Y discordia concors. En este artículo sobre Vannevar Bush y su Memex
encuentro la siguiente reflexión de Fritz Mauthner (a quien leía
Beckett) justificándose por hablar de cosas en las que no era
especialista:
Sin
duda no soy profesional en muchas ciencias… No soy profesional en las
ramas de la lógica, matemáticas, mecánica, acústica, óptica,
astronomía, biología de las plantas, fisiología animal, historia,
psicología, gramática, ciencia lingüística india, románica, germánica,
eslava… Hace muchos años hice un cálculo. Yo necesito para mi trabajo
conocimientos de 50 hasta 60 disciplinas… Para cada una de estas
disciplinas precisa una cabeza acondicionada lo menos cinco años para
asimilarse solamente los fundamentos de un saber profesional. Yo
necesitaría, pues, unos trescientos años de incesante trabajo antes de
poder comenzar a escribir mis propios pensamientos… No soy tímido ante
el trabajo. Yo hubiera ocupado en ello gustoso los trescientos años, no
introduciendo en juego, como se acostumbra, ante un problema de tal
magnitud, la medida de la vida humana. Pero yo me decía: suerte de las
disciplinas científicas, excluidas algunas pocas, es que sus leyes no
duren trescientos años; que yo, pues, tras los trescientos años de
trabajo hubiera sido siempre y únicamente profesional en la última y
estudiada disciplina, un diletante en las disciplinas cuyos estudios
quedarán unos diez o veinte años atrás y un ignorante en las demás.
Es el dilettantismo interdisciplinar (en todo menos en la Filología) el
destino del filólogo, si atendemos a la definición de Filología del Diccionario de
Autoridades:
PHILOLOGIA. s.f. Ciencia compuesta
y adornada de la Gramática, Rhetórica, Historia, Poesía, Antigüedades,
Interpretación de Autores, y generalmente de la Crítica, con
especulación general de todas las demás Ciencias. Es voz Griega. Lat.
Philologia.
Quizá la Filología así entendida sea interdisciplinar por necesidad teórica, dilettante por necesidad práctica, y omnisciente por imperativo categórico, ofreciendo una mezcla imprevisible de omnisciencia, interdisciplinariedad y dilettantismo.
Y quizá toda empresa bien emprendida requiera semejante
interdiscipinariedad total, un empeño imposible, o posible por su misma
imposibilidad, que le pone límites inherentes. Así definía Don Quijote
los conocimientos necesarios para practicar la ciencia de la caballería
andante:
—Es una ciencia—replicó Don
Quijote—que encierra en sí todaso las más ciencias del mundo, a causa
que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la
justicia distributiva y comutativa, para dar a cada uno lo que es suyo
y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la
cristiana ley que profesa, clara y distintamente, adondequiera le fuera
pedido; ha de ser médico, y principalmente herbolario, para conocer en
mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que tienen virtud de
sanar las heridas; que no ha de andar el caballero andante a cada
triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer
por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte
y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque
a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas; y dejando aparte que
ha de estar adornado de todas las virtudes teologales y cardinales,
decendiendo a otras menudencias, digo que ha de saber nadar como dicen
que nadaba el peje Nicolás, o Nicolao; ha de saber herrar un caballo y
aderezar la silla y el freno; y volviendo a lo de arriba, ha de guardar
la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los pensamientos, honesto
en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido
en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y, finalmente,
mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla. De
todas estas grandes y mínimas partes se compone un buen caballero
andante; por que vea vuesa merced, señor don Lorenzo, si es ciencia
mocosa lo que aprende el caballero que la estudia y la profesa, y si se
puede igualar a las más estiradas que en los ginasios y escuelas se
enseñan. (II.xviii)
En Filología (o al menos en la filología que a mí me gusta, quizá un
tanto filosófica o especulativa, quizá mejor diga ensayística) interesa
especialmente la capacidad de sintetizar y analizar, y ello para poder
hallar elementos comunes y diferencias relevantes entre los fenómenos
estudiados. Enlazar una idea con otra—y así Janet Murray, en The New Media Reader, relaciona
a Borges con los hipertextos. La filosofía del enlace y la asociación
es crucial en el pensamiento, y en el pensamiento sobre el pensamiento,
y sobre eso escribí algo en Training the Train of Ideas. Si no es reflexiva la Filología—como regreso retrospectivo, cum differentia, a unos textos que de por sí son ya interpretación y reflexión... ¿qué podria serlo?
En el excurso de hoy quería comentar, y analizar y relacionar, este fragmento de Kenneth Burke. Viene de A Grammar of Motives (192) y lo cita Stephen Bygrave en Kenneth Burke: Rhetoric and Ideology, p. 98:
The great departures in human thought can be eventually reduced to a moment when the thinker treats as opposite, key terms formerly considered apposite, or v.v.
So we are admonished to be on the look-out for those moments when
strategic synonymizings or desynonymizings occur. And, in accordance
with the logic of our ratios, when they do occur, we are further
admonished to be on the look-out for a shift in the source of
derivation, as terms formally derived from different sources are now
derived from a common source, or v.v.
Se observará que enfatiza Kenneth Burke el carácter estratégico o
heurístico podríamos decir de estas investigaciones, interesantes no
sólo o no tanto por lo que descubren, sino más bien por lo que
posibilitan, las nuevas rutas que abren.
