"Al igual que el hierro produce el óxido y la madera cría los animales que la destruyen, así cada Estado tiene dentro de sí el germen de su propia corrupción."
Me he releído hoy un magnífico ensayo, poco conocido, de Oscar Wilde, "The Rise of Historical Criticism". Allí alaba a Polibio como ejemplo del historiador crítico, ilustrado y racional, que busca extraer leyes generales y un conocimiento de la humanidad a partir de la historia. No con una finalidad meramente académica, sino con una finalidad política en el mejor y más amplio sentido de la palabra. El historiador—el gran historiador—es un gran político porque va más allá del partidismo miope, para conocer las razones profundas de los acontecimientos y su significado. Así resume Wilde las enseñanzas del historiador:
"Ha de distinguir entre causa y ocasión, entre la influencia de las leyes generales y de los caprichos particulares, y ha de recordar que las mayores lecciones del mundo están contenidas en la historia, y que es deber del historiador ponerlas de manifiesto, para impedir que las naciones sigan esas políticas imprudentes que siempre llevan a la deshonra y a la ruina, y enseñar a los individuos a que aprendan con el cultivo intelectual de la historia aquellas verdades que de otro modo tendrían que aprender en la amarga escuela de la experiencia."
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