Las Médulas
Publicado en Historia. com. José Ángel García Landa
Nos vamos con lo puesto a visitar las minas romanas de Las Médulas, cerca de Ponferrada—bueno, cerca pero no tan cerca. Después de ver unos vídeos cómo los romanos hacían lo que llamaban ruina montium,
subimos a un mirador desde donde se veia, a modo de Gran Cañón del
Colorado, el paisaje impresionante que dejaron los romanos... bueno, los
astures, que romanos no debía haber ninguno dando ni pico. Pero eso sí,
ahí los tenías midiendo y diseñando canales y túneles: hasta desde 100
kilómetros traían el agua por cumbres y riscos para hacerla llegar hasta
la cima de estos montes, y poder derrumbarlos con un sistema de
galerías. Como no tenían dinamita, tenían que derrumbar medio monte de
vez con un sistema de galerías inundadas de repente, para aprovechar la
propia fuerza del monte derrumbándose y que cayese aún más. Dice Plinio
que el resultado era una auténtica explosión, con onda expansiva
incluida, y un estruendo tal que no lo imagina el oído humano. O el oído
romano, al menos: en decibelios hemos subido el nivel en la
actualidad—pero estas minas dejan pequeñas a las minas modernas que aún
se ven alrededor en el horizonte.
Total, que después de haber
subido andando con lo puesto sin una tarjeta de crédito siquiera por lo
del peso, resulta que nos cobraban por entrar a ver las galerías
subterráneas... y sólo ha podido pasar Alvaro con el euro de calderilla
que hemos logrado reunir. Todo por no volver a subir, claro. Y Álvaro,
va por esas galerías de murciélagos, lo vemos aparecer como un microbio
en un túnel el frente de un acantilado, que parecía un ojo de cíclope, y
ni lo reconocemos, el tío ni saluda a los del mirador de enfrente ni
nada... Pensamos que ese túnel debía dar horror a los medievales, que
probablemente ni se acercarían por allí pensando que este paisaje sería
obra del demonio. La guía decía que de críos aún era más impresionante
ir por la cueva y salir al acantilado sin pretil ni mirador, claro...
Total que todo el día de viaje; y mientras los cuñados, que nos querían
traspasar al abuelo para las vacaciones, alterados porque no nos
localizaban y no sabían si volvíamos a Zaragoza... pero ya está
arreglado, y todo el mundo localizado. A mí no es difícil localizarme,
con Google está hecho, pero a veces se ahoga uno en el exceso de
tecnologías.
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