Deja vu
Publicado en Cine. com. José Ángel García Landa
Es un título éste que se presta a crueles comentarios,
pues ya se sabe que toda película de Hollywood (y no sólo ésta, y no
sólo las de Hollywood) produce sensaciones de déjà vu en cuanto a que
participa de convenciones genéricas, maneras de filmar, y la presencia
con aura de las estrellas que reverberan desde otras películas. Así que
sí, déjà vu, pero se puede volver a ver.
Las películas de viaje en el tiempo, es cierto, son inherentemente tramposas,
porque nadie viaja en el tiempo, excepto mentalmente; y sin embargo se
pueden hacer interesantes, y curiosas, porque todos viajamos en el
tiempo, mentalmente. Y el cine es una máquina del tiempo, la más acabada
existente, para volver a revivir y recrear lo que pasó, o lo que podía
haber pasado, o las dos cosas juntas, por qué no: y eso es lo que hace
esta película, como tantas otras. Así que no seamos duros con ella
cuando intenta justificar con parlance tecnológica su truco para mandar a
Denzel Washington al pasado, a salvar a la chica. Por lo menos, me
gusta el científico loco, es de nueva generación, tipo becario del MIT
contratado por Google.
Bueno,
la historia, a ver si nos aclaramos. Nueva Orleans, tras el Katrina.
Unos agentes del FBI están experimentando con un sistema basado en la
teoría cuántica que permite observar el pasado (cuatro días antes sólo,
una especie de plegamiento del tiempo), y pueden enfocar su aparato como
si fuese Google Maps a cualquier punto del planeta, y ver imágenes de
alta calidad de las chicas mientras se duchan. (Se sienten observadas
sin embargo, es su sexto sentido). El sistema es bonito, una pantalla de
ordenador gigantesca con múltiples ventanas, y tratamientos de imagen,
que da mucho juego para metavisualidad, imágenes en diversos planos,
algo que a mí me priva. Mientras, Jim Caviezel, que al parecer se sigue
creyendo Jesucristo, pero en plan cristiano musculoso, piensa redimir al
país en plan unabombazo, y volar un ferry con quinientos marines a
bordo. (Je, igual es que está contra la guerra de Irak y Bush y todo,
vete a saber cuál es la idea...). El caso es que para plantar un coche
bomba en el ferry secuestra a la dueña (la chica guapa, Paula Patton) y
tiene toda la intención de quemarla viva y tirarla al mar para que se
mezcle con las víctimas del ferry cuando lo haga volar. Primero le va a
cortar los dedos, porque le acaba de arañar la cara, por si el ADN. Y en
este ambiente de relativa normalidad, de repente se materializa Denzel
Washington en una camilla de hospital, plas, con el mensaje
"Resucitadme". Llamémoslo Denzel 2. Esto poco lo sospecha otro Denzel
Washington (Denzel 1), que ajeno a todas estas cuestiones está en sus
cosas, investigando sobre tabacos y explosivos en otra parte de la
ciudad. (No sabe que a su colega de la oficina lo acaba de matar el
Unabomber Caviezel, porque intentó detenerlo tras leer una nota,
avisando del atentado, que se había materializado en su oficina). Ajeno a
todo esto Denzel 1, quien actúa es Denzel 2. Apenas lo resucitan, roba
una ambulancia y sale zumbando a donde sabe (gracias a que viene del
futuro) dónde está el asesino terrorista. Llega justo a tiempo de
impedir el corte de dedos y la quema, y salva a la chica, aunque
Caviezel hace volar el chiringuito por los aires y los da por muertos.
Hace migas Denzel 2 con la chica, y le cuenta parte de la historia de
cómo sabe todo lo que sabe (porque vamos, viene con un hindsight bias
que parece un delirium tremens, y la chica no se fiaba). Entre los dos
corren a impedir el bombazo del ferry, que para Denzel 2 se había
producido efectivamente en el pasado correspondiente al futuro del cual
viene... pero Denzel 2 tiene gran fe en que no hay nada escrito y todo
se puede cambiar. (Es un poco la base de otras películas sobre paradojas
temporales como Terminator).
En efecto, entre los dos, Denzel 2 y la chica, matan al bombero y se
tiran con el coche-bomba al agua en el último segundo... y allí ella
logra escaparse, mientras que Denzel 2 muere en la explosión (esta vez
como única víctima; el ferry se salva). Una bicoca que muera Denzel 2,
porque así no deja sin novia a Denzel 1, que aparece a investigar la
explosión y es reconocido por la chica—a la que no reconoce, claro,
porque para él todo esto es ciencia-ficción. Se ahorra así Denzel 1 el
tener que investigar una explosión mucho más gorda, y el ser reclutado
por Val Kilmer para el grupo del FBI que investigaba con el telescopio
del tiempo, y se ahorra el sugerirles que utilicen el telescopio como
máquina del tiempo, y se ahorra el meterse él mismo en la máquina para
volver cuatro días atrás... no sé si a ese que se mete lo llame Denzel 3
a estas alturas. La investigación empezó gracias a que Denzel 3 se
enamoró del cadáver de la chica al examinarla, y descubrió anomalías que
indicaban que esa muerta no había muerto realmente en la explosión. Y
por el hilo...
