En San Sebastián, este pasado fin de semana,
autorizaban los tribunales (vascos) una manifestación de la Falange para
celebrar la fiesta nacional, y pasear sus banderas. Después de que el
gobierno vasco la hubiese prohibido, y hubiesen recurrido los
falangistas. Un pequeño triunfo para la libertad de expresión, y para
la justicia, en el País Vasco—que no es poco allí. Aunque personalmente
me parezca excesivo darles una avenida a la Falange para que se
manifiesten, dado su tirón popular.
Pero luego, ¿qué pasa? Que se cumplen las previsiones del
gobierno vasco y hay una tarde de disturbios. No provocados por los
falangistas (partido legal), válgame Dios, sino por partidarios de los
batasunos (partido ilegal) y Aeneuvistas y Comunistas de las Tierras
Vascas (partidos legales), y espontáneos aktivistas okupas, y otra basca
"antifascista", que forman clásicos comandos de amedrentamiento, queman
mobiliario urbano, se hacen con las calles para ellos como Fraga, y se
enfrentan a la policía vasca. Que por su parte impide que se celebre la
manifestación en la avenida céntrica donde estaba autorizada, y se lleva
a los falangistas a las afueras a que se manifiesten en la explanada de
un centro comercial.
De los disturbios culpa el gobierno vasco a los jueces que autorizaron
la manifestación. Les falta decir que a los falangistas por existir. Lo
más obvio sería culpar a los causantes de los disturbios, ¿no? Pero el
gobierno vasco participa del mismo antiespañolismo que los matones
callejeros, y se apunta a su lógica por lo bajini. ¡Que vienen los
fachas! —pero fachas son para ellos los falangistas, y todos los que
andan detrás de una bandera española, no los que amedrentan o destrozan o
imponen su ley de matonismo por la fuerza.
Al grito de ¡que vienen los fachas!, los nuevos
camisas pardas nacional-socialistas se apoderan de las calles mientras
el gobierno de turno les deja hacer, o les afea su conducta con la boca
pequeña. Así una mano agita el árbol, y otra recoge las nueces, sin que
la izquierda sepa lo que hace la derecha. Para hacer patria—de la misma
manera el gobierno italiano dejaba hacer a los de Mussolini, una
estrategia de terrorismo de Estado que permite actuar y conseguir el
efecto deseado sin mancharse las manos. Así la ley y los derechos se van
convirtiendo en una entelequia, a aplicar según convenga, y nunca en
ningún caso en favor de los fachas
que sean de otra cuerda. Noches de cristales rotos, en el País Vasco,
todas las noches. Pero el vecindario prefiere refugiarse en casa en
silencio, esperando que al menos por hoy no sea el turno de su
escaparate.
PS: hoy en Ibercampus: "La violencia política sacude a la Universidad vasca".
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