No se acaba de captar bien que
Hombres y Mujeres son (cada vez más, por cierto) dos castas sociales,
además de dos sexos.
Ayer me despedí sin saberlo del Congreso de Filosofía Joven, en
el Centro de Historias. Digo que sin saberlo porque pensaba volver por
la tarde a la sesión sobre la Crisis del Estado del Bienestar y la
Deuda, pero en lugar de eso me fui a una ortopedia y a tocar la
guitarra a la plaza.
Por la mañana la cuestión era la Crisis del Género, una serie de
ponencias feministas con bastantes toques lésbicos, algunos muy
militantes (una chica que habló sobre Audre Lorde, y que al parecer
quería restringir su universo al trato únicamente con mujeres); otras
en la línea
de Monique Wittig y Judith Butler, cuestionando la construcción del
género y la sexualidad y los encasillamientos. Otras hablaron sobre
lesbianas en provincias, bastante tendentes a no salir del armario
debido
a la falta de entorno y de asociaciones de apoyo mutuo. Y otra joven
habló sobre la prostitución, abogando por su legalización. (Supongo que
eso conllevaría pagar impuestos, además de contabilizarlo en el PIB
como hacen ahora. Y se reproduciría el eterno dilema: ¿Te lo hago con factura, o sin factura?).
Reconocía
la muchacha que en los países donde se ha legalizado la prostitución se ha producido
igual la división entre legales e ilegales, y no se ha resuelto desde
luego el problema, aunque queda la profesión menos estigmatizada. Parte
de la finalidad del prohibicionismo dominante es, claro, precisamente,
esa estigmatización. Le pregunto a esta moza por las actitudes de los
partidos españoles, y parece ser que no son claras. El PSOE es más
prohibicionista y el PP más liberal (cosa de esperar); aunque hay
corrientes prohibicionistas y legalizadoras en ambos partidos, y
también en Ciudadanos o Podemos.... o sea, un panorama nada claro.
A cuenta de las lesbianas de Logroño, hubo bastante debate sobre una
cuestión sorpresiva. Muchas (siendo, técnicamente hablando, lesbianas)
rechazaban que se les aplicase el término. A algunas les parecía
ridículo, o no querían que se las considerase lesbianas, etc. Se
debatía sobre la falta de concienciación, y la interiorización de la
opresión, y demás, pero creo que la respuesta tiene otra dimensión. Que quizá
sea especialmente comprensible en un entorno donde muchas mujeres viven
esto como una división de personalidad, manteniendo una doble vida o
doble identidad que tendrá sus costes psicológicos. Pero una
circunstancia adicional es que esas mujeres no quieren ser "lesbianas
profesionales", es decir, definir su vida en torno a su identidad
sexual, como hacen muchas lesbianas en entornos más favorables. La
identidad es un teatro, y algunas, tras haber salido violentamente del
armario, sobreactúan su identidad, o quizá manifiestan el peso de los
traumas anteriores, con una actitud de liberacionismo profesional.
Es
comprensible que quien no sale del armario no se identifique con un
término que es especialmente bien recibido en quien lo vive como centro
y determinación de su identidad. Allí hay un elemento de represión,
pero también hay un elemento de "normalidad" en el mismo sentido en el
que a mí me extrañaría o me molestaría que me presentasen en una
conferencia, por ejemplo como "escritor heterosexual", o, pongamos
"escritor español" (si es en España la conferencia), o "escritor
aragonés". O como "escritor", vamos. Así que no es de extrañar que
muchas lesbianas no quieran "ir de lesbianas" igual que hay pingües
heterosexuales que "no van de heterosexual", aunque vayan. Sienten que
les encasilla, o que les define en exceso.
Y terminamos así con los encasillamientos. Tras muchas críticas y
vueltas al orden patriarcal y sus binarismos y sus encasillamientos
etc. etc., yo (en mi línea "Monique Wittig") propongo a la concurrencia que una manera de
luchar contra el encasillamiento es no rellenar la casilla donde dice
"sexo" en los impresos de la Administración. De esa manera quedaría al
menos oficialmente instituido el tercer sexo (o la alternativa al orden
sexual binario) por la vía de los hechos. Se instituiría el Tercer Sexo
(o Tercer Género más bien, pues aquí hablamos de imaginarios
culturales) en la forma del No sabe No contesta, o A Usted Qué le
Importa, o No me acuerdo.... etc. Tiene su encanto, lo de la
indefinición de dejarlo en blanco, pues también se dejan en blanco los
motivos por los cuales se deja en blanco.
