En Vida y destino, la novela de Vasili Grossman sobre la Rusia comunista durante la Segunda Guerra Mundial, hay varios personajes pasmados por el giro que han dado los acontecimientos—cómo antiguos revolucionarios son ahora acusados de enemigos del pueblo, y cómo ellos mismos han acabado en un campo de concentración o con sus palabras y pensamientos amordazados por el temor a la vigilancia mutua que impone el totalitarismo. Es un retrato de la opresión de un sistema que no quiere sólo controlarlo todo ahora y por siempre jamás, sino que también pretende someter incluso el pasado, lo ya sucedido:
La
tranquilidad en el tono de voz de Madiárov no parecía de este mundo. El
poder del Estado había construido un nuevo pasado; hacía intervenir de
nuevo a la caballería a su manera, exhumaba nuevos héroes para
acontecimientos ya sepultados y destituía a los verdaderos. El Estado
tenía poder para recrear lo que una vez había sido, para transformar
figuras de granito y bronce, para manipular discursos pronunciados hacía
tiempo, para cambiar la disposición de los personajes en una
fotografía.
Se forjaba realmente una nueva historia. Incluso los hombres que habían sobrevivido a aquellos tiempos volvían a vivir la experiencia pasada, de valientes se transformaban en cobardes, de revolucionarios en agentes extranjeros. (346)
Se forjaba realmente una nueva historia. Incluso los hombres que habían sobrevivido a aquellos tiempos volvían a vivir la experiencia pasada, de valientes se transformaban en cobardes, de revolucionarios en agentes extranjeros. (346)
No sé si este pasaje de Vida y Destino de Vasili Grossman debe algo a Orwell, donde el protagonista Winston trabaja en una oficina de información estatal en la que se reescriben las noticias antiguas de los periódicos, corrigiendo la historia reciente a conveniencia del gobierno.
Lo que está claro es que muchos se confundieron pensando que Orwell escribía no sobre su propia experiencia vivida, sino sobre algún futuro que amenazaba un día con llegar, si no en 1984, quizá en un momento lejano, o que quizá fuese una fantasía satírica... El doublethink y la práctica de la historia retroactiva no hay que proyectarlos al futuro, pues en realidad siempre han estado entre nosotros. Los fenómenos patológicos extremos como el régimen estalinista que bien conoció Orwell no hacen sino permitir que se manifiesten plenamente esas tendencias al conformismo y la sumisión que genera todo sistema de poder y control, especialmente los aderezados por prácticas de vigilancia mutua. También es cierto que en esos casos, y en esos momentos, salen a organizar la vida pública los peores especímenes de burócrata chupatintas servil, y también se airean las peores tendencias servilistas de las buenas personas, simplemente por la presión ambiental—como cuando en Vida y destino el protagonista Shtrum contradice a un crítico del gobierno:
Shtrum,
adoptando una actitud que ni siquiera él mismo comprendía, sintió la
necesidad de contradecir a Madiárov, aunque compartía punto por punto
sus observaciones.
—Hay algo en su razonamiento que no encaja —dijo—. ¿Cómo puede afirmar que los intereses del hombre no coinciden, no confluyen plenamente con los intereses del Estado que ha creado una industria bélica para la defensa? Creo que los cañones, los tanques, los aviones con los que se envía a combatir a nuestros hijos, nuestros hermanos, son necesarios para todos y cada uno de nosotros.
—Rigurosamente exacto —dijo Sokolov. (353)
—Hay algo en su razonamiento que no encaja —dijo—. ¿Cómo puede afirmar que los intereses del hombre no coinciden, no confluyen plenamente con los intereses del Estado que ha creado una industria bélica para la defensa? Creo que los cañones, los tanques, los aviones con los que se envía a combatir a nuestros hijos, nuestros hermanos, son necesarios para todos y cada uno de nosotros.
—Rigurosamente exacto —dijo Sokolov. (353)
Hay un fragmento comparable, muy bonito, en Orwell, cuando Smith por fin contempla cómo actúa dentro de sí el doublethink que le impone O’Brien, y reconoce los efectos internos del sometimiento en su propia mente: la voluntad del Hermano Mayor, por no llamarlo el Gran Hermano, está no sólo por encima de la ley y de la historia, sino por encima de la lógica misma y de las matemáticas:
Almost unconsciously, he traced with his finger in the dust on the table:
2+2=5
’They can’t get inside you,’ she had said. But they could get inside you. ’What happens to you here is for ever,’ O’Brien had said. That was a true word. There were things, your own acts, from which you could not recover.
2+2=5
’They can’t get inside you,’ she had said. But they could get inside you. ’What happens to you here is for ever,’ O’Brien had said. That was a true word. There were things, your own acts, from which you could not recover.
(George Orwell. Nineteen Eighty-Four, Penguin, 1989, p. 303)
También podemos ponerlo en alemán, para los de Filología Alemana:
Fast unbewusst malte er mit dem Finger in den Staub der Tischplatte:
2+2 = 5
"In dein Inneres können sie nicht eindringen", hatt Julia gesagt. Aber sie konnten in einen eindringen. "Was Ihnen hier widerfährt, gilt für immer," hatte O’Brien gesagt. Das war ein wahres Wort. Es gab Dinge, eigene Taten, die man nie wieder los wurde.
Porque esto
pasa en Rusia, en Alemania, en Catalonia, y en todas partes donde haya
consignas oficiales, una voluntad de control desmedida y un sometimiento
irracional a una autoridad arbitraria.2+2 = 5
"In dein Inneres können sie nicht eindringen", hatt Julia gesagt. Aber sie konnten in einen eindringen. "Was Ihnen hier widerfährt, gilt für immer," hatte O’Brien gesagt. Das war ein wahres Wort. Es gab Dinge, eigene Taten, die man nie wieder los wurde.
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