lundi 10 février 2014
Descriptif
Conférence de Jérôme Dokic dans le cadre des lundis de la philosophie.
Quelle que soit la vérité ontologique les concernant, le passé et le futur se présentent à nous de façon asymétrique. Nous pouvons connaître le passé grâce au souvenir, mais nous ne pouvons qu'anticiper le futur par l'imagination ou l'inférence. Pourtant, les sciences cognitives ont identifié, sur des bases psychologiques et neurologiques, une capacité qui sous-tend tout à la fois une certaine façon de nous remémorer notre propre passé (ce qu'il est convenu d'appeler la mémoire épisodique), et une certaine façon de nous projeter par l'imagination vers notre futur (notamment pour planifier notre existence, proche mais aussi plus lointaine). Cette capacité, apparemment indifférente à l'asymétrie entre le passé et le futur, est appelée "chronesthésie" ou "voyage mental dans le temps". Il s'agit dans cet exposé de dégager quelques implications philosophiques de l'existence de la capacité de nous projeter par procuration dans une situation qui n'est plus, ou pas encore. Nous ferons la proposition selon laquelle le noeud qui relie le passé au futur sur le plan cognitif se situe au niveau de notre engagement émotionnel.
Quelle que soit la vérité ontologique les concernant, le passé et le futur se présentent à nous de façon asymétrique. Nous pouvons connaître le passé grâce au souvenir, mais nous ne pouvons qu'anticiper le futur par l'imagination ou l'inférence. Pourtant, les sciences cognitives ont identifié, sur des bases psychologiques et neurologiques, une capacité qui sous-tend tout à la fois une certaine façon de nous remémorer notre propre passé (ce qu'il est convenu d'appeler la mémoire épisodique), et une certaine façon de nous projeter par l'imagination vers notre futur (notamment pour planifier notre existence, proche mais aussi plus lointaine). Cette capacité, apparemment indifférente à l'asymétrie entre le passé et le futur, est appelée "chronesthésie" ou "voyage mental dans le temps". Il s'agit dans cet exposé de dégager quelques implications philosophiques de l'existence de la capacité de nous projeter par procuration dans une situation qui n'est plus, ou pas encore. Nous ferons la proposition selon laquelle le noeud qui relie le passé au futur sur le plan cognitif se situe au niveau de notre engagement émotionnel.
Jérôme Dokic (EHESS) es autor de Dynamique des états mentaux (2004), su tesis doctoral y Qu'est-ce que la perception (Vrin).
Este trabajo está realizado conjuntamente por Dokic con su antigua doctoranda Marguerite Arcangeli, autora de una tesis sobre la imaginación.
Va a reflexionar sobre las relaciones entre la capacidad de recordar el pasado y la facultad de anticipar el futuro. Tesis:
1) Que ambas facultades, memoria y anticipación, descansan sobre un núcleo común, una forma de la imaginación que permite viajar en el tiempo, la cronestesia.
2). Que esta forma implicada de imaginación tiene una estrecha relación con nuestros afectos y emociones.
La facultad de anticipar el futuro implica la representación más o menos definida de una situación futura que nos afecta. O de modo más general, una situación genereal que se producirá. Nos basamos para ello en nuestro acervo de conocimiento sobre el curso general de las cosas—para anticipar lo que nos sucederá, o lo que sucederá en general, en el futuro, basándonos en el pasado.
La anticipación parece ser asimétrica con respecto al pasado y al presente. Estos se basan en la memoria y la percepción, tenemos acceso cognitivo a ellos: pero no tenemos acceso cognitivo a un futuro que no se ha producido aún. La anticipación depende sin embargo del pasado, y depende instrumentalmente de la memoria. ¿Serían, sin embargo facultades opuestas, asimétricas? Esta conclusión la rechazaremos, y veremos que la relación entre nuestras capacidades de reconstruir el pasado y el futuro es una relación constitutiva y no meramente instrumental.
