Ya Samuel Pepys, contemplando un simio en 1661, se preguntaba si no podría enseñársele a hablar o a comunicarse por signos. Pero hasta la década de 1940 no se realizaron experimentos, enseñando cuatro palabras a un chimpancé. Max Müller, en la estela de Darwin, había sentenciado que el lenguaje era la única gran barrera entre el hombre y los animales—pero dando por hecho que era una barrera infranqueable. Los experimentos con comunicación animal han de evitar el fenómeno de "Hans el listo", el caballo que parecía que entendía preguntas y respondía dando señales con el pie… pero que en realidad sólo leía en los gestos de su amo la señal de parar. También sobre los experimentos con chimpancés (Washoe) o gorilas (Koko) se han hecho declaraciones exageradas e infundadas:
"la pretensión de que los simios aprendieron el Lenguaje de signos Americano (ASL) es absurda. Se les enseñó un puñado de signos equivalentes a palabras referenciales corrientes, y punto. Algunos observadores lo han descrito, con bastante exactitud, como "pidgin de signos". Los simios nunca adquirieron la estructura del ASL. Los investigadores habrían hecho mejor admitiendo eso: y entonces podrían haber visto que una cosa que sí hicieron los simios era, como veremos, significativa y sorprendente" (77)
Sosteniendo que los simios "entendían" el lenguaje, se pasaba por alto que no podían construir frases—y que la comprensión se basa en la comprensión de la situación, de lo que se busca y de lo que se trata, no en comprensión de sintaxis. Un niño pequeño rápidamente supera a cualquier simio en cuanto al puro manejo de estructuras lingüísticas—aunque en un contexto de experimentación los simios tengan la inteligencia de conseguir el premio que quieran.
"La conversación de los simios está centrada en el ego. Todo lo que habla un simio cualquiera, incluyendo a Kanzi, el Einstein de los simios, se refiere a cosas como a dónde quieren ir, qué quieren o qué quieren que hagas, o qué querrían comer. No hay temas generales. Nunca se intercambia información objetiva sobre el entorno o acontecimientos que tengan lugar en él." (78)
(Los críticos de Bickerton le reprochan en este punto que no tenga en cuenta los experimentos de Michael Tomasello, sobre infantes y chimpancés. Tomasello y sus colaboradores arguyen que la capacidad de señalar in absentia es prelingüística. Aunque Tomasello sí figura (marginalmente) entre las referencias de Bickerton, y no parece que sus estudios contradigan drásticamente las conclusiones deAdam's Tongue. Una capacidad prelingüística de atención a lo ausente parece un requisito imprescindible para el desarrollo del lenguaje, y sin embargo no está en absoluto excluido que el lenguaje contribuya enormemente a desarrollar o canalizar esa capacidad).
Una cuestión que señala Bickerton es que los simios sí parecen captar espontáneamente algunos aspectos importantes para el lenguaje (y en general ignorados por sus entrenadores):
a) la diferencia entre nombres comunes y propios—los objetos los agrupan en clases de objetos (un plátano es un plátano, no el nombre de este plátano) pero a las personas las reconocen por su nombre—¿resultado de la sociabilidad?
b) los simios combinan signos enseñados espontáneamente. Y esto es notable: puesto que los sistemas de señales animales (SCA) no combinan signos, ni existen en ellos signos arbitrarios con significado.
c) Y la tercera cosa: el hecho mismo de captar qué es un signo. Pero esto sí que es algo que son capaces de hacer, aunque sea "ajeno" al comportamiento de su especie. Una especie de bombilla que se les encendió en la cabeza. Bickerton interpreta esto como resultado de un principio neurológico básico, la regla de Hebb (aunque hay que decir que la escuela de Ramón y Cajal ya sostenía antes este principio): neurons that fire together wire together, es decir, que las neuronas que se activan simultáneamente repetidas veces acaban desarrollando un enlace neuronal directo—y así es como se desarrollan las redes neuronales, y el aprendizaje.