Me hace pensar la reflexión de Burke en la contraposición entre
síntesis y análisis, tal como se encuentra por ejemplo en la oposición
entre pensamiento sintético y pensamiento analítico tal como la
apuntaba Hobbes en su comentario sobre la fantasía y el juicio
racional. Para Hobbes (en el prefacio al Gondibert
de Davenant), la fantasía ve similaridades entre cosas disimilares—la
metáfora sería un buen ejemplo de este proceder—mientras que el juicio
racional es una operación analítica, encuentra diferencias entre cosas
superficialmente similares. La identificación de estos dos principios
analítico y sintético con la racionalidad y la fantasía es desde luego
una simplificación, pero (una vez más) debemos apreciar lo que
posibilita en su momento, en tanto que un primer intento de una teoría
psicológica de la imaginación y de la poesía.
También en la tradición crítica inglesa, Wordsworth y Coleridge (en
parte caracteres similares, y opuestos) teorizaron esta dialéctica
entre identidad y diferencia en el pensamiento poético. La imaginación,
para Coleridge, es una fuerza integradora de opuestos, buscando un
equilibrio de contrarios. Según Wordsworth (en su prólogo a Lyrical Ballads) hace extraño lo que es familiar y familiariza lo que es extraño—todo un precedente de la teoría de la desfamiliarización
de Shklovsky y los formalistas rusos. Esta dialéctica de
familiarización y desfamiliarización (identidad de opuestos, y
diferencia de una cosa consigo misma o con su imagen habitual) iba a
ser el plan de la colaboración de los dos poetas en las Lyrical Ballads que
iban a escribir conjuntamente. Wordsworth había de tratar con temas de
la vida cotidiana, con un realce imaginativo que llevase a intuir una
presencia de un elemento sobrenatural o desconocido; Coleridge habría
de desarrollar temas fantásticos (como hace en "The Ancient Mariner")
infundiéndoles imaginativamente el barniz de lo cotidiano, para
producir un efecto de credibilidad, o lo que él llamaba the willing suspension of disbelief.
Sea como sea, señala Coleridge, el poeta ha de unir a una capacidad de
observación exacta el poder modificador de la imaginacióin, mezclando
lo viejo y lo nuevo de tal manera que la frescura de las sensaciones
esté siempre presente en el poema (sigo aquí la exposición de Wimsatt y
Brooks en Literary Criticism).
Otras derivaciones de esta noción de la imaginación como una
integración de opuestos se encuentran en diversas conceptualizaciones
críticas de Coleridge; será tal vez el mayor inspirador decimonónico de
los nuevos críticos. La tensión dialéctica de los opuestos, como en el
arco y en la lira que diría Octavio Paz, es crucial en esta poética de
la creatividad. La expresión sobre el arco y la lira viene de
Heráclito—en Conectando con Heráclito el Oscuro divago un poco más sobre la inspiración en Heráclito de esta harmonía que viene de conectar lo inconexo.
A lo que voy es que para que salgan a la luz conexiones
interesantes, en poesía y en filosofía, en ciencia y en arte y en todo
tipo de creación y pensamiento—hace falta tanto conocimiento experto
como dilettantismo, u osadía tal vez... un poco de chifladura a lo Don
Quijote, que unía entreveradamente razón y disparate. O quizá igualmente sirva el efecto eureka
de lo inesperado, o de la serendipia, que crea una conexión donde no la
había, y donde pedía estar. Y la conexión se crea en la cabeza, antes
de estar en el mundo. En buena medida, nunca sale de la cabeza, y la
mayoría de las conexiones y oposiciones del universo en que vivimos son
objetos mayormente mentales, no más verdad que ficción, líneas
imaginarias que trazamos entre los objetos para ordenar el mundo.
Algo parecido —la realidad como realidad virtual— sugería Kenneth Burke en su ensayo sobre "Las cosas significan palabras", en Language as Symbolic Action. Aquí lo comento. Y volviendo al texto de A Grammar of Motives sobre sinonimización o des-sinonimización (lumpers y splitters, podríamos llamarlos)—otra cosa que me trae a la cabeza (conecta conecta), con la que podría estar relacionado. Es el famoso dictum desconstructivista,
derrideano, sobre la falaz naturaleza de las oposiciones polares o
pares binarios: aunque Burke establece un par binario entre
sinonimización y des-sinonimización, o síntesis y análisis, recordemos
que ve en su acción una distinción operativa o estratégica, más que
captadora de esencias inmutables. El dictum a que me refiero lo glosaba Barbara Johnson (d.e.p.) en forma de máxima: the difference between is the difference within.
Y esto lleva a ver la oposición polar de una cosa consigo misma, o su
identidad o diferencia consigo misma, según se contemple. La diferencia
entre el día y la noche, o el animal y el hombre. Como se ve la
oposición polar es engañosa; el día no sólo se opone a la noche, sino
que se opone a sí mismo, interiormente, en día-noche. Y el hombre es
animal, además de ser lo contrario de los animales. De la misma manera,
supongo, sería desconstruible la oposición entre análisis y síntesis.
¿El parecido con la tesis de Burke? Nada hay más sinónimo con algo, o
más idéntico a algo, que ese algo mismo. Pero con un examen más
detallado, surge la diferencia interior, y el juego de lo otro dentro
de lo mismo.
Por cerrar la especulación, diré que tampoco hay
diferencia tajante ni inamovible entre la especulación como
razonamiento serio, y la
especulación como vapores divagantes del pensamiento, ni entre la
ciencia dura y la semiología blanda, ni entre el ensayo y la filosofía.
Tampoco, en última instancia, entre la locura y la razón.
Diferencias hay, claro, pero no están todas donde pensábamos que
estaban. Ni ellas, ni los parecidos.
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