Estoy leyéndome el muy interesante libro de Julio Iglesias La dimensión social del tiempo (Madrid: Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 2005)—otra "historia del tiempo" que si bien tiene algunos puntos de contacto con la de Hawking, se refiere más bien a la organización, uso y conceptualización social del tiempo. Y atiende sobre todo a las transformaciones del tiempo en la modernidad, en la ciudad, y en el contexto globalizado que vivimos, así como a los efectos de la sociedad de la información en la reorganización de la experiencia temporal. Un índice:
I. Del tiempo y su ordenación: los calendarios.
II. El tiempo en el pasado.
III. La conciencia moderna del tiempo.
IV. El tiempo del tiempo. (Einstein o la relatividad del tiempo; Piaget y el tiempo en la infancia; El reloj biológico; Políticas del tiempo y ahorro económico; La política de reducción del tiempo de trabajo; La necesidad de medidas temporales muy breves; La sociedad del instante en la sociedad de la información).
V. Tiempo y familia.
VI. Tiempo y trabajo.
VII. De la política y el tiempo.
VIII. El tiempo en perspectiva: pasado, presente y futuro.
Epílogo: La actualidad del tiempo.
Sigue un discurso de contestación del académico (oximorónicamente llamado) Salustiano del Campo Urbano. (Mis chavales siempre me recuerdan la gran frase clásica que resume nuestra historia: "Antes todo esto era campo").
Durante mucho tiempo la sociedad vivió "de espaldas al tiempo", o más bien en un tiempo común y natural regulado por los ciclos del día, la noche y las estaciones. La apropiación y manipulación social del tiempo puede seguirse a través de los instrumentos de medición y sincronización de actividades que se van desarrollando: calendarios, relojes, horarios de trabajo, y recientemente, en una apoteosis de milimetración temporal, los sistemas informáticos que detallan el tiempo de cada transacción social. El desarrollo de la medición y sincronización temporal va unido al desarrollo del capitalismo, local primero y global después, y de su concepción del trabajo y de las actividades como algo medible, a medida que pasamos del campo a la urbe. Una concepción que deriva de Simmel.
Son excelentes las relaciones que establece Iglesias entre el desarrollo de procesos económicos y sociales a gran escala y las manifestaciones locales de las nuevas concepciones temporales. Por ejemplo, el reloj como arquetípico regalo burgués simboliza la regulación temporal del matrimonio. O el libro de Julio Verne La vuelta al mundo en 80 días, con su argumento cronométrico, es un síntoma de una nueva concepción global de las comunicaciones—Y todo efecto de la globalización o sincronización universal, y de la división (sincronizada) del trabajo. Desde los cambios en los patrones de ocio a las modalidades de horarios laborales y de negociación sindical, o el desarrollo de planes de estudio con asignaturas optativas, todo logra hilarlo el autor en un razonamiento magistral y panorámico.
Los blogs y foros, se me ocurre, son un caso no nombrado por Julio Iglesias, pero que ciertamente es paradigmático de esta universalización del tiempo contemporánea. Ningún texto antes ha llevado un registro temporal tan estricto (y automatizado) de su difusión y de sus comentarios, y se materializa en ellos (así como en la telefonía digital y en otros fenómenos informáticos) la apropiación del tiempo a la vez a escala milimétrica y global. También son un síntoma de lo que señala Iglesias: el avance de la regulación y medición temporal hacia esferas de la intimidad y de la privacidad antes ajenas a esta sincronización universal del tiempo.
En el ordenador puedes perder la noción del tiempo, pero sin embargo estás registrado por toda una serie de protocolos de control y de medición que registran tu actividad. Tienes el reloj delante, en una esquina de la pantalla, permanentemente, pero más allá de eso, estás trabajando dentro del reloj. Eres controlable, te registras a una hora, sales a otra, hasta tus clics quedan ubicados en un espacio-tiempo cibernético, en el que tu trayectoria, su velocidad y sus reposos, quedan recogidos en un registro temporal que además es inmediatamente procesable, para extraer estadísticas e implementar acciones correctivas a través del mismo aparato. Esto en cuanto el teletrabajo, o más generalmente el trabajo por ordenador, se implanta. Las consecuencias que extrae Iglesias de este potente cronómetro que es el ordenador me parecen insuficientes. Con los ordenadores no habrá teletrabajo: estaremos más bien inmersos en el espacio de trabajo en todo momento, estemos donde estemos; y Matrix será el resultado lógico de la sincronización universal.
Tiempo estimado de lectura de este artículo: un minuto y catorce segundos.
(PS: Más sobre sincronización, cronometría y ordenadores en este artículo de Nicholas Carr: Is Google Making Us Stupid? What the Internet Is Doing to Our Brains).
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