Estrenamos ministerio, y pronto supongo Dirección General de Universidades y Secretaría General de Universidades—que en la política de este país parece que lo importante es ir distibuyendo carguillos entre amigos, conocidos y personajes de la misma cuerda y que sepan decir amén. Así que ahora que no tenemos a Pétriz de ministro de puro milagro, me pregunto cuánto durará en su puesto...
Ahora las Universidades dejan de estar en Ciencia e Innovación, y vuelven escarmentadas y mareadas al lugar de donde salieron, el Ministerio de Educación. Según El País, "- La Universidad vuelve a Educación. Zapatero dio un mal paso al sacar las competencias sobre universidades de Educación para cargar de contenido el nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología. Ayer rectificó, según reconoció él mismo, para devolver esa competencia a su destino lógico y original. Además, eligió a Ángel Gabilondo, rector de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de la conferencia de rectores, para dar un nuevo impulso a ese ministerio. Gabilondo es un hombre de reconocido prestigio, elocuente, brillante y con probada capacidad de gestión, según quienes le conocen."
Angel Gabilondo, el nuevo ministro, estaba en el Consejo de Universidades cuando el primer patinazo de Bolonia, el que organizó el ministerio de Sansegundo, cuando los rectores se pusieron a diseñadores de titulaciones como si hubiesen sido elegidos a títulos de expertos en sus áreas respectivas. Y me parece que fue de los que no les gustaba la traza que tomaba el asunto—se le acusó de filtraciones para descarrilarlo—aunque si estaba presidiendo una de las subcomisiones que hicieron ese plan, algo tendría que ver en él, digo yo.
Esperemos que ponga un poco de orden en el desbarajuste de Bolonia el tiempo que ejerza, que visto lo visto por sus predecesores no será mucho. Porque lo que sí es indicativo de este cambio es que con las universidades no hay ni plan ni criterio; que se va a palos de ciego, dando cabezazos a un lado u otro en la oscuridad—siguiendo improvisaciones e iluminaciones súbitas, planes propagandísticos en luces de neón, consignas biensonantes, y simplismos a corto plazo. La reforma de Bolonia se la pasan como una patata caliente de unos a otros ministros y ministras, aliviados y aliviadas de perder de vista semejante marrón apocalíptico. ¿Que cambiará esto y habrá actuaciones más meditadas, ahora que el ministro es de hermenéutica? Pues ójala, y a ver si no es para invertir las tornas un rato antes del siguiente bandazo propagandístico.
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