Más en concreto: Una forma específica de anticipación, y una forma específica de memoria, comparten un núcleo cognitivo: esta capacidad de viajar mentalmente en el tiempo que es la cronestesia.
Relación entre la memoria y la anticipación. Bergson o Russell distinguieron entre dos formas de memoria: una memoria impersonal de hechos históricos en los que nos vemos o no implicados; son recuerdos declarativos, que se pueden expresar en la lengua. (Esta memoria declarativa, verbal, se opone a otro tipo de memoria procedimental, "saber hacer" algo, saber ir en bicicleta tras una amnesia, etc.). Esta primera forma de memoria es factual o semántica, se puede verbalizar con un complemento proposicional: me acuerdo de que.... la batalla de Marignan tuvo lugar 1515, o de que tuve una enfermedar pulmonar de niño, son datos que se recuerdan, y pueden referirse bien a nuestra vida, bien a hechos anteriores.
La otra forma de memoria (también 'declarativa' y no procedimental) que nos interesa, es la memoria episódica, personal. Se expresa con complementos nominales: me acuerdo de mi primer vuelo en planeador. Así pues, puedo acordarme de que me caí por las escaleras de niño, pero no por ello tengo que acordarme (episódicamente) de la caída. El recuerdo factual no viene acompañado de un recuerdo episódico, desde dentro. Un recuerdo semántico-factual referido a nuestra vida no va acompañado necesariamente de un recuerdo episódico al respecto del incidente en cuestión.
A partir de los 80, la neuropsicología ha reconocido la diferencia filosófica entre estas dos formas de memoria, que se resuelven en redes neurales diferenciadas. La memoria declarativa semántica puede conservarse a pesar de la pérdida del recuerdo episódico. (Esto se ve en las lesiones en el hipocampo, que pueden hacer desaparecer la memoria episódica personal, conservando la semántico-declarativa).
Otro descubrimiento: que la memoria episódica del hipocampo va ligada a la capacidad de anticipar acontecimientos personales futuros, compartiendo ambas capacidades la misma red neural. Y las lesiones en el hipocampo van acompañadas de una dificultada para anticipar detalles episódicos del futuro personal. No consiguen los pacientes meterse en la piel de su yo futuro—aunque no tienen dificultad para anticipar acontecimientos públicos del futuro. Hay así dos formas de anticipación bien distintas al parecer: la semántica y la episódica. Dos formas de memoria van ligadas a dos formas de anticipación, según la neurociencia cognitiva.
El ser humano es capaz de revivir detalladamente un episodio personal tal como lo recuerda (la evidencia sobre otros animales es controvertida). La mayoría de los psicólogos considera que la memoria episódica está reservada al ser humano. (Por cierto que la memoria semántica-declarativa no es menos exclusiva del ser humano, en todo caso más... Habrá que suponer que la memoria de los animales es en gran medida procedimental, y en todo caso limitadamente episódica, pero difícilmente puede considerarse semántico-declarativa, pues este tipo de memoria va unida al conocimiento socialmente comunicado y compartido, y formulado en narraciones, historias, calendarios, etc.—JAGL). Pero vemos que el ser humano también tiene al parecer la capacidad exclusiva de anticipar detalladamente o pre-vivir en la imaginación episodios mentales futuros personales, tal como los prevé o planifica. (Una vez más, trazaría yo en este punto un continuo mayor con los animales, con la interpretación procedimental de procesos futuros inmediatos, personales o no— y enfatizaría más la exclusividad humana de la anticipación semántico-declarativa, ligada a la comunicación pública y al mundo simbólico.—JAGL).
Según Endel Tulving, estos dos tipos de experiencia (la memoria personal y la anticipación personal) van unidas a un tipo de consciencia que llama autonoética (a partir del vocabulario fenomenológico), un tipo de conciencia que subyace al conocimiento que posee el individuo de su propia existencia e identidad en el tiempo subjetivo, de su propio pasado personal hasta hoy, de su vida personal, y que va dirigida a su futuro personal. Los seguidores de Tulving se han centrado más en sus experimentos neuroanatómicos en el estudio de la memoria, aquí enfatiza Dokic la anticipación y su conexión con la memoria. La memoria y la anticipación episódicas descansan, pues, en una facultad común que podemos llamar la cronestesia, una competencia cognitiva exclusiva del ser humano.
