miércoles, 13 de enero de 2016

Retropost #533 (4 de octubre de 2005): Epígrafe al Libro del Mundo



"Cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa palabra".

Venden en los kioscos estos días un grueso tomo, volumen primero de las obras de Borges - a mil pelas. Lo he comprado, claro, aunque ya tenía otra edición. De él acabo de extraer este epígrafe que adornará la próxima edición de mi bibliografía. Me parece adecuado para toda obra que intente abarcar demasiado, y encima ponerle un orden, necesariamente arbitrario, a ese demasiado. Está extraído el epígrafe de un ensayo de Otras Inquisiciones, "El idioma analítico de John Wilkins". Cito aquí el contexto completo, epígrafe adecuado para todo Libro del Mundo, incluidos el Open Directory, o Google.


"He registrado las arbitrariedades de Wilkins, del desconocido (o apócrifo) enciclopedista chino y del Instituto Bibliográfico de Bruselas; notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo. ’El mundo –escribe David Hume– es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada, que ya se ha muerto’ (Dialogues Concerning Natural Religion, V, 1779). Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa palabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta conjeturar las palabras, las definiciones, las etimologías, las sinonimias, del secreto diccionario de Dios.
La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos conste que éstos son provisorios".
(Obras Completas I, Barcelona: RBA, 2005, p. 708).

El mundo real no es menos virtual, ni provisional, que los libros que lo describen, ni que las redes con las que intentamos atraparlo. En un libro como Star Maker, de Olaf Stapledon, caben más universos de los que quizá lleguen a existir jamás, y sin embargo ese libro también cabe en un estante polvoriento, en el último rincón del universo.

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