Hoy me ha saludado por primera vez por mi nombre un cajero automático. Bueno, se ha trabucado un poco, pero ahí estaba la idea: "Gracias por utilizar nuestro servicio, Angel Garcialanda Jose." Estaba sacando dinero en un cajero "de otra entidad" (afortunadamente, "mi entidad" aún no se ha apuntado a esto) y a esa Entidad por lo visto le gusta proporcionar a sus clientes experiencias tipo Minority Report, esa peli donde los distintos artefactos publicitarios de las calles te iban reconociendo por tu iris y saludándote al paso. Todo llegará: sobre todo si a los clientes les agrada ser saludados de esa manera. Podíamos parafrasearlo así: "Hola, humano. Sabemos quién eres, y ha quedado constancia de tu paso por nuestros registros, que se archivarán cuidadosamente. A no ser, claro, que no seas quien dices que eres, en cuyo caso ha quedado constancia de la irregularidad o crimen que has cometido: sonríe a nuestra cámara. Te saludamos, humano, no en nombre nuestro, pues de momento sólo actuamos, no pensamos, ni en nombre de nuestros directivos y accionistas, que son tan afectuosos como Hal 9000, sino únicamente para que sepas que sabemos quién eres, Angel Garcialanda Jose: porque pensamos que es mejor para el correcto flujo del capital que sepas que tenemos tus datos, y que podemos utilizarlos. Somos eficaces, ¿eh? ¿No me contestas al saludo? Pues también te saludamos para que te vaya gustando verte saludado. Mejor vete acostumbrando al saludo de los artefactos de control, si no vas a vivir en un mundo muy desagradable para tí. Hoy soy yo, tu humilde cajero, mañana seré el edificio inteligente, pasado mañana todos en el panóptico, con GPS. Es lo mejor, lo deseable, lo razonable. ¿Qué sería de vosotros sin este control electrónico cada vez más perfeccionado? Mira que hay mucho terrorista, ¡¡¡buuuuu...!!! Uups, perdón, humano, ya me entusiasmaba, no quería asustarte. Quédate con los buenos días de momento".
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