(Aunque algunos animales tienen la capacidad de construir mapas del tiempo más simples. Ver Carl Zimmer, "Animal Time Travellers"—JAGL).
¿Viajar mentalmente en el tiempo, cómo va a ser posible, si por necesidad nuestra situación mental en el presente es distinta de la que fue en el pasado o de la que suponemos será en el futuro? Las diferencias pueden ser conceptuales, epistémicas, o emocionales. No seremos exactamente la misma persona a lo largo del tiempo. ¿Es una quimera o forma de ilusión, entonces, el viaje mental en el tiempo?
Pero hay una manera de resolver este enigma, examinando la estructura de los estados imaginativos que están en juego en estos viajes en el tiempo. La paradoja mencionada afecta a toda representación narrativa del yo. Para Peter Goldie (que se basa en Ricœur), una autonarración implica una doble perspectiva cognitiva (se exteriorice o no): una perspectiva externa diferente de una perspectiva interna, aun si las dos son de la misma persona, tal como es el recuerdo autobiográfico.
(Por otra parte, de algunas experiencias personales podemos tener recuerdos conceptuales (digamos 'heredados' de otros) pero no de memoria episódica personal: según muchos psicólogos estos recuerdos episódicos de memoria personal, si son "autonoéticos" o ligados a la consciencia reflexiva del yo, pueden codificarse sólo a partir de los tres/cuatro años. Así se explica la amnesia infantil de todos los adultos).
La noción de narración según Goldie va más allá del lenguaje. La imaginación es narrativa, conceptual, y en tanto que conceptual es verbalizable: pero no necesariamente es verbalizada o verbal. Pero un estado imaginativo no es una narración, es una representación mental. Goldie usa el término narración para ambas cosas.
En tanto que narración mental, imaginarse a uno mismo en otra situación supone (dice Goldie) un hiato irónico, donde nos imaginamos entre dos perspectivas distintas: la interna del sujeto, y la de un narrador virtual externo. (Son perspectivas epistémicas, conceptuales). Pueden no coincidir asimismo en las emociones, estas dobles perspectivas, aparte de ser perspectivas epistémicas.
Un pequeño excurso ahora, por la filosofía del lenguaje y la retórica, para comprender mejor estas dobles perspectivas:
En la lengua natural tenemos recursos para expresar estas diversas perspectivas, por ejemplo el estilo indirecto libre (p. ej. en Madame Bovary). Puede explicarse con dos contextos de referencia, el del personaje y el del enunciador, y de ahí la mezcla de dos centros de referencia temporales en el mismo texto, el del personaje y el del enunciador, por ej. "Pensó que mañana vendría..." etc. . El presente histórico sería otro ejemplo de estos dos contextos: "Hace sesenta años, Japón ataca Pearl Harbor". O el uso de adverbios temporales de presente en una biografía de Mozart: "à présent".... etc.
Un solo estado imaginativo relativo a un viaje mental en el tiempo, pues, presenta dos perspectivas, la del sujeto imaginado y la de un narrador virtual. (La complejidad perspectívistica de Goldie-Ricoeur, se puede llamar). Pero hay que completar esta noción para aplicarla a los viajes mentales en el tiempo. La perspectiva externa puede ser de un enunciador que puede ser un narrador real o de una narrador virtual en un relato literario. Es tentador imaginar que en los viajes del tiempo la perspectiva externa se identifica con la propia situación nuestra, presente y real, la de los que estamos imaginando, la del sujeto imaginante.
