en ningún caso saddamitas ni nazis: hay mala conciencia por aquí. La hipertecnología de guerra es siempre de los malos: los buenos atacan con saucy barks, navecillas de nada que penetran las defensas de los gigantescos galeones del enemigo; en este sentido las películas sí expresan la inquietud que tienen los USA de su darth side como República Imperial, fuera de todo control, cruzada de conspiraciones benévolas y malévolas, donde la política oficial es una pantomima, donde el FBI espía al presidente y el presidente espía a la CIA. Las imágenes infernales de desmembramientos y prótesis mecánicas dominan la imaginación de esta película, fascinada y aterrorizada por la propia modernidad que ayuda a generar el cyborg americano. El protagonista es el malo, y no hace falta decir más. El retorno del Jedi y la redención de Darth Vader son cosas del pasado, aunque nos quieran hacer creer que están por venir.
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