Ayer hicimos una excursión con Abo, Otas, Ivo y un tal Iván hasta la torraza de Lárrede. Había estado yo hace unos años, pero ahora está restaurada. Lástima no haber podido subir arriba, porque tiene una buena panorámica de todo el campo de biescas. Ahora que, para panorámica, la que nos describían en una conferencia de la asociación cultural Erata a la que fuimos por la tarde.
Presentaban el número dos de la revista Erata, dedicada a la tierra de Biescas, en el que sale entre otras cosas un artículo de Ricardo Mur, cura de Biescas, sobre "El fenómeno de San Benito de Orante". La asociación está restaurando ahora la pequeña ermita de San Benito, en la cima de Erata, centro de una zona bastante inhóspita y ahora prácticamente deshabitada. Es una capilla benedictina desde la que puede divisarse al oeste otra capilla de San Benito, la de Orante (entre Jaca y Sabiñánigo). Y, en línea recta más al oeste, está San Juan de la Peña, santuario del Grial. Siguiendo esa recta visual se pone el sol durante el solsticio de invierno.
Pues bien, ese santuario del oeste, San Benito de Orante, se levanta en un cerro con una vista amplísima: 40 pueblos se ven desde ahí, y, en concreto (de eso iba la conferencia, y el "fenómeno"), cuatro santuarios benedictinos dispuestos en X, siendo Orante el centro de la X. Erata al noroeste, Sta. María de Ballarán al suroeste, San Juan de la Peña al sureste, y el más lejano, Leyre, al noreste.
Según Ricardo Mur, "si nos situamos en la ermita de San Benito de Orante el día del solsticio de verano observamos que el Sol sale por San Benito de Erata y se pone por San Salvador de Leyre. Si lo hacemos el día del solsticio de invierno, observamos que el sol sale por Santa María de Ballarán y se pone por San Juan de la Peña". Podría ser casualidad, pero Mur se inclina por interpretarlo como un calendario geográfico ligado a antiquísimos cultos solares, cristianizados luego por la Iglesia.
Aparte de esta curiosa marca del solsticio, existe la tradición de una romería a San Benito de Orante en el día del equinoccio de primavera, el 21 de marzo, antigua fiesta de San Benito.
No hay que olvidar que la Iglesia era la dueña del calendario, heredera de las tradiciones romanas, y que a ella le correspondía armonizar el calendario solar y el lunar, marcando el principio del año y el ciclo de las festividades. Así pues, en época de pocas comunicaciones, era importante tener presentes los puntos de referencia que permitiesen ordenar los ciclos del tiempo. Y también existe un elemento ritual en esta ordenación del espacio con referencia al tiempo cósmico.
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