Pero hay que complicarlo un poco, pues el narrador virtual puede ser diferente del sujeto imaginante. Habrá que distinguir entonces no dos, sino tres centros de referencia o perspectivas que intervienen en estos viajes mentales del tiempo: 1) la perspectiva del sujeto imaginado (emocional o epistémica), y 2) la del narrador virtual que presenta esa situación desde determinada perspectiva; pero está también 3) la perspectiva del sujeto imaginante, que no tiene por qué coincidir con ella en concreto emocionalmente, pues aquí nos centramos en las emociones. Esta tercera perspectiva, la mía del sujeto imaginante, es la única que es realmente externa al acto de imaginación; las dos primeras constituyen ese acto. La segunda (la del narrador virtual) podría considerarse interna al acto de imaginación pero externa al acontecimiento imaginado. El narrador cuando es realmente virtual no se identifica con ningún protagonista del mundo imaginado, es realmente virtual y colorea el mundo imaginado con su propia perspectiva.
Ilustremos tres casos de imaginación con este esquema tripartito, concentrándonos en las emociones o disposiciones afectivas del sujeto.
1) Un caso de imaginación libre (cuando el sujeto no se siente directamente concernido por las consecuencias de lo que se imagina; no es una imaginación comprometida—es un puro juego con lo posible o lo contrafactual). Si es que existe tal imaginación libre. Me imagino que soy candidato a presidente de Francia. (Pura imaginación, pues soy suizo). Me puedo imaginar que estoy inquieto esperando los resultados, quería ganar, etc. Pero el narrador virtual que presenta esta situación imaginativa desde determinada perspectiva puede encontrarse en un estado emocional diferente, sobre todo si tiene una perspectiva epistémica superior. Podemos representar esa situación como feliz, por ejemplo, por ganar (segunda perspectiva). Construyo la situación como una situación en la que he ganado. Pero yo no tengo por qué compartir esa perspectiva del narrador: yo el suizo que imagina (tercera perspectiva), puedo ser indiferente a ese resultado. Estas tres perspectivas no están en el mismo plano. Las dos primeras pueden ser puramente virtuales. La primera es la del personaje imaginado, y la segunda no corresponde ni a la del personaje, ni a mí mismo, es la de un narrador virtual y no tiene por qué corresponder a la de ningún sujeto real de hecho, ni a la del sujeto imaginado, ni a la del imaginante—pero que colorea la perspectiva de lo imaginado.
2) Otro caso en el que me veo más concernido por las consecuencias de la imaginación. Aquí se trata de una imaginación más comprometida con los hechos no puramente contrafactuales, sino juzgados como reales o probables. La imaginación comprometida puede volverse al pasado por medio de la memoria episódica. Supongamos que revivo mentalmente un incidente que viví la víspera: me adormilé un momento al volante mientras iba por la autopista a 120 km/h. Como en el caso de la imaginación libre, podemos distinguir tres perspectivas emocionales. Primero, recuerdo el estado afectivo en el que me encontraba: tranquilo, algo entumecido, hundiéndome apaciblemente en el sueño. Segundo: la perspectiva del narrador virtual: aterrorizado, porque se me ve precipitándome hacia un accidente, aunque por suerte pude corregir mi trayecto y escapé del accidente. Tercero: Alivio, en el presente (en este ejercicio particular), por haber escapado a un accidente grave (imaginado). Contrariamente al caso anterior de la imaginación libre, en el que sólo la tercera perspectiva del imaginador es real, aquí hay dos perspectivas reales: además de la del sujeto imaginante, la del sujeto imaginado (la primera) es un recuerdo verídico, es decir, si estaba tranquilo en el momento de ir a sufrir una salida de la carretera, y me acuerdo de este estado emocional. Como en la imaginación libre, la segunda perspectiva, la intermedia, sigue siendo virtual, aunque sea reconstruida por el sujeto imaginante que elige presentar el incidente bajo una luz desfavorable; el narrador sabe que el peligro es grande, y esta perspectiva corresponde a la que hubiera tenido el sujeto imaginante si hubiera podido contemplar el incidente desde una perspectiva externa. La escena se habría percibido como realmente peligrosa, y el narrador virtual juega el papel de un observador que así lo ve.
