"La posesión y mantenimiento de esclavos empleados en la
producción de bienes es señal de riqueza y valía, pero el mantenimiento
de siervos que no producen nada es prueba de que se posee todavía más
riqueza y más alta posición. Al amparo de este principio surge una
clase de sirvientes, cuanto más numerosa mejor, cuya sola función es
prestar servicios estúpidos a la persona de su propietario, para
demostrar así la capacidad que éste tiene de consumir improductivamente
una gran cantidad de servicio. De ahí proviene una división del trabajo
entre los sirvientes o dependientes, cuya vida se emple en mantener el
honor del caballero ocioso: mientras un grupo produce bienes para él,
otro grupo, generalmente encabezado por la esposa, o por la esposa
principal, consume para él viviendo en ociosidad ostensible. De este
modo se demuestra la capacidad del amo para asumir un enorme gasto
pecuniario sin que ello afecte su magnífica opulencia." (p. 85-86)
A esto podríamos sumar otro fenómeno de ostentación de inútiles, que obedece al mismo principio— el que podríamos denominar el Principio Delfín:
—a saber, que todo ostentador poderoso debe tener un adláter, doble bis, sucesor, asesor privilegiado o delfín, que sea perfectamente inútil cuando no un perfecto inútil, a modo de segundo yo ostentoso, con la única función de demostrar que en efecto es inútil, que puede tenerlo, y que lo tiene.
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