Sigo leyendo Ghosts of Spain de
Giles Tremlett, y este trozo me ha hecho acordarme otra vez del tío
Víctor—mi tío abuelo Víctor Carrera, tío de mi madre y de otro tío
Víctor que tenía, Víctor Landa. Habla de los maquis, de la amnesia
nacional, y de la resistencia antifranquista.
"Tenía
yo curiosidad. Aquí había, a fin de cuentas, un grupo de resistentes
que habían combatido contra un régimen dictatorial de derechas dirigido
por un aliado de Hitler y de Mussolini. De niño en la Gran Bretaña de
los años 60 y 70, había crecido fascinado por historias de hombres y
mujeres así. En cómics, revistillas, películas y novelas baratas, la
Resistencia de Francia, Italia, Yugoslavia y Grecia figuraban a menudo
como los aliados clave de algún héroe británico terriblemente heroico y
ligeramente sentimental. Aun hoy, estos leales partisanos hacen alguna
aparición ocasional en las novelas británicas—como la Charlotte Gray de
Sebastian Faulks.
En
la mayoría de los países, los miembros de la Resistencia son héroes
nacionales. Tienen medallas, monumentos y museos. Pero en la mente de
los españoles los maquis están en general olvidados. Un puñado de
ex-combatientes, historiadores locales, y gente de la extrema izquierda
ha impedido que desaparezca su recuerdo. Pero no tenían sitio en el
panteón de héroes de la nación. Ni siquiera los socialistas que lucían
su antifranquismo como seña de identidad en los años 60 y 70, y que
habían pasado a dirigir la España democrática en los 80, se habían
molestado en interesarse por este grupo de hombres y mujeres ancianos y
derrotados. Irónicamente, algunos de ellos, exiliados de la España de
Franco, podían considerarse héroes en Francia, al haber luchado con la
Resistencia de allí durante la Segunda Guerra Mundial. Los tanques que
hicieron entrar a la Francia Libre a París en 1944 llevaban los nombres
de ciudades y pueblos españoles como Zaragoza, Guadalajara y Belchite,
e iban conducidos por españoles." (Ghosts of Spain 56-57)
El
tío Víctor debió nacer hacia 1900, y a los siete años lo mandaron de
pastorcico. Por la escuela poco pasó: no aprendió a leer y escribir
hasta mucho más tarde, en la cárcel de Franco, haciendo tiempo entre
que lo fusilasen o lo soltasen. Cuando se fue a trabajar fuera del
pueblo, no sabía ni cómo se llamaba, me dijo: le preguntaban y decía:
"Vítor"—"¿Víctor qué?" —"Pues no sé... ¡Vítor!". Tuvieron que escribir
al pueblo para informarle de su apellido... Y me decía, de viejo, "¡Qué
vergüenza, que no supiese yo ni cómo me llamaba! ¡Cómo estaba el país,
para que hubiese tanta miseria y yo fuese tan ignorante! Eso es lo que
queríamos cambiar los comunistas."
Se fue a Francia a los
diecisiete años para no hacer la mili, y buscando mejores condiciones
de trabajo, supongo. Aunque de hacer milis no se libró en su vida, y
trabajar trabajó siempre como un mulo el pobre. El caso es que en
Francia acabó pasando la mayor parte de su vida. Es divertida la anécdota de la maleta. Resulta que estaba trabajando en el sur de Francia, y de repente le dijeron a él y a su cuadrilla que les dejaban subirse a un camión para un trabajo muy bueno en el norte. No le dio tiempo ni a recoger sus cosas de la pensión en la que estaba, y en el camión que se fue. Total, que estuvo años trabajando en el norte. Y pasaron años, y se casó, y los alemanes invadieron Francia, y estuvo en la Resistencia luchando contra los nazis, y pasó con los maquis a España, y estuvo encarcelado durante años, y murió su mujer, y cuando lo soltaron volvió a Francia, y pasó por el mismo pueblo donde había estado y la misma pensión... y allí le dijeron "¡Oiga, que aquí le guardamos una maleta!"
Con mi abuelo Severiano trabajó muchos años en una granja que arrendaron junto con mi abuela en el centro de Francia, cerca de Vichy. Antes habían sido leñadores también (mi abuelo navatero en el valle del Roncal), y en los años sesenta y setenta se hallaban en la cumbre de su fortuna, con una motoreta vieja, con tractor a veces, y con conejos, cerdos, patos, vacas, perros (Sultán y Rita, y luego Kiki 1 y Kiki 2). Y pintadas, y pavos, y gallinas y huertos de patatas y judías y tomates, y peras que metían en botella mientras aún estaban en la rama del árbol. Y había una cuadra y un pajar y cobertizos fascinantes llenos de herramientas y trastos, y desván y bodega que según Bachelard debe tener toda casa Arquetípica. Y un columpio enorme en un árbol enorme. Tenían dos curiosos dialectos chapurriados, de español salpicado de francés y viceversa—y así los pavos eran dindas, los patos canas, el cartero era el factor, y el balde de fregar era la lesivosa. Allí, a Petits Nauds y luego a Les Gouets, pueblos perdidos del Allier, fuimos varios veranos a aprender francés y chapurriao, y a echar de comer a las gallinas. Mi abuela hacía mantequilla en unos moldes con flores en relieve y la vendía los días de mercado. Esa ya no la probamos otra vez, hélàs.
Tanto mi abuelo como mi tío eran miembros del Partido Comunista—del francés, claro, que eran franceses ahora—y L’Humanité era su órgano de referencia. Los dos tenían una pensioncilla de jubilación de Francia. Alguna vez que vino el tío a España de vacaciones en los años setenta hubo que llevarlo de urgencia a Francia a votar en las elecciones. No a votar a Mitterrand—que para él los socialistas eran peores que la derecha—sino a Marchais, claro.
El último tiempo que pasé continuado con el tío Víctor fue mientras hice la mili en Huesca en 1985-86. Tras la muerte de mi abuelo volvieron mi abuela y el tío y alquilaron un piso donde yo estuve de "pernocta" como decían en el cuartel. Después de tantos años de hortelano en Francia, ahora tenía una buena colección de macetas en la terraza, y su mayor entretenimiento era cuidarlas. Eso, y despotricar del Capital y de los socialistas—que eran lo único que lo ponía de mal temple, porque persona más amable y bienhumorada no se ha visto nunca. Aún lo oigo canturrear por lo bajo mientras regaba las plantas, o en Francia, en Chez Gouet, mientras ataba una carretilla (o una brueta que diría él) cargada de hierba, tirando de la hierba y trenzándola hasta que salía una cuerda... "lailolailo lailo lailooooo... tititiroritititiii"....
No
tuvo hijos, y casi parecía más un tión que un tío. A los
sobrinos-nietos nos parecía extraño que hubiese estado casado (sobre
todo llevando ese bigote propio de Hitler que llevaba en las fotos
viejas). Pero aunque los tíos son una especie que deja poca huella en
la tierra, sí que nos acordamos bastante del tío Víctor. "¡¡Víiitoooor!!", le llamaba mi abuela en la granja, cuando necesitaba algo.
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