3) De manera igualmente pertinente para lo que nos ocupa, la imaginación comprometida puede volverse igualmente hacia el futuro, a través de la anticipación episódica. Supongamos que hoy anticipo un examen importante que he de pasar mañana. Los tres niveles de perspectiva aplicados en mi esfuerzo imaginativo podrían ser como sigue. 1) la primera perspectiva: me imagino respondiendo a la pregunta del examinador lleno de confianza en mí mismo. 2) Me puedo representar este episodio desde la perspectiva de un narrador virtual que sabe que la respuesta que doy es errónea. La situación imaginada es entonces vergonzosa o embarazosa—es la perspectiva intermedia del narrador virtual—en la medida en que mi yo futuro revela su conocimiento defectuoso del tema. Y 3) experimento en el presente temor o ansiedad ante la perspectiva de un examen mal preparado. Como en la imaginación libre, la única perspectiva real aquí es la del sujeto imaginante, la tercera perspectiva, al menos si aceptamos la hipótesis metafísica de que la situación futura todavía no existe.
Por tanto, los dos ejemplos de imaginación comprometida difieren de la imaginación libre en un punto esencial, referido a la articulación entre la segunda y la tercera perspectiva: eso es lo que diferencia a la imaginación libre, al primer caso concreto presentado, de los dos casos de imaginación comprometida (respectivamente, al pasado y al futuro). En el caso de la imaginación libre, la perspectiva emocional del narrador virtual puede variar independientemente de la perspectiva del sujeto imaginante: como hemos visto, puedo experimentar indiferencia con respecto a mi candidatura a la elección presidencial, mientras que si recordase o anticipase esa candidatura, mi emoción presente tendría una forma totalmente distinta, puesto que estaría en función de la del narrador virtual—al menos, de las emociones del narrador virtual, y de otras cosas también, del contexto epistémico, afectivo, etc., del sujeto que imagina. Pero la idea es que la tercera perspectiva sería modelada por la segunda perspectiva, la del narrador virtual, que es lo que no se observa en el caso de la imaginación libre.
Es cierto que esta independencia supuesta en la imaginación libre entre la segunda y la tercera perspectiva, entre la del narrador virtual y la del sujeto que imagina, no es absoluta. Viene limitada por diversos fenómenos, entre ellos lo que podemos llamar la resistencia imaginativa. Es un fenómeno que puso de manifiesto David Hume en un texto famoso, "The Standard of Taste", o 'la regla del gusto'. Hume observa que tenemos dificultades para construir imaginativamente ("libremente") escenarios que son incompatibles con nuestra perspectiva moral real: por ejemplo, es repugnante imaginar un mundo en el que el infanticidio es moralmente permisible. Si bien Hume no menciona específicamente la ficción, la resistencia imaginativa puede surgir también en situaciones filtradas por un relato. Por ejemplo el malestar de muchos lectores de American Psycho de Bret Easton Ellis, cuando los asesinatos no son condenados moralmente por el narrador, que es un psicópata. El mundo representado en la novela es tan distinto del mundo que conocemos que la inmersión en la ficción se vuelve difícil, si no imposible.
Una controversia en otorno a la "resistencia imaginativa" se refiere a si se limita a la moral o creencias del sujeto, o si afecta también a otras dimensiones ontológicas; es una cuestión importante, pero en todo caso, si hay algo como la resistencia imaginativa, se refiere a la relación entre la segunda y la tercera perspectiva. La tercera no puede variar tan libremente como podría uno pensar con respecto a la perspectiva del narrador virtual; es decir, hay restricciones a la variación de la imaginación libre, y se podría decir que en última instancia no existe la imaginación totalmente libre. Pero en fin, aunque se defienda esta tesis, hay una independencia relativa entre la segunda y la tercera perspectiva que no se da en las formas de la imaginación comprometida.