Otras veces que he propuesto esto en entornos feministas me han
abucheado de una manera que no abuchean a la Wittig, diciendo que es
contraproducente, imposible, etc. (Y quizá lo sea). En Suecia lo hacen,
al parecer, y supongo que no desaparecen allí los encasillamientos. De
hecho me explican pacientemente aquí que la cuestión va más allá de una
casilla en un impreso (lamento dar la impresión de que supongo que la
cuestión se reduce a una casilla en un impreso, pero al parecer la doy).
A ver, la cosa es más factible en España que en otros países, pues una
vez suprimida por Aznar la mili varonil, y suprimidos por Zapatero la correlación necesaria entre biología y
encasillamiento genérico por una parte, y el requerimiento de tener
géneros distintos para contraer matrimonio, por otra, queda en la práctica prácticamente abolida
la diferencia sexual como diferencia administrativamente relevante. En
la mayoría de los impresos de la Administración, desde luego, es
totalmente gratuita la presencia de la famosa casilla "Sexo" —yo a
veces pongo "H", otras veces "V", otras veces "M", y nadie me pide
cuentas. Supongo que una hembra bien podría poner también "H" o "M", y
quizá hasta "V", yo qué sé. Piénsese que se consideraría
altamente ofensivo que en lugar de clasificársenos por mujeres / hombres se nos
clasificase por homosexuales /
heterosexuales. Tanta diferencia de consideración entre estas dicotomías no es normal,
o lo raro es que sea tan normal.
Una vez instituido el tercer sexo, o la tercera Casta, o la ausencia
oficial de género, seguiría
siendo relevante acogerse a un sexo si se quisieran obtener beneficios
administrativos asociados a él. Quizá adjuntando certificado
médico-anatómico-psicológico. Se supone que ahora van dirigidos esos
beneficios al "antaño oprimido" sexo femenino—en forma de cuotas,
beneficios legales de la duda, etc. Y quien se sienta oprimida por ser
mujer quizá así podría alegarle al opresor que no tiene respaldo
administrativo para considerarla mujer, por mucha evidencia adicional
que pudiese haber en contra. Como todo, esta alteración en la ley
podría producir efectos tanto positivos como negativos. Las puertas del
baño, por otra parte, podrían redistribuirse con provecho entre los
grupos Guarr@s / Limpi@s. (Que en la práctica ya está casi hecho, sólo falta cambiar la nomenclatura).
En los impresos donde es más relevante o crucial, en el Registro Civil,
el DNI, el pasaporte... etc., es más peliagudo lo de intentar dejarlo
en blanco. Ya es para activistas, y requeriría autorización especial de
la Administración el dejarlo en blanco. La cuestión es si la tolerancia
de esa indefinición es un objetivo deseable, e incluso inmediato, para
quienes protestan por el encasillamiento sexual. Yo creo que sí, pero
al parecer no estoy muy acompañado.
Lo que sí tengo claro es que Hombres y Mujeres son dos castas, aparte
de dos sexos biológicos o dos sensibilidades. Que la diferencia
(oficial) entre hombres y mujeres va unida a una historia no sólo
biológica sino a un imaginario que divide el mundo binariamente, con la
parte del león asignada a los hombres. Las mujeres no han tenido en
general ni siquiera la parte de la leona, me temo, sino que han sido
siervas de la gleba de clase alta o baja.
Hay buenos argumentos
para suprimir el sistema de castas, al menos tan buenos como para
mantenerlo. Y en suma, no sé cómo tanta gente que protesta contra el
Orden Patriarcal y el Encasillamiento Genérico, no centra algo más los
esfuerzos en el encasillamiento más obvio, el de las casillas
superfluas H / M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se aceptan opiniones alternativas, e incluso coincidentes: