sábado, 11 de septiembre de 2010

Valor simbólico, idolatría y coranes virtuales

 

Parece la noticia de hoy en el 9º 9/11. Sobre la fiebre de quema de coranes, que aún no sé si han quemado alguno o no por fin, ver por ejemplo aquí un comentario en Libertad Digital (minuto 53). "El caso ha servido para demostrar la fragilidad de las relaciones entre cristianos y musulmanes", no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo. Fragilidad será donde no andan a palos ya. Una frase divertida, sin embargo, sobre el orate de Florida "si quema coranes, como si quiere quemar mantas". Mientras sean sus coranes, y no los del vecino... más ventas que tendrá el Libro. Lo malo, claro, es el valor simbólico: que lo compras con tu ejemplar, pero no lo quemas, sino que lo enciendes. Otro comentario interesante, sobre las declaraciones de Obama al respecto, lo hace Arcadi Espada. A su entender, Obama legitima, con sus recriminaciones, el desproporcionado valor simbólico que los integristas dan a su libro:

"Cualquier reacción ante un hecho simbólico que traspase los limites del símbolo es una aberración impropia de un hombre civilizado. Obama podría haber condenado el gesto, calificarlo de repulsivo y de abyecto; podría haber advertido, incluso, que provocaría una quema de biblias o acciones de parecido voltaje emocional. Pero nunca tendría que haber dado por lógica la principal diferencia pragmática entre los dos Libros: ningún cristiano reaccionaría ante la quema de biblias destrozando infieles en una estación de tren." 
 

Noble posición, aunque semióticamente cuestionable. Frente a esto, podría argüirse que somos símbolos, y habitamos símbolos... La diferencia está en saberlo o en no saberlo: en habitar los símbolos de modo más crítico y reflexivo, o en hacerlo de modo más simplista, inconsciente y brutal. La eterna lucha contra la idolatría. Yo me leí el Corán, mientras hacía la mili en el Regimiento Tarifa. Y lo único que recuerdo es que no me impresionó ni me interesó en absoluto—menos, desde luego, de lo que esperaba cuando decidí leérmelo, y no era mucho lo que esperaba. No niego que pueda tener su interés, para sus fieles evidentemente, o para los historiadores de los religiones, o para los filólogos arabistas—pero no recomiendo en absoluto su lectura por placer. Ahora, para quien lo quiera leer, aquí está, en versión digital. Únicamente recomiendo no cerrar la ventana del navegador, ni apagar jamás el ordenador si abrís esa página, porque estaríais destruyendo una copia (digital) del Corán, cosa que podría ser muy mal vista por algunos idólatras. 

 

 
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