Dos cosas: una, no vale la pena hablarles a ellos, por supuesto—esto es para que el público se entere.
Otra: hace falta valor. Esto es reventarles el acto fina y educadamente a los etarras. Que, queda claro, son ante todo gente que se ha creado una realidad alternativa para no ver lo que no quieren ver ni oír lo que no quieren oír.
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