"Sólo hay dos cosas que podrían haber desencadenado el desarrollo de una red neural que hizo posible conectar señales arbitrarias con cosas del mundo exterior. Una de ellas, la que les funcionó a los simios, fue un acto de intervención deliberada por parte de otra especie. La otra, la que les funcionó a nuestros antepasados remotos, era el factor X–el factor que busca este libro." (83)
Nos podríamos preguntar que si los simios tenían esta capacidad de aprender, ¿por qué no la desarrollaron en estado salvaje? Pero es que en estado salvaje no había presión selectiva para usar esta capacidad. (Por cierto, no sé por qué E.B. Bolles dice que Bickerton ignora la selección natural en su razonamiento sobre el origen del lenguaje, si precisamente su razonamiento se basa en la selección natural asociada al desarrollo de un nicho ecológico). Si cambia el medio ambiente, algunos animales son capaces de aprender y desarrollar comportamientos nuevos, y esto puede ser una presión selectiva suficiente para un cambio mayor. Los materiales están, y lo que se requiere es una presión selectiva suficiente. Los grandes simios sí tienen el material genético necesario para desarrollar cambios en la dirección del lenguaje, más que otras especies. (Ojo que Bickerton no dice que tengan TODO el material necesario; su postura no es necesariamente contradictoria con la de Tomasello)¿Pero hay otras especies que tengan estos ingredientes?
Los leones marinos. Los delfines. Los loros—el loro Alex, de Irene Pepperberg (este loro al parecer corregía a sus congéneres loros en el laboratorio, cuando se equivocaban: les decía "¡Habla bien!" Ver su libro Alex&Me, 2008). En todos se han detectado capacidades protolingüisticas. Esto lleva a plantear que no habría que buscar los precursores del lenguaje humano exclusivamente en el comportamiento de los simios. Por homología (o sea, por comunidad de descendencia) podrían buscarse las capacidades protolingüísticas en antepasados muy remotos—comunes con los loros. Y explicar por qué se manifiesta en tan pocas especies de entre tantos primos lejanos. Bickerton se inclina más bien por una interpretación analógica: el rasgo común (como el parecido de ictiosaurios y delfines) no se debe al parentesco, sino a un mismo desarrollo en respuesta a un medio ambiente similar. El nivel cognitivo necesario para el protolenguaje no lo sitúa Bickerton muy arriba: requiere una conceptualización cognitiva; requeriría
"tener la capacidad auditiva y/o visual de captar el mundo como algo divisible en un elevando número de categorías separadas y distintas, y el espacio cerebral necesario para clasificar y almacenar sistemáticamente todos los rasgos que distinguen las diversas categorías" (87).
Hacen falta más experimentos cognitivos con animales en este sentido. Si muchas especies poseen este tipo de cognición protolingüística, esto podría hacer pensar estando ampliamente disponible el material, se podría pasar del protolenguaje al lenguaje si se dan las presiones selectivas adecuadas para ello. Y, apunta Bickerton, no harían falta "cambios especiales, mutaciones mágicas, 'órganos del lenguaje' o circuitos dedicados para que arrancase el lenguaje" (88)–(ésta va por Chomsky, con el que seguirán más diatribas en capítulos posteriores de Adam's Tongue).
Los fragmentos de lenguaje humano que aprenden los simios los usan sólo cuando lo requieren sus entrenadores, para obtener recompensas. Los bonobos, altamente sociables, no usan esa sociabilidad para desarrollar el lenguaje cuando lo aprenden, ni viceversa. La sociabilidad de los simios no requiere el lenguaje. Lo que hace necesario el lenguaje no es la inteligencia práctica ni la sociabilidad de los simios, sino algo que no es necesario para los simios, pero que sí que lo era para nuestros antepasados, que "inauguraron un nicho ecológico en el que ningún animal de su tamaño ni complejidad había entrado antes". El lenguaje nació para esa necesidad ecológica—y ahora hemos perdido de vista ese origen por una especie de falacia retrospectiva: porque nos ciega todo el mundo cultural que el lenguaje ha generado, aunque no nació para generarlo.
(Es el viejo principio de la exaptación enunciado por Gould como mecanismo evolutivo crucial: vemos pájaros con alas y plumas, y cometemos el error de pensar que surgieron en un origen "para volar". Pues no: el vuelo vino después. Y esto ya lo decía Lucrecio).
Este tema del origen del lenguaje es apasionante, y tu resumen del libro Adams's Tongue, contribuye a eso.
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