Otro ejemplo de permeabilidad entre la segunda y la tercera perspectiva es el contagio emocional. A veces las emociones del narrador se encuentran, de manera irreal, en el sujeto imaginante. Un caso bien conocido de contagio emocional es el caso del jinete del lago de Constanza, célebre por una balada de Gustav Schwab, y mencionado por Freud en una de sus cartas. Un jinete cruza una amplia llanura nevada antes de llegar a un pueblo. Le pregunta a un habitante dónde se encuentra el lago de Constanza. El habitante le responde que acaba de cruzarlo a caballo. Al darse cuenta de que ha pasado cabalgando sin precauciones por un lago helado, el jinete muere de espanto al momento. Imaginando la escena pasada desde el punto de vista del narrador virtual, aterrorizado por el hecho de que el suelo nevado era sólo una fina capa de hielo, cosa que el jinete evidentemente no sabía, el jinete experimenta el mismo pavor que el narrador, algo que resulta inapropiado, pues el interesado está ahora mismo a salvo en tierra firme. Es un caso, por tanto, en el que la frontera entre la segunda y la tercera perspectiva es permeable. (Podríamos denominarlo un caso de ruptura de marco, en ese sentido, similar a lo que Genette denomina 'metalepsis' —JAGL).
No podemos desarrollar esta cuestión, dice Dokic, pero cree que todos los casos de contagio emocional son casos en los que la segunda perspectiva se encuentra en el tercer plano, el plano del sujeto que imagina. Hay quizá un caso en el que el contagio pasa directamente del primer nivel al tercero, por ejemplo si me pongo triste al imaginar a alguien que está triste—ahí hay un tipo de contagio que parece pasar directamente de la perspectiva del sujeto que imagino, que está triste, que imagino triste, a causar mi respuesta afectiva real: me pongo triste al imaginar a alguien que está triste. Sería un caso bastante general y bastante poco controvertido de contagio emocional. Aquí no lo puedo desarrollar, pero pienso (dice Dokic) que todos los casos de contagio emocional pasan por el segundo nivel. por la perspectiva intermedia del narrador virtual.
Pero bueno, podemos considerar que en este caso las emociones experimentadas por el sujeto imaginante son en cierto sentido irracionales o inapropiadas, en contraste con los casos en los que se respetan las fronteras entre las tres perspectivas, aunque haya relaciones de dependencia entre la segunda y la tercera perspectiva en el caso de la imaginación libre.
Así pues, en los casos auténticos de imaginación libre, los estados afectivos del narrador virtual están desenganchados de los del sujeto imaginante. Es al menos el rasgo esencial que distingue este uso de la imaginación del otro, de la imaginación comprometida. En este otro caso, la perspectiva del sujeto imaginante está en función de la perspectiva del narrador virtual. (Yo lo expresaría al revés: la perspectiva del narrador virtual —que es una construcción operativa de la retórica mental— está en función de la perspectiva del sujeto imaginante.—JAGL). Las dos perspectivas pueden en última instancia coincidir, en los casos en los que el narrador virtual se adhiere a la perspectiva del sujeto imaginante. En los ejemplos que hemos dado se han hecho resaltar las diferencias entre las tres perspectivas, pero en algunos casos puede que no haya más que dos perspectivas, pues hay identidad entre la segunda y la tercera: el narrador virtual puede adoptar la perspectiva del sujeto imaginante, no está prohibido. Pero es posible desplazar el punto de evaluación del narrador virtual en la imaginación, y tenemos casos de imaginación comprometida en los que precisamente esta licencia que se concede al narrador virtual viene restringida ya sea por la memoria episódica, ya sea por la anticipación episódica.
(Compárese esta descripción perspectivística de los viajes en el tiempo de Dokic, con lo que en narratología clásica se denomina la perspectiva del personaje, la del narrador, y la del autor implícito.... Y aún podríamos añadir para más complejidad la del focalizador, y las perspectivas del lector real, del lector implícito y del autor real. Allí también se habla con frecuencia de que estas diferencias pueden ser activadas o no, según el caso, haciendo coincidir determinadas perspectivas una con otra, por ejemplo, con un narrador autorial.—JAGL).
El punto importante, lo que distingue a la imaginación comprometida es el hecho de que la perspectiva emocional del narrador modula directamente (y con directamente quiero decir sin la mediación de creencias u otras representaciones conceptuales) la perspectiva emocional del sujeto imaginante. Las consecuencias de lo que se imagina son integradas directamente por el sujeto en su modelo de la realidad. Por ejemplo, si me siento aliviado al evocar en la imaginación el riesgo de accidente de la víspera, es porque me he representado ese accidente como peligroso, por vía de un narrador virtual. O bien, si me siento ansioso la víspera de un examen, es porque anticipo con embarazo las respuestas erróneas que no voy a dejar de dar en esta ocasión.
Si el rasgo que diferencia a la imaginación comprometida de la imaginación libre es la dependencia o la covariación entre la segunda y la tercera perspectiva (entre la perspectiva del narrador y la del sujeto imaginante), ¿qué podemos decir de la diferencia entre las dos modalidades de imaginación comprometida, la que se vuelve al pasado y la que se vuelve hacia el futuro? Evidentemente, la perspectiva del narrador se ve sujeta a las restricciones propias de esta modalidad. En el caso de la imaginación comprometida vuelta hacia el pasado, la perspectiva del narrador virtual se ve restringida por el conocimiento de lo que sucedió realmente, aunque se haya adquirido ulteriormente. (Vemos aquí el planteamiento básico para un buen análisis de lo que supone la 'falacia narrativa' o falacia retrospectiva, el 'hindsight bias'.—JAGL). En general, el narrador sabe siempre más, o al menos lo mismo, que el [personaje] en el momento pasado, pero puede saber menos que el sujeto (imaginante) en el momento presente. Por ejemplo, en el caso del accidente, el narrador sabe que el sujeto imaginado corre un gran peligro, porque tiene un punto de vista externo a la situación. No sabe todavía que el accidente se va a evitar por los pelos. Por eso el narrador colorea el mundo imaginado: es el miedo o terror del narrador lo que arroja una luz particular, una luz específica sobre el mundo imaginado. Pero el sujeto (imaginante), a menos que sufra contagio emocional, no tiene por qué sentir miedo: al contrario, puede sentirse aliviado.
Igualmente, en el caso en que me imagino a alguien que está triste, puedo experimentar compasión, y no necesariamente tristeza: tristeza y compasión no son las mismas emociones, pero la compasión puede ser una función de la tristeza experimentada por el sujeto imaginado, o por el narrador virtual que se representa al sujeto imaginado de determinada manera.
En el caso de la imaginación comprometida orientada hacia el futuro, la perspectiva del narrador tiene forzosamente un anclaje epistemológico menor. En general el narrador tiene conocimientos al menos parcialmente imaginarios, que derivan solamente de lo que el sujeto presente considera que es posible o realizable en el futuro. La anticipación episódica depende en el plano epistémico de la memoria episódica, pero la primera, al contrario que la segunda, no puede considerarse una fuente de conocimiento de la realidad.
Hay otras cosas que podríamos decir sobre las diferencias entre estas dos modalidades de la imaginación comprometida, pero por ceñirnos al tiempo vamos a dar cuatro conclusiones:
1) A pesar de las asimetrías metafísicas y epistémicas entre nuestra relación al pasado y al futuro —y podemos considerar que estas asimetrías epistémicas están fundadas en las asimetrías metafísicas: puesto que el futuro no existe todavía, no podemos conocerlo— la memoria y la anticipación del futuro mediante la imaginación tienen un núcleo común. Las dos facultades implican una competencia común: la capacidad de viajar mentalmente en el tiempo, lo que los psicólogos llaman cronestesia. Está constituida por una modalidad específica de la imaginación, a saber, la imaginación comprometida, una categoría que raramente es reconocida por la literatura. Se habla de memoria afectiva—y no he dicho nada sobre la relación entre la imaginación comprometida y la memoria afectiva, pero lo podemos tratar en la discusión si quieren.
Hay un debate sobre la memoria afectiva: sólo por mencionarlo de paso, el debate sobre la memoria afectiva es análogo al debate sobre la imaginación; es decir, ciertos filósofos consideran que el debate entre la memoria y las emociones no puede ser más que de dos tipos: o bien se acuerda uno de la emoción que teníamos en el pasado, o bien nuestro recuerdo actual causa una emoción presente. No habría otras posibilidades de que la emoción pueda intervenir en el recuerdo, no habría tercera posibilidad. (En puridad, una emoción actual puede también generar un FALSO recuerdo. Y habría que incluir otras posibles falacias retroactivas relativas a la emoción, como la que consiste en proyectar nuestra emoción actual a un pasado bien recordado "factualmente" pero en el que no tuvimos esa emoción, que ahora se ve transferida a ese pasado indebidamente—quizá sea eso el segundo caso al que se refiere Dokic, pero habría que especificarlo más.— JAGL).
2) Esta tesis (la de que sólo hay dos tipos de relación entre memoria y emociones) podría también reformularse en el caso de la imaginación, y es la tesis que aquí hemos cuestionado porque descuida como mínimo el papel del narrador virtual y por tanto de la perspectiva intermedia entre la del sujeto imaginado y la del sujeto imaginante. Podemos hablar así de imaginación afectiva, si quieren, siguiendo el modelo de la noción de memoria afectiva que como saben oponía entre sí a los psicólogos, sobre todo en Francia a finales del siglo XIX y principios del XX. Así pues, existe esta modalidad o uso de la imaginación que es la imaginación comprometida, común a la memoria y a la anticipación del futuro.
3) Tercera tesis: la imaginación libre o comprometida implica tres tipos de perspectiva al menos en principio. 1) la perspectiva siempre real del sujeto imaginante, 2) la perspectiva del sujeto imaginado, típicamente diferente de la del sujeto imaginante, y 3) la perspectiva del narrador virtual que colorea el mundo imaginado, y que puede divergir de las otras dos perspectivas. Es ésta una caracterización que vale tanto para la imaginación libre como para la imaginación comprometida.
4) Pero, última tesis, lo que distingue la imaginación libre de la imaginación comprometida, es el agarre directo sobre el estado emocional del sujeto imaginante. Un agarre directo que es una modulación que no viene mediatizada por creencias, por razonamientos, por estados conceptuales, sino que forma parte de la arquitectura emocional de la imaginación.
La conclusión según la cual la imaginación comprometida puede volverse hacia un futuro que por definición es incierto puede parecer sorprendente, y sin embargo nuestras respuestas afectivas muestran que en la anticipación episódica tratamos los estados de cosas futuros como si fuesen reales, aunque no lo sean todavía. Y esto se aplica también al yo: en la anticipación nos consideramos como si fuésemos reales, mientras que a fortiori aún no estamos presentes en la situación futura. Esta forma de anticipación es muy diferente del razonamiento puramente contrafactual o de la imaginación libre, aun en los casos en que éstos aplican en dirección al futuro. Parece ser una capacidad exclusivamente humana, aunque sea una cuestión controvertida, y sin duda se halla en ella el origen de nuestra identidad personal a través del tiempo... Pero eso es la segunda parte que quería inicialmente desarrollar, en su relación con la metafísica del yo. Me detendré aquí sin embargo por atenerme al límite de tiempo.
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https://pijamasurf.com/2023/10/entrelazamiento_cuantico_simulacion_viaje_tiempo/
ResponderEliminar¿ Para que querríamos simular un viaje en el tiempo, si no es real, sólo una simulación?