Está logradísima por todas partes, desde el mensaje ecologista hasta las alusiones intertextuales y el diseño gráfico inmejorable (hay que ver los reflejos en la ipódica Eva para creerlo). Está llena de detalles simpáticos, y muy lograda está la expresividad de los robots con elementos gestuales minimalistas. Y la ironía sobre sí misma, presentándose al final de los créditos la película como producida por la misma corporación siniestra que acabará por hacerse con el control de toda la economía y convertir el planeta en una basura espacial; un toque inquietante. Y es que también hay (cómo no) un elemento de resignación ante el mundo-basura: la vida sigue, aunque sea en precario (hasta entre los gordos en sus sillones flotantes) e incluso los robots siguen siendo humanos, por mucho que se degrade el entorno. Por otra parte, no va sobre el futuro, sino sobre el presente: la imagen del Axiom con sus gordos flotantes es la América vista por los ojos de un inmigrante del Tercer Mundo. Es Wally (quizá negro, quizá inmigrante, en todo caso currante marginal) quien representa esa perspectiva no americana, una visión de cordura que ve el crucero distópico de la Axiom como una demencia inhumana y degradante—la América de la realidad virtual, y el consumismo insensato, y el supersize me. Aunque lo mismo que hace, deshace, la película: en el mundo que nos retrata, parece que sólo existen los americanos y su nave espacial capitalista autosuficiente, como si ésta en realidad fuese despegable del planeta y tuviese la opción real de dejarlo atrás hundido en la basura. Brilla por su ausencia la humanidad no americana: el problema de la Tierra es una actitud americana, aquí, una cuestión de mentalización. No sé si los gordos volveremos a la tierra, pero lo que está claro es que a los sillones flotantes los hace flotar algo; en Walle nos venden, a la vez que la denuncia, la fantasía de que flotan solos.
—oOo—
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se aceptan opiniones alternativas, e incluso coincidentes: