jueves, 30 de agosto de 2018

Retropost (30 de agosto de 2008): Wall.E

Es esa película tan bonita sobre un PC enamorado de un Mac. Está ambientada en un mundo invadido por la basura, solo habitado por una cucaracha y por un robotito limpiador y suciete, una especie de arquetipo porque le suena a todo el mundo haberlo visto antes, quizá en algún plano trasero de La Guerra de las Galaxias. Comienza un poco a la manera de Soy Leyenda pero con el último robot habitando en su mundillo de rutinas, en lugar del último hombre. También es una historia de la existencia rutinaria alterada y transformada por el enamoramiento, de una robota diseño tipo Apple llamada Eve, porque aquí como en todas partes los robots tienen sexo. Wally es tierno y moderadamente torpe e incompetente; ella es eficaz y supercarrierista: como un currantillo de a pie que se liga a una ejecutiva agresiva. Ella cumple con su misión de encontrar vida en el planeta, y tras muchos avatares y con la ayuda de WallE cumple su misión programada: dar la noticia de que el planeta puede soportar vida, y que podemos empezar a ensuciarlo de nuevo...  Los humanos la enviaban desde una nave gigantesca ("Axiom") donde llevan siglos navegando, en una especie de crucero de placer donde todos se han vuelto gordos y borregos, y han perdido el sentido de las cosas, cuidados por sus robots. El malo de la peli es otra vez Hal 9000, que quiere que no se implemente el plan de volver a la tierra y que la humanidad siga idiotizándose gradualmente en su transatlántico espacial mientras él se hace con el control de la nave: o sea, otra variante del robotic takeover. Pero se sobrepone el capitán de la nave y toma una decisión que lo hace otra vez humano y responsable: vuelven los gordos a la tierra, ayudados por los robots buenos, y vuelven a andar, y reconstruyen la civilización quizá en círculo de eterno retorno, que se nos narra en los créditos finales. 

Está logradísima por todas partes, desde el mensaje ecologista hasta las alusiones intertextuales y el diseño gráfico inmejorable (hay que ver los reflejos en la ipódica Eva para creerlo). Está llena de detalles simpáticos, y muy lograda está la expresividad de los robots con elementos gestuales minimalistas. Y la ironía sobre sí misma, presentándose al final de los créditos la película como producida por la misma corporación siniestra que acabará por hacerse con el control de toda la economía y convertir el planeta en una basura espacial; un toque inquietante. Y es que también hay (cómo no) un elemento de resignación ante el mundo-basura: la vida sigue, aunque sea en precario (hasta entre los gordos en sus sillones flotantes) e incluso los robots siguen siendo humanos, por mucho que se degrade el entorno. Por otra parte, no va sobre el futuro, sino sobre el presente: la imagen del Axiom con sus gordos flotantes es la América vista por los ojos de un inmigrante del Tercer Mundo. Es Wally (quizá negro, quizá inmigrante, en todo caso currante marginal) quien representa esa perspectiva no americana, una visión de cordura que ve el crucero distópico de la Axiom como una demencia inhumana y degradante—la América de la realidad virtual, y el consumismo insensato, y el supersize me. Aunque lo mismo que hace, deshace, la película: en el mundo que nos retrata, parece que sólo existen los americanos y su nave espacial capitalista autosuficiente, como  si ésta en realidad fuese despegable del planeta y tuviese la opción real de dejarlo atrás hundido en la basura. Brilla por su ausencia la humanidad no americana: el problema de la Tierra es una actitud americana, aquí, una cuestión de mentalización. No sé si los gordos volveremos a la tierra, pero lo que está claro es que a los sillones flotantes los hace flotar algo; en Walle nos venden, a la vez que la denuncia, la fantasía de que flotan solos.



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