Bien,
esto naturalmente se nos cuenta no en este orden, sino desde el punto
de vista de Denzel 3, el que nunca llegará a ser porque no sucederá la
explosión. Hope that’s clear. La película tiene un ritmo muy logrado, y
es cinematográficamente muy interesante de ver. Las paradojas
temporales son un reto para la descripción narrativa: ¿cómo llamas a
esos flashbacks que son vividos en tiempo real? Requieren terminología
propia. Más allá de la paradoja, la misma duplicación de imágenes
pertenecientes a dos tiempos (en la escena de la persecución al asesino
con un casco/visor temporal, o en las escenas de voyeurismo mientras
espían a la chica con la máquina del tiempo), son un placer de
contemplar. También, en toda película de retrospección o de viaje
temporal que se precie, habrá que interpretar las semejanzas y
diferencias entre el tiempo recorrido por vez primera y el tiempo
recorrido por segunda vez, ya conocido, o reconocido, y es un ejercicio
ese que fascina al cerebro. Quizá porque volviendo a recorrer el tiempo
perdido siempre se ve éste alterado, aun sin máquina del tiempo (no hay
otra máquina del tiempo que la memoria, o las tecnologías semióticas
como el cine y la fotografía). Al final de la película volvemos a ver
muchas de las escenas iniciales, pero las vemos ahora de otra manera;
antes no sabíamos dónde mirar: el cine es toda una educación en la
capacidad de visión retrospectiva. Una película que corrige el tiempo ya
es el summum de la distorsión retrospectiva, es la falacia narrativa llevada hasta el último y obsceno límite del wishful thinking.
Vamos, que nos muestran el desenlace trágico al principio (con la
chica muerta, quemada, con los dedos cortados, una más de una montaña
de cadáveres) pero el desarrollo de la película nos lleva a un happy
ending que corrige y anula ese principio. Si el cine es la máquina de la
retrospección al servicio del deseo, aquí está bien servidos ambos,
tazón y medio. Por otra parte, un policía siempre querría obstaculizar
el crimen antes de que cometiese, y la detección le da una especie de
omnisciencia retrasada y baldía. Una historia de detectives siempre nos
muestra el final, y llega por el hilo conductor de la investigación
(argumento de la obra) hasta el inicio. Aquí tenemos eso, desde luego,
pero también tenemos más. ¿Por qué quejarnos, si nos dan dos historias
por el precio de una?
La
película engarza además muy bien a un nivel casi onírico-histérico
algunas de las principales obsesiones políticas norteamericanas de los
últimos años. El Katrina y el atentado de las torres gemelas. La falta
de previsión. Los que ahora se sabe. Lo que se sabe que se sabía... La
amenaza terrorista, muy americana ésta (un pirado de las armas, que sin
embargo tiene una conexión molesta e indeseable con las esencias
patrias). La obsesión por la vigilancia gubernamental, la invasión de la
vida privada... el Google Earth éste que ve el pasado tiene enlace
directo, además, a las videocámaras de cajeros y tiendas que enfocan
muchas esquinas del país; el software de control en manos del FBI les da
enormes cantidades de información, y sin embargo no saben cómo
seleccionarla (ése es el papel del detective Washington, ojo de lince
para abrirse paso hasta el detalle relevante). Es un poco lo que se dijo
después del 11-S (o después del 11-M). Que había mucho control policial
de los sospechosos (de éstos y de otros). Que había una sobreabundancia
de información, no escasez precisamente. Y que sin embargo no se actuó
para impedir la catástrofe. Iremos a más vigilancia estatal, y a más
incapacidad de procesar la sobreabundancia de información. Y es que hay
una relación privilegiada entre catástrofes y retrospección. Cuando un
acontecimiento notable se produce, sale a relucir la secuencia causal
que llevó a él, destacando como una trayectoria marcada con luces de
neón en el pasado, y nos parece imposible que no fuese perceptible
entonces. Pero ay, había demasiada información. Si hubiésemos sabido
entonces cuál era la relevante... resucitaríamos a los muertos. Y si
pudiésemos, volveríamos al pasado sumergido, ahora lugar de los muertos,
para rescatar a la chica amada, como Orfeo negro.
Nunca
conoceremos el futuro, y los muertos nunca volverán. Queda el hindsight
bias, para atormentarnos pensando que deberíamos haber podido. Queda el
cine, para el wishful thinking, para volver al pasado, y corregirlo si
es necesario. Vanas ilusiones, pero ilusiones que seguiremos
alimentando. Por cierto, no hay ningún déjà vu en sentido psicológico en
la película ésta. Desde Matrix,
el deja vu se refiere a una interferencia producida en el software que
controla el espacio público oficial, una interferencia que hace visible
su carácter construido. Así nos vamos familiarizando con la vigilancia
generalizada y el almacenamiento digitalizado del pasado, una
experiencia aquí asimilada a la cámara cinematográfica, y a la vez
problematizada por ella.
Deja vu.
Dir. Tony Scott. Written by Bill Marsilii and Terry Rossio. Cast:
Denzel Washington, Paula Patton, Val Kilmer, James Caviezel, Adam
Goldberg, Elden Henson, Erika Alexander, Bruce Greenwood, Rich
Hutchman, Matt Craven, Donna W. Scott, Elle Fanning, Brian Howe,
Enrique Castillo. Prod. Scheherazade / Scott Free Productions /Jerry
Bruckheimer Films. USA: Touchstone Pictures